“Alicia en el país de las maravillas'' no fue nunca una lectura que me entusiasmara, pero de todo se pueden sacar cosas buenas. Y yo, del cuento de Lewis Carroll, adoptaría (si me dejasen) la idea de celebrar “los felices no-cumpleaños''. Y es que en julio se abre la veda del tiempo de fiesta en nuestra casa, llenándose los días de cumples y santos tan seguidos, que nos compensaría con creces celebrar las no-fiestas, como en Alicia. Esta semana nos hemos estrenado, y, siempre que podemos, arrancamos de la misma manera, con el mejor regalo: ir todos juntos a Misa, y ofrecerla por el cumpleañero.
Socialmente, hemos crecido con la tradición de pedir y ofrecer Misas sólo por los difuntos. No me malinterpretes, eso está fenomenal. Pero, ¡qué pena no poder disfrutar cuanto antes de semejante regalo! ¿Sabías que es el acto de desagravio más poderoso para expiar los pecados? Imagínate a toda la familia liquidando la deuda del cumpleañero.
En la hora de la muerte, el consuelo más grande del alma vendrá de las Misas oídas en vida. Si se asiste a la Santa Misa con devoción, Jesucristo perdona los pecados veniales que todavía no se han confesado, y disminuye el poder de Satanás sobre el alma. Este dato me llamó poderosamente la atención: una Misa bien oída en vida, será de más provecho al alma que muchas que se ofrezcan por su reposo después de la muerte. ¿Se te ocurre un regalo mejor?
Dar las gracias por...
Desde hace unos años, madrugamos para que, antes del desayuno, el homenajeado ya haya recibido nuestro mejor regalo. Un regalo que durará por toda la eternidad, un regalo que siempre acierta en lo que necesitas, un regalo sin efectos secundarios nocivos (no se puede decir lo mismo de los bombones), y que, además, recompensa también al que lo regala. Es la mejor manera de mirar al Cielo: decir gracias por esta vida, por estos años, por este hijo; reparar por tantas cosas que creemos que hemos hecho mal con ese hijo; y pedirle al Señor "por favor, sigue cuidándole, que no se aparte de ti"; rogarle que mire a toda la familia, y que nos veamos así, todos juntos con Él en el Cielo; ¡no nos puede faltar ninguno!
Otro beneficio de celebrar así la fiesta, es que puedes reunir a los que ya no están, gracias a la magia de esa red virtual que tenemos en la comunión de los santos: estaremos más unidos que nunca rezando por uno de los nuestros.
Una anécdota de Tamara Falcó
En relación con esta tradición de nuestra familia, me hizo especial ilusión escuchar un testimonio de Tamara Falcó, contando cómo en Navidad su abuela materna les daba como regalo un papel que ponía: "Vale por una Misa". Ella y sus hermanos se miraban con cara de póker… Pero, cuando lleguemos a la meta, descubriremos cuánta parte de "culpa" han tenido esas Misas en la conversión de Tamara. Hay que reconocer que con Tamara no tuvieron un efecto instantáneo, pero lo tuvieron, de eso no cabe la menor duda. Y probablemente no va a ser diferente contigo: a lo mejor tampoco es instantáneo, pero que ese regalo dejará su impronta, tú y yo lo sabemos seguro.
Y, después de ir todos juntos a Misa, un delicioso desayuno con la mejor vajilla y los mejores cruasanes que podamos encontrar. A mediodía, comida favorita, tarta, velas y otros regalos. No sé si te he convencido para que celebres de esta manera los cumpleaños, pero a mí me ha servido para darme cuenta de que no es bueno perderse las fiestas. Que no debo sucumbir a la tentación de celebrar los no-cumpleaños para ahorrarme trabajo. Que tenemos que celebrar cada fiesta como lo que es: una oportunidad, un momento especial, único e irrepetible… Why not?