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Desde la antigüedad, todos los pueblos se han caracterizado por ofrecer cobijo y hospitalidad al extranjero. En el caso de los cristianos, percibimos continuamente esta acogida al leer el Nuevo Testamento: por ejemplo, cuando María va a casa de su prima Santa Isabel, o en episodios de la vida de Jesús, como cuando Zaqueo o su amigo Lázaro le invitan a su casa.
Hospitalidad peregrina
Por esta razón, desde que se descubrió la tumba del Apóstol Santiago en Compostela, en el siglo XI, y muchos peregrinos comenzaron a seguir el Camino desde todos los rincones de Europa, éste ha sido un lugar donde se respira hospitalidad cristiana.
Voluntarios en los albergues
Esta cita evangélica nos ilustra sobre cómo vivir la caridad, como la que se respira en el interior de los albergues de peregrinos, donde muchos voluntarios atienden a todo aquel recién llegado que lo necesite.
Estas personas que ayudan al peregrino de forma altruista y cuidan de su cuerpo, pero también de su alma, manifiestan de forma patente esta hospitalidad cristiana. Por esta razón se les llama “hospitaleros”.
Aleteia ha hablado con dos de ellos: Toño, un mexicano que dedica sus veranos desde hace más de 15 años a atender diferentes albergues, y con Elena, que en junio tuvo su primera experiencia como hospitalera en la parroquia de O Cebreiro (Lugo).
Devolver lo que les ha regalado el Camino
Muchos hospitaleros, como es el caso de Toño y de Elena, después de peregrinar a Santiago, desean mantener el contacto con el Camino. Su experiencia ha sido tan enriquecedora y tienen tanto que agradecer, que algunos deciden devolver lo que les ha regalado el Camino. Y deciden convertirse en hospitaleros.
Toño nos cuenta que la primera vez que realizó el Camino fue en los años setenta del siglo pasado “cuando un amigo gallego me mostró parte de éste, todavía sin la estructura ni el auge que años después vino a cobrar; toda una aventura. Historia, literatura, música, paisaje y leyendas que abrieron mi apetito por adentrarme más en un tema milenario que sonaba a fantasía”.
En el caso de Elena su encuentro con el Camino fue diferente, porque ella reside en Uterga, una población cercana a Pamplona por donde pasa la ruta jacobea. Así que desde siempre había empatizado con los peregrinos que pasan por allí.
Pero fue una amiga suya, voluntaria desde hace muchos años, la que la animó a hacer de hospitalera, ahora que está recién jubilada. Así que en junio se trasladó hasta O Cebreiro para ayudar en la acogida de peregrinos en la parroquia de esta población gallega.
No son unas vacaciones
En realidad, esta hospitalidad y acogida fraterna es un aspecto fundamental de la ruta jacobea. De hecho, es lo que diferencia el Camino de Santiago de cualquier otra ruta y lo convierte en algo más profundo que un destino turístico y unas vacaciones cualquiera. Tanto para los peregrinos como para los hospitaleros.
Toño lo sabe bien: “Quien diga que el hospitalero va de vacaciones es porque no conoce la serie de responsabilidades que conlleva: Recibir al peregrino, registrarlo y sellar su credencial. Asignarle un sitio para pasar la noche y explicarle las normas a seguir. Proveer de alimentos y preparar la cena y el desayuno, mantener el albergue en condiciones óptimas de limpieza y orden. Y siempre, y sin coaccionar su libertad, invitarlo a las actividades religiosas como son la Misa del Peregrino y la oración.”
Requisitos para ser hospitalero
Con el auge y aumento del número de peregrinos a partir de 1980, la Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino vio la necesidad de atender a todos los visitantes que reciben los albergues y de adecuarlos de forma que se les pudiera acoger de la manera tradicional.
Por esta razón impulsó desde ese momento la actividad de los hospitaleros voluntarios. Todos ellos cuidan del espíritu del Camino y de la espiritualidad de quien lo realiza.
