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En la sureña ciudad chilena de Concepción, la «Lavandería 21» se levanta como un ejemplo de inclusión laboral, que da trabajo a 16 personas con Síndrome de Down, quienes desde sus propias características ofrecen un servicio de calidad, dando obra a un principio básico de nuestra Iglesia: «el respeto por la dignidad de toda persona».
En septiembre, se cumplió el octavo aniversario desde la entrada en funcionamiento de esta iniciativa. Se trata de una obra del Arzobispado de Concepción en Chile y única en Latinoamérica, momento que sirvió para celebrar el servicio integral ofrecido a todos los que han pasado por sus instalaciones. Es que además de ser una fuente laboral inclusiva, ayuda a sus trabajadores a desarrollar el desapego, la autonomía y generar condiciones para su integración a otras empresas.
Ocho años y casi una tonelada de ropa
La fundación sin fines de lucro partió lavando y planchando seis kilos de ropa al día. Lo hicieron con máquinas adquiridas gracias a los aportes de privados que impulsaron su puesta en marcha. Hoy se acerca a una tonelada de prendas que han pasado por su servicio durante estos años, que ha crecido y mejorado con la incorporación de nueva tecnología.
Considerando que Chile es el país de la región con la tasa más alta de personas con síndrome de down, uno de cada 300 nacidos vivos presenta esta condición, esta instancia es crucial para este grupo de la población.
«Cuando nosotros partimos ni siquiera existía la ley de inclusión laboral. En Chile no había experiencias que realmente fueran eficaces y sabemos que los grandes postergados son las personas en situación de discapacidad, las empresas están muy al debe en cuanto a cumplir con la Ley, nos gustaría hacer mucho más, pero todavía existen enormes barreras, sin embargo, hemos logrado avanzar con el respaldo que hemos recibido en este tiempo», expresa Maite Otondo, miembro del directorio de la Fundación Lavandería Industrial 21.
En efecto, las cifras dan cuenta que en nuestro país cerca de 2.600.000 personas en edad de trabajar tienen algún tipo de discapacidad, por lo que el impacto de la Ley 21.015 de Inclusión Laboral, que cumplió su cuarto año de vigencia, es fundamental.
Inserción
La normativa incentiva la inclusión de personas con discapacidad al mundo laboral, exigiendo a todas las reparticiones del estado, Fuerzas Armadas, organismos públicos y empresas con 100 trabajadores/as o más, reservar un 1% de su plantilla para personas en esta condición.
«En términos de inclusión nosotros trabajamos empleo con apoyo, asimismo, promovemos que sean contratados por empresas externas, y en ese sentido muchos de los jóvenes han decidido tomar esas ofertas. De los que partieron quedan dos que han preferido seguir con nosotros, los demás se han insertado en otros lugares, lo que es muy positivo», señala Maite.
Un regalo del Señor
Consultada sobre su experiencia de trabajo durante este año y medio en la Lavandería, la administradora del local, Jenny Valenzuela, relata a Aleteia el divino camino que la llevó a formar parte de ella hasta hoy:
«Yo soy catequista inclusiva, con preparación para personas con capacidades disminuidas. Me trasladé a Concepción desde el norte, venía de Iquique y me encontraba viendo qué hacer con mi vida, porque ya tenía que jubilar, cuando empezó la pandemia. Hice varios cursos buscando un nuevo camino y estaba en eso cuando hablé con el Señor y le pedí una guía. Ahí fue cuando me llamaron para una entrevista en el Arzobispado y me ofrecieron el puesto de Administradora de la Lavandería para un reemplazo, lo que acepté de inmediato».
«Este era el regalo que me tenía el Señor para mi vida, trabajar con personas que para mí han sido muy significativas. Es sin duda lo más lindo que me han podido dar, el último trabajo de mi vida, un premio», expresa satisfecha Jenny, quien actualmente tiene bajo su cargo a 16 trabajadores, desde los 25 a los 42 años de edad.
El aporte de cada uno
En la Lavandería 21, cada trabajador tiene distintas características y capacidades que contribuyen al buen servicio que se presta cada día. Sobre esto, su administradora señala:
«Son muy perseverantes, minuciosos y prolijos en su trabajo. Agradezco la capacidad que me ha dado el Señor, para ir conociéndolos y entendiendo su forma de comunicarse. Al inicio fue difícil comprender, pero luego uno se acostumbra al lenguaje»
«Por ejemplo, Mario, uno de los trabajadores que permanece desde el inicio, ha mostrado grandes cambios. Es lo más lindo que he visto, en los primeros días que apareció cuando el aforo permitió su reincorporación, siempre estaba escondido entre las lavadoras industriales y lo encontrábamos moviendo los dedos de sus manos. No nos hablaba y le fuimos enseñando. Ahora tu ves a Mario y él mismo anda buscando trabajo que realizar, habla, pero bajito y sigue tocando sus dedos, porque para él son instrumentos musicales, y toca canciones», prosiguió.
Un gran impacto en sus vidas
«Trabajamos con la familia, nuestra conexión permanente es con ellos, las manifestaciones de alegría, y satisfacción de que sus hijos ingresen al campo laboral son enormes. El trabajo dignifica a la persona, con mayor razón para aquellos que no tienen oportunidades. Se sienten tremendamente considerados y les ayuda a valorarse. El ganar su propio dinero, es indescriptible porque ellos jamás habían comprado ropa por su cuenta, ni menos habían podido invitar a sus padres a un restaurant, cosas que hoy si pueden hacer», comenta Maite.
En tanto, Jenny agrega sobre esto: «El primer impacto es para la familia, que se da cuenta que la sobreprotección no es buena, tienden a cortarle las alas y no permiten que se desarrollen, entonces cuando ven que son autosuficientes, que cambian, aprenden y son capaces de ganar su dinero, es algo muy grande para ellos».
La fe nos permitió seguir de pie
A los pocos días de celebrar su aniversario, la Lavandería sufrió un gran robo, cuyas pérdidas materiales fueron muy significativas. Ante esto, Maite relata:
«Sin duda nos vimos tremendamente afectados, lo que cuesta entender es cómo alguien roