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Durante esta audiencia, que fue una excepción en el receso de verano del Papa, también quiso recordar el drama ucraniano, preocupado porque estaba en camino al olvido.
Ante los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, los Basilianos de San Giosafat y los Lazaristas -Congregación de la Misión fundada en Francia en 1625 por San Vicente de Paúl- el Papa dejó su discurso preparado para evocar el problema de los abusos cometidos contra menores y personas vulnerables. Insistió fuertemente en la política de "tolerancia cero" hacia estos abusos. "Por favor, insistió, no escondan esta realidad […]. No tengas vergüenza de denunciar".
Un problema de abusos, aseveró también el jefe de la Iglesia católica, "no se soluciona con un traslado. De este continente lo envío a otro… No". "Somos religiosos, somos sacerdotes para llevar a la gente a Jesús", reiteró el pontífice, condenando la "concupiscencia" del abusador que "destruye". No basta con acompañar al abusador, dijo a los clérigos, hay que "proteger a los demás".
"Debemos luchar contra cada caso" de abuso cometido en la Iglesia, expresó el Papa Francisco en una entrevista con la agencia británica Reuters el 2 de julio.
Recordando que el papel de un sacerdote es "ayudar a las personas a crecer y salvarlas" y considerando que, por el contrario, quien abusa "mata", el Papa había vuelto a recordar la "tolerancia cero" de la Iglesia para los casos de abuso.
No olvidar el drama ucraniano
Además, el Papa Francisco volvió a preocuparse por el peligro de acostumbrarse y "olvidar el drama ucraniano" que ahora, lamentó, está en la "página nueve" del periódico. Expresó su cercanía a los hermanos basilianos ucranianos, "en este momento de martirio de vuestra patria". "Toda la Iglesia está cerca de vosotros. Te acompañamos como podemos en tu dolor", agregó.
A lo largo de su discurso, el Papa también pidió a los religiosos que el primer criterio para discernir sus "métodos", "instrumentos" y "estilos de vida" sea la evangelización.
Volvió, una vez más, tanto a las “rigideces” como a la “tolerancia y el “confort” excesivos”. Criticando la “sonrisa artificial”, la “armonía de fachada” o incluso “una homogeneidad aplanada por la personalidad del superior o de unos pocos líderes”, llamó a vivir “una fraternidad libre”.