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Sucedió el 4 de octubre de 2014. Miles de personas acudieron a la Catedral Basílica del Sagrado Corazón de Newark para ser testigos de un hecho histórico para los católicos de los Estados Unidos. Por primera vez en su historia, tenía lugar una ceremonia de beatificación.
Entre los asistentes, un hombre especialmente emocionado. Michael Mercer tenía entonces cincuenta y ocho años, pero recordaba muy bien a la Hermana Míriam Teresa pues cuando era un niño de ocho años, y por su intercesión, recuperó milagrosamente la visión.
Teresa Demjanovich tuvo una vida muy breve, buena parte de la cual sufrió de mala salud y la pérdida de sus seres más queridos. Pero la brevedad de su presencia en la tierra fue intensa, más que suficiente para dejar huella en muchas personas que admiraron su piedad, su humanidad, su santidad.
Su historia empezó prácticamente con el siglo, el 26 de marzo de 1901 en la ciudad de Bayonne, en el estado de Nueva Jersey. Allí nació y creció rodeada del amor de los suyos, de sus padres, unos inmigrantes eslovacos, y de sus seis hermanos. Teresa recibió de Alexander Demjanovich y Johanna Suchy, un intenso amor de padres así como una profunda fe. La familia Demjanovich practicaba el rito católico ruteno.
“Esfuérzate por actuar siempre a partir de un motivo de amor puro”
Desde bien pequeña demostró ser una alumna ejemplar. Durante su etapa de formación, Teresa ya sintió la llamada de Dios y deseaba abrazar la vida religiosa. Sin embargo, tuvo que aparcar por un tiempo sus intenciones para cuidar de su madre enferma. Johanna Suchy falleció a finales de 1918. Poco tiempo después ingresó en el Colegio de las Hermanas de la Caridad de Santa Isabel en Covent Station, Nueva Jersey.
Las Hermanas de la Caridad habían nacido en los Estados Unidos en 1809 a instancias de Santa Isabel Ann Seton, la primera santa estadounidense. En 1923 se graduó en literatura con reconocimiento summa cum laude.
“E incluso en el mundo sentí muy intensamente que si la gente buscaba a Dios con toda seriedad, lo encontrarían. Y si todos hicieran uso de los deberes ordinarios y las pruebas de su estado en la forma en que Dios lo dispuso, todos se convertirían en santos.”
Durante un tiempo ejerció como maestra en la Academia de Saint Aloysius en Jersey City mientras seguía buscando su verdadero camino. Teresa quería unirse a las Hermanas de la Caridad de Santa Isabel pero de nuevo el destino le deparaba otra misión.
Su padre, Alexander, cayó enfermo, por lo que tuvo que centrarse por un tiempo en cuidar de él. Tras su muerte, el 30 de enero de 1925, Teresa tomaba definitivamente el hábito religioso el 17 de mayo de ese mismo año.
“Si, entonces, deseas adquirir un amor sólido, devoto y puro por Jesucristo […] primero debes decidirte a cumplir su voluntad en todas las cosas, incluso las más triviales y no vistas por el hombre.”
Convertida en la hermana Míriam Teresa, empezó a dar clases en el Colegio de Santa Isabel. Además de ejercer como maestra, a instancias de su director espiritual, empezó a escribir conferencias espirituales, letanías, poemas y textos piadosos, muchos de los cuales serían publicados por su propio hermano, el reverendo Charles C. Demjanovich, entre los que destaca el título Mayor Perfección.
A pesar de que su hermano tuvo serias dificultades para encontrar editor, cuando el libro salió a la luz vendió más de cuarenta mil copias en poco tiempo. En sus escritos, la Hermana Míriam Teresa profundizó en la mística y el camino hacia la santidad, poniendo el acento en la universalidad en el acceso a la misma.
“La unión con Dios – afirmaba – es la altura espiritual que Dios quiere que todos logren”. Se anticipaba así a uno de los principios que serían señalados durante el Concilio Vaticano II varias décadas después de su desaparición.
“Los santos hicieron una sola cosa, la voluntad de Dios. Pero lo hicieron con todas sus fuerzas. Solo tenemos que hacer lo mismo; y según el grado de intensidad con que trabajemos progresará nuestra santificación”.
La hermana Míriam Teresa permaneció muy poco tiempo en el convento. En 1926 empezó a sufrir una serie de dolencias que se concretaron en “agotamiento físico y nerviosos, con miocarditis y apendicitis aguda”.
El 2 de abril de 1927, acompañada de una de sus hermanas y de su hermano el reverendo Charles, profesaba sus votos permanentes periculo mortis, en peligro de muerte. Apenas un mes después, el 8 de mayo de 1927, fallecía tras ser sometida a una operación de apendicitis.
“Este es un punto que pasamos por alto en la vida de los santos. Y tampoco es culpa nuestra. La culpa suele ser del biógrafo. Tantos biógrafos parecen tan absortos en impresionar a sus lectores con la santidad auténtica y genuinamente sobrenatural de los santos, que el elemento humano es tan omitido, oscurecido o distorsionado que el mero hombre aparentemente ya no es humano.”
Fueron las propias Hermanas de la Caridad que habían tenido el privilegio de convivir, aunque fuera tan poco tiempo con ella, las que solicitaron a Roma el permiso para iniciar el proceso de beatificación.
Tras años de estudio y análisis de la vida y milagros de la Hermana Míriam Teresa, el 10 de mayo de 2012, el Papa Benedicto XVI la proclamaba Venerable. La ceremonia de beatificación, celebrada dos años después, de aquella joven humilde y piadosa maestra de Nueva Jersey, rubricaba uno de los hitos en la historia de los Estados Unidos, recibiendo el honor de ser beatificada en un tierra natal.