El único requisito para realizar esta labor es haber efectuado la peregrinación a Santiago de Compostela y tener una disposición interior, y también exterior, para guiar y ofrecer atención a los peregrinos.
Toño, por ejemplo, siempre ha tenido inclinación por las labores humanitarias y le gusta colaborar con los diversos extractos de la sociedad, así que tuvo claro que quería dedicar parte de su tiempo a este tipo de voluntariado.
Según explica, “el hospitalero siempre está dispuesto a escuchar, a apoyar y a actuar en bien del peregrino”. Y continúa “El hospitalero debe estar en todo; si tiene vocación para ello, sabrá dirigir el albergue y sentirse satisfecho cuando, al despedir al peregrino, ve que éste se va contento por el trato recibido”.
Para Elena su labor en la parroquia de O Cebreiro también ha sido muy gratificante: “Ha sido una experiencia buenísima, poder escuchar las sensaciones que los peregrinos traen del Camino y sentir sus abrazos es gratificante cien por cien. A veces, simplemente recibirles con una sonrisa les llena a ellos y a ti también”.
Formación para ser hospitalero
Otro requisito para ser hospitalero es haber recibido una formación adecuada. Por eso, los candidatos a hospitaleros reciben previamente un curso breve para que conozcan la otra cara del Camino, no como peregrino, sino como persona que los acoge en los albergues.
En los cursos aprenden a ejercer la hospitalidad y a recibir a los peregrinos como se hacía antes. Es aquí donde se nota la diferencia entre un albergue y cualquier otro alojamiento.
Los cursos están organizados por la Asociación de Amigos del Camino y son impartidos cada año de febrero a junio en diferentes poblaciones. Si estáis interesados en ellos, podéis consultar las fechas y lugares en este enlace: https://www.caminosantiago.org/cpperegrino/hospitaleros/cursos.asp
Experiencia muy gratificante
Por otra parte, hay que señalar que para los hospitaleros esta experiencia de acogida es inolvidable, igual que para muchos peregrinos. No cabe duda de que la entrega y la labor generosa a los demás siempre aporta satisfacción y alegría al que la realiza.
Así lo siente Toño, por ejemplo: “Por la noche, después de un intenso día de trabajo, es satisfactorio llegar a la cama con la alegría del deber cumplido”.
Este mexicano lo tiene claro: “Si me preguntan por mi experiencia en este tiempo de hospitalero diré que me siento agradecido por haber conocido este campo, y que mientras tenga salud y condiciones para ello, seguiré colaborando en el apasionante mundo de la hospitalidad, teniendo presentes las enseñanzas de San Benito de Nursia que dejó muy claro lo que esta significa. Para conocerla en todas sus dimensiones hay que vivirla con intensidad”.
También Elena se siente animada a continuar con esta labor a favor del Camino y de sus peregrinos: “Volveré cuando sea necesario, estoy jubilada y me puedo permitir ese lujo. Además, siempre es más lo que recibes que lo que das. Por lo menos yo con esa sensación me he quedado”.
Regla de San Benito
Queremos acabar este artículo de la misma manera que lo empezamos: citando la hospitalidad y la caridad cristiana. Y en este caso haremos referencia a la hospitalidad benedictina. Fueron estos monjes, fundamentalmente, los que durante la Edad Media ofrecieron asistencia al peregrino en la ruta jacobea.
San Benito siempre recordaba que la hospitalidad tenía que ser la primera virtud de los monjes y así lo quiso definir en su Regla en su punto LIII en el que trataba de “La acogida de los huéspedes”:
"A todos los huéspedes que se presenten en el monasterio ha de acogérseles como al mismo Cristo en persona, porque él lo dirá un día: era peregrino y me hospedasteis".
Si te gusta el Camino de Santiago, has sido peregrino y quieres hacer alguna labor de voluntariado, puede que ser hospitalero sea tu camino.