Una larga fila de dolientes acompañaron el pasado 16 de julio el ataúd que contenía el cuerpo del pequeño de 13 años Pascual Melvin Guachiac, de 13 años. Vecinos, amigos y familiares del poblado de Tzucubal, Guatemala, formaron el largo cortejo que llevó al chico a su última morada.
Pascual Melvin fue uno de los 53 migrantes –mexicanos, guatemaltecos y hondureños—que murieron por asfixia en el interior de la plataforma de un tráiler que los transportaba, clandestinamente, al interior de Estados Unidos. La travesía terminó el 27 de junio por la tarde, a un costado de la carretera 35, muy cerca del primer destino del vehículo: San Antonio (Texas).
Se trató de la más grande tragedia colectiva sucedida a los migrantes en lo que va de este siglo. Una tragedia en toda la extensión de la palabra. Cada uno de los migrantes había pagado más de cinco mil dólares por “pasar” los retenes migratorios, en la caja trasera de un camión supuestamente climatizado. El aire acondicionado no funcionó.
A la fecha, las autoridades del condado de Bexar, en San Antonio, han detenido a cuatro personas: dos de ellas (el chófer y un traficante) podrían ser condenados a cadena perpétua o, incluso, a la pena de muerte, mientras que los otros dos implicados podrían alcanzar penas de hasta diez años de cárcel.
La tragedia del llamado “camión de la muerte” ha encendido los focos rojos en la frontera entre México y Estados Unidos. Los gobiernos de ambos países –tras la reciente reunión entre los presidentes Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador en Washington—anunciaron “medidas” para contener el flujo migratorio. Nada más anuncios. En ambas fronteras de México se han roto los récords históricos de detenciones.
Una reforma migratoria es urgente
Ante el récord histórico de migrantes detenidos en el Estado de Texas, y ante la peligrosidad de las rutas y de las formas como están queriendo penetrar a ese país migrantes de México y Centroamérica, los obispos de esta entidad estadounidense han vuelto a señalar la urgencia de una reforma migratoria integral para evitar que vuelva a ocurrir una tragedia como la de San Antonio.
A través de un video subido a la plataforma de YouTube, el cardenal Daniel N. DiNardo de Galveston-Houston, el obispo Michael F. Olson de Fort Worth y el arzobispo Gustavo García-Siller de San Antonio, en nombre de la Conferencia Católica de Obispos Católicos de Texas, pidieron a los católicos y a las autoridades, "nunca olvidar la santidad de toda vida humana a la luz de todo esto".
En su intervención, el cardenal DiNardo dijo que “esta pérdida de vidas sin sentido debería conmocionarnos y entristecernos, ya que todos somos hermanos y hermanas en Cristo". Y agregó: "No podemos ignorar a los más vulnerables entre nosotros que a veces se convierten en víctimas de esta cultura del descarte y solo buscan una vida mejor para ellos y sus familias".
"La explotación de los pobres y en particular de los migrantes que huyen de situaciones dramáticas en busca de oportunidades y esperanza es particularmente grave", expresó, en su turno durante el video, el arzobispo García-Siller, quien subrayó que esta tragedia, además de ser uno de los pecados que claman al cielo, es el tipo de pérdida que podría haberse evitado con leyes de inmigración de sentido común”.
Tanto la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, como las conferencias locales como la de Texas o la de California, han apoyado durante décadas la puesta en marcha de una reforma migratoria integral que, al tiempo que proteja legítimamente las fronteras de Estados Unidos, considere en primerísimo lugar la dignidad de la persona humana, pues todos los migrantes “son miembros de la familia de Dios, humanos, como todos nosotros, familias con sueños", expresó García-Siller.
Polarización crítica
En un momento del video, el obispo Olson recordó que "la falta de voluntad de nuestra nación en el pasado para abordar la inmigración… nos ha llevado a un momento grave de polarización y crisis que amenaza la vida de los vulnerables”. Más adelante, el prelado señaló que la polarización “ha endurecido muchos corazones” en Estados Unidos, pero también en México y en países de Centroamérica.
Lo que la tragedia del 27 de junio dejó en claro fue el jugoso negocio de los traficantes y tratantes de personas, quienes se han visto favorecidos –por decirlo de alguna forma—por los problemas internos de los países emisores y receptores o de tránsito de los migrantes, así como por cuestiones de carácter ideológico o estrictamente político.
"Esta polarización ha endurecido muchos corazones, lo que ha resultado en apatía e indiferencia por el sufrimiento y la explotación de las mujeres y los niños vulnerables que son víctimas del tráfico de drogas y de seres humanos", dijo el obispo Olson. Y agregó: "La luz de nuestra fe debería impulsarnos a preocuparnos y abordar las causas de estas injusticias como cristianos, como ciudadanos y como hombres y mujeres de buena voluntad".
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