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El simbolismo religioso de la magia explicado por el mejor ilusionista del mundo

YUNQUEMAGIA
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Vidal Arranz - publicado el 17/09/22
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De la mano del Mago Yunke veremos cómo la multiplicación de los panes y los peces, o la resurrección, afloran detrás de algunos trucos

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Sabemos que magia y religión convivieron, y se confundieron, durante mucho tiempo, especialmente en la cultura egipcia, en la que los ‘trucos de ilusionismo’ eran desarrollados por los sacerdotes para afianzar su poder.

Pero es menos conocido el hecho de que muchos de los efectos más conocidos de la magia contemporánea tienen un marcado simbolismo religioso; de inspiración cristiana, para más señas.

Recorreremos esos significados de la mano de Mago Yunke, elegido por tercera vez, en julio, como el Mejor Mago del Mundo por la Federación Internacional de Ilusionismo durante su reunión de Quebec.

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“La magia tiene un simbolismo detrás de ella y, en muchas ocasiones, remite a relatos, historias o mitos religiosos”, explica Salvador Vicent, más conocido como Yunke. En ocasiones, algunos de esos elementos religiosos son previos al cristianismo, mientras que en otros casos proceden de la influencia cultural ejercida por la religión de Jesucristo a lo largo de 2.000 años.

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Así, por ejemplo, cuando un mago vuela delante de su público en el escenario, el asombro no sólo remite a la proeza técnica, sino que también hace referencia a una narración muy asentada en nuestro subconsciente cultural. “Volar sobre el escenario es ascender a los cielos, una forma de resurrección”, explica.

Pero no es el único caso. La idea de vencer a la muerte late tras muchos números de magia muy célebres. Es el caso, por ejemplo, de aquel en el que se introduce a una persona, normalmente la ayudante, en una caja cerrada que es atravesada por varias decenas de sables o lanzas. La imposibilidad aparente de que nadie pueda sobrevivir a semejante acribillamiento sugiere la idea de la muerte. Sin embargo, cuando las armas son retiradas y la caja se abre, el cuerpo aparece indemne y vivo.

Un simbolismo similar podría encontrarse en el número, clásico también, del cuerpo despedazado y vuelto a unir, ese número en el que la ayudante es introducida, tumbada, en una caja cerrada dividida en tres partes que se separan entre sí. Cuando la caja vuelve a unirse, la persona reaparece entera y sin daño alguno.

En las versiones actuales la idea de la muerte está latente en la historia, pero no así en el legendario truco de ‘la cesta hindú’ en el que todas ellas se inspiran. Originalmente, el número se ejecutaba al aire libre, y de la cesta salía una cuerda que se perdía por la copa de los árboles. Un niño usaba la cuerda para ascender por las ramas hasta que en un momento dado caía brutalmente y se partía en pedazos. Sus trozos eran incluidos en la cesta y, cuando ésta se abría, el niño reaparecía vivo e intacto.

Otra versión similar de lo mismo puede verse en ‘El hombre de Vitrubio’, un número de Yunke en el que el descoyuntamiento del cuerpo del mago se realiza a la vista del público -sin cajas ni telones- para volverse a unir luego como si nada hubiera pasado.

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“Es un número inspirado en el célebre dibujo de Leonardo da Vinci que me costó muchos años desarrollar”, explica el Mago Yunke. Se trata de uno de esos números de su propia creación que ha compartido con otros magos célebres, en este caso David Copperfield, que le ha comprado varios de sus trucos.

Otra referencia religiosa, bíblica en este caso, es el prodigio de la multiplicación, que en los Evangelios aparece en el episodio de las bodas de Canaán, donde el vino no se acaba nunca, y en el relato de la multiplicación de los panes y los peces.

Este prodigio está en la médula de muchos trucos de magia muy célebres. Uno de ellos es aquel en que el mago rompe un papel en varios trozos, lo deposita en su mano y, haciendo un efecto de ventilador con un abanico, los hace volar sobre el escenario y sobre los espectadores de modo que los papeles parecen multiplicarse como una interminable lluvia de confeti.

En este efecto hay otra significación emocional añadida, que el Mago Yunke suele explicar antes de realizarlo, que vincula el efecto con una de esas experiencias primordiales del ser humano: el primer encuentro con la nieve. De modo que, gracias a la imaginación, la lluvia de papeles se convierte, en la mente de los espectadores, en una lluvia de copos nevados que evocan una experiencia intensa asociada generalmente con la niñez.

“David Copperfield y otros magos acostumbran a cerrar sus espectáculos con este número”, explica Yunke. “Y no es porque sea especialmente complicado de ejecutar, técnicamente hablando, sino porque tiene un gran poder emocional”.

Otro truco de resonancias bíblicas es el conocido como ‘las arenas del desierto’. “Es un juego muy antiguo que yo recuperé tras vérselo ejecutar a un mago hindú, y ahora se ha hecho muy popular”. Básicamente consiste en que el mago introduce arenas de distintos colores dentro de un recipiente de agua teñida de negro y luego logra sacar un puñado de cada uno de los tipos de arenas, perfectamente uniforme y seca. No es difícil encontrar aquí ecos de dos formas de victoria sobre el agua y la humedad narradas por la Biblia: Jesús caminando sobre las aguas, y la separación de las aguas del Mar Rojo por Moisés.

“Sacar arena seca de un recipiente con agua es un truco de una gran fuerza simbólica y, de hecho, es el preferido de muchos espectadores, pese a que no es de los mejores técnicamente”.

Emocionalmente intensos son también todos los trucos en los que el mago logra ‘ver’ estando privado de la visión. En el caso de Yunke, por ejemplo, se trata de disparar una flecha sobre un globo, colocado aleatoriamente en el escenario por dos espectadores del público, y acertar pese a tener tapados los ojos.

Esa capacidad para ver con el ojo interior, en lugar de hacerlo con los sentidos, nos recuerda fácilmente también a las enseñanzas para dominar ‘la fuerza’ del maestro jedi Obi-Wan Kenobi a Luke Skywalker, en la primera ‘Guerra de las galaxias’.

Pero, además, el hecho mismo de disparar un arco tiene una gran relación con la meditación y con las experiencias de vivencia del presente, como el propio Yunke recuerda en su espectáculo. ‘Zen en el arte del tiro con arco’, de Eugen Herrigel, o ‘El arte del tiro con arco’, de Joseph Epes Brown, muestran esa directa conexión entre esta práctica deportiva y la espiritualidad.

“Cuando los japoneses practican el tiro con arco no están tan pendientes del objetivo como del proceso y el ritual que le acompaña”, explica Yunke. Su atención se centra en la respiración, en la forma de coger la flecha, de tensar el arco, de mantener la tensión, apuntar y soltar. “El objetivo es lograr la máxima relajación en la máxima tensión”, explica.
Pero es que, además, el gesto de lanzar una flecha tiene otras resonancias simbólicas, pues nos recuerda la época en la que éramos cazadores y nuestra supervivencia dependía de esas armas.

Lo que tienen en común todos los ejemplos citados, los que se citarán más adelante, y los que pudieran añadirse es que, en todos los casos, nos obligan a reencontrarnos con el asombro.
La magia nos devuelve la condición misteriosa del mundo y nos recuerda que hay muchas cosas que escapan a nuestro control y conocimiento.

Es verdad que sabemos que detrás del ilusionismo hay siempre una explicación, por lo que no podemos hablar de milagros. Pero son ilusiones que, incluso si no lo pretenden, representan y recrean el carácter misterioso y sagrado del mundo. Nos obligan a recuperar de nuevo la mirada inocente y asombrada del niño deslumbrado por la existencia.

No todos los trucos tienen una dimensión simbólica clara. Algunos se justifican fundamentalmente por su carácter inexplicable, por la sorpresa, o, por decirlo de otro modo, por su apariencia de acontecimiento inexplicable e incomprensible.

“A la hora de pensar la magia, siempre sé que cuando el número tiene un simbolismo muy fuerte va a funcionar mejor, aunque el efecto mágico no sea tan potente. Tengo que trabajar mucho más técnicamente un juego cuando no está tan clara su dimensión simbólica”, explica el Mago Yunke.

Por otra parte, no todos los simbolismos son necesariamente religiosos. Pueden movilizar otro tipo de referencias emocionales. “El número de los aros que se entrelazan y desenlazan entre sí evoca las cadenas y la liberación de la esclavitud”, explica el galardonado mago valenciano. “Por eso es una rutina que siempre debe terminar con los aros desenlazados, para trasladar el mensaje del triunfo de la libertad”, añade.

Otro truco de una honda significación simbólica, pero no necesariamente religiosa, es el de la bolsa y el huevo, un efecto que hizo muy popular el mago Tamariz. El truco consiste en hacer aparecer y desaparecer del interior de una pequeña bolsa negra un huevo blanco.

“Hablé mucho de este truco con Tamariz y me explicó que era fundamental respetar los colores. La bolsa tiene que ser negra porque evoca la oscuridad del útero materno, y el huevo debe ser blanco como metáfora de la vida que surge de él. Si se alteran los colores, la significación simbólica se pierde”, explica.

En algunos casos, el significado de un número está ligado a una determinada coyuntura social, de modo que, cuando ésta cambia, se debilita su poder emocional. Es el caso, por ejemplo, de uno de los números más icónicos de la magia: hacer aparecer un conejo de una chistera, que hoy es muy raro ver en escena.

“El truco del conejo surge en tiempos de mucho hambre, en los que el conejo era visto, fundamentalmente, como alimento. Y surge de un sombrero de copa, porque era una prenda de vestir asociada con los caballeros, con la gente pudiente”, explica el mago valenciano. Esta significación se ha perdido, al menos en Occidente, lo que explica quizás por qué ha caído en desuso.

Y concluiremos en el mismo lugar en el que empezamos: el uso de los efectos de ilusionismo como instrumentos de poder político. A este respecto, Yunke recuerda un ejemplo reciente. Robert-Houdin, el pionero en llevar la magia a los escenarios, fue utilizado por el Gobierno francés para frenar una revuelta en África en 1850 mediante sus capacidades ilusionistas.

“Lo hizo con un truco basado en los electroimanes, cuyos efectos entonces eran poco conocidos”, explica Yunke. Houdin colocaba un cofre metálico, con sólo una pluma en su interior, sobre el electroimán de modo que, cuando lo accionaba, nadie era capaz de levantar el cofre. “De este modo hizo creer a la gente que tenía el poder para robar la fuerza de las personas”, recuerda.

Es un ejemplo del uso espurio, interesado, de la magia. Este arte, sin embargo, encuentra su finalidad más noble cuando se pone al servicio de nuestra capacidad para la ilusión y nos ayuda a ver, y soñar, más allá de la realidad chata y plana de la existencia.

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