Al menos 16 personas migrantes de las 53 que fallecieron asfixiadas y deshidratadas en la caja de un tráiler abandonado en un camino vecinal al suroeste de San Antonio (Texas) el 27 de junio pasado procedían de Guatemala.
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
La cifra podría aumentar pues hay otras cuatro personas que se presume son guatemaltecos y que se encuentran en proceso de identificación. Los fallecidos son 12 hombres y cuatro mujeres. Hay dos menores de edad, los primos Pascual Melvin, de 13 y Juan Wilmer de 14 años.
Las causas de la migración de Guatemala –como la de Honduras o El Salvador—han sido estudiadas por organismos internacionales: violencia, pobreza, falta de educación y de oportunidades de trabajo, ausencia de Estado de Derecho, escasez de infraestructura, etcétera.
Pero hay algunas más que la Iglesia católica, a través del obispos de Escuintla recientemente expuso y que vale la pena reflexionar sobre ellas.
Clima perenne de inseguridad
La carta que explica mejor la situación que viven hoy mismo los guatemaltecos fue escrita por el obispo de Escuintla, Victor Hugo Palma Paúl, y la nombró con la sentencia de San Pablo en la Carta a los Efesios 2,14: “Cristo es nuestra paz”.
En la misiva, se invita a una reflexión profunda sobre los males que aquejan a su país, desde la mira de un prelado y su presbiterio que caminan juntos con el pueblo.
Y lo primero que destaca es el aumento de la violencia criminal en el Departamento de Escuintla, situado al centro-sur del país centroamericano, lo que provoca zozobra en las familias.
“Un clima de inseguridad tristemente perenne que se vive sobre todo en algunos municipios como Nueva Concepción, Tiquisate o Siquinalá, entre otros”, escribe el obispo Palma Paúl al concluir el Año de la Familia en su diócesis.
Enfoque de familia
En la carta pastoral no solamente se denuncia el crecimiento exponencial de la criminalidad, sino que proponen una serie de puntos sobre los cuales se puede y se debe reflexionar, todas vez que, según el Wilson Center, de la población de Guatemala, que en 2019 era de 14,901,268 personas, 7,112,801 estarían en situación de migrar.
El primer llamado es a la conversión de los delincuentes y advierte que “los bienes materiales, el amor al dinero, la codicia y la ambición nunca valen la vida de las personas”. Y una de las formas de combatir esta fiebre es rezar en familia.
"Si no rezamos en familia, sino que solo hablamos de dinero, de lo que materialmente no tenemos, en la familia se ayuda a perpetuar el origen de todo mal que es 'el amor al dinero'”, recuerda el obispo de Escuintla, haciéndose eco de la proclama de San Juan Pablo II en el sentido que familia que reza unida, permanece unida, y busca el bien común.
Volver a los valores
Las policías y las autoridades municipales –recuerda la carta del obispo Palma Paúl—deben cumplir los deberes que les han sido asignados por la ciudadanía. La única manera de generar confianza entre la población es no inmiscuirse con los grupos delictivos, lo que, desgraciadamente, sucede a menudo.
Por otra parte, el obispo de Escuintla y su presbiterio insisten en la importancia decisiva de la educación en valores morales en el hogar y en la escuela:
“Es importante recordar que la criminalidad es el resultado garantizado de familias rotas y violentas”. La estadística así lo demuestra.
Y en otra parte del escrito, el prelado guatemalteco reslata que “la familia es atacada por amenazas como el aborto, pero también por la inseguridad, la pobreza que provoca la emigración y por los modelos antifamilia promovidos por la televisión y el cine”.
Desde luego, ahora más que nunca, por las redes sociales y la Internet.
Llamados a la paz
Ciertamente la creación de puestos de trabajo, la generación de infraestructura y la inversión en educación son cuestiones clave para que las familias guatemaltecas como las de los primos Melvin y Wilmar no se rompan en la desgracia de la migración, pero también es importante –escribe el obispo Palma Paúl—evitar dos tentaciones.
La primera, la tentación de hacerse justicia por propia mano, porque puede provocar errores irreparables, y la segunda tentación, la de desear una “política de seguridad” que otorgue apoyos a partidos políticos que proponen mano dura, ya que “al final el remedio puede ser peor que la enfermedad”.
Finalmente, el obispo de Escuintla se refiere al papel fundamental que en la reconstrucción del tejido social y familiar juegan los católicos y su deber de apoyarse en Dios en la construcción de la justicia, “recordando que la verdadera fe cristiana no solo implora la bendición divina, sino que también trabaja por la justicia y la paz”.
¿Te ha gustado leer este artículo? ¿Deseas leer más?