Son muchos los jóvenes, e incluso adultos, que se llegan a sentir feos, en una sociedad que tiende a sobrevalorar la belleza física. El drama puede llegar a ser tan grave, que afecta a la autoestima y la desenvoltura social, por sentir que la "gente bonita" tiene más éxito y aceptación que ellos.
Estamos ante un fenómeno social muy complejo y de grandes proporciones que se ha incrementado por el afán de lucir bellos. Usualmente se usan, tanto el maquillaje como los cortes de cabello, las prendas de vestir, joyería y todo tipo de atuendos de lujo, para parecer más atractivos a la mirada de los demás.
Gustavo Pietropolli, un clínico que ha estudiado los procesos evolutivos de los adolescentes, ha puesto el dedo en la llaga sobre este asunto tan delicado al hacernos reflexionar sobre la relación que tenemos con nuestro cuerpo y el tremendo miedo a sentirse una persona fea.
El problema se agudiza en los jóvenes
Los jóvenes -sobre todo- ponen demasiado énfasis en la apariencia y pueden llegar a ser unos críticos muy severos de sus propios compañeros. Tanto los rasgos faciales, el color de la piel o de los ojos, o bien los orígenes étnicos, pueden ser objeto de la burla o la devaluación de una persona hasta hacerlo sentir verdaderamente muy mal.
Ahora que han aumentado los índices de obesidad y se busca tener un cuerpo atlético, aquellos y aquellas que no cumplen esos ideales tienden a sentirse muy mal por el tipo de cuerpo que tienen, lo cual puede conducirlos a sufrir trastornos alimenticios, como la bulimia y la anorexia, entre otros. En casos extremos, se convierten en adictos a los gimnasios y a todo tipo de actividades físicas, con tal de alcanzar y mantener los estándares de belleza que les permitirán ser admirados y aprobados por los demás.
No "cumplen" los dictados
Se sienten feos los que están obesos y no cumplen con ciertos perfiles que la belleza universal ha propuesto por medio de las grandes firmas de la moda, los concursos de belleza o los múltiples anuncios y propaganda comercial que subrayan lo que significa ser hermoso o hermosa.
Los jóvenes, al verse en el espejo, pueden ser sumamente críticos con su propio rostro o su cuerpo, así como sentirse rechazados o poco atractivos. Sobre todo cuando ven el éxito que tienen los compañeros populares, que desde luego, resultan ser personas más bonitas y atractivas de lo que ellos perciben de sí mismos.
Pietropolli lo analiza ampliamente en su libro sobre el miedo a ser feo y su propuesta nos lleva a poner énfasis en un asunto que debemos abordar de una manera optimista.
¿Somos nosotros mismos los promotores?
Uno de los primeros puntos que debemos revisar es qué tanto estamos siendo -los adultos- promotores de la idea de que lo bello y lo hermoso es mejor y más destacado. Quizá no lo hacemos conscientemente, pero en el momento en que enfatizamos que una persona se ve mucho más atractiva cuando se arregla bien -como cuando se arregla para una fiesta, o se pone prendas a la moda o de alta costura-, y subrayamos que se ven mucho más finas y hermosas, lo que estamos haciendo es abonar a la idea de que las personas valemos por el empaque, por la envoltura y no por nuestro modo de ser, por nuestra personalidad; pero sobre todo, por nuestro corazón, actitudes y el trato a los demás.
¿Dónde está nuestro valor?
Es necesario tomar mayor consciencia del gran valor que tenemos las personas por lo que somos y no por lo que aparentamos. Un carro de lujo, unos zapatos de marca o una bolsa de una prestigiada firma no nos deben impactar. Son superfluas pues, como bien dice el dicho, "aunque la mona se vista de seda, mona se queda". Al que tiene educación y clase, se le nota, independientemente de su atuendo. Su lenguaje corporal habla muchas veces más que los trapos o el maquillaje que se ponga.
Hemos de subrayar que la verdadera belleza no es la que se posee en el cuerpo sino en las actitudes, en el comportamiento y los valores que ejercemos día a día.
Así, por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Católica en el inciso 2500, nos muestra lo importante que es fijarnos más en la belleza interna que en la externa:
"La práctica del bien va acompañada de un placer espiritual gratuito y de belleza moral...La verdad es bella por sí misma".
No clasificar a las personas
Por tanto, el camino de la verdad también es el camino de la belleza y el bien. De aquí la importancia de trasmitir el gran valor de no clasificar a las personas por feas o bonitas. Esto se refiere principalmente al hecho de hacer comentarios sobre el aspecto de algunos y, en cambio, guardar silencio ante la presencia de quien no lo parece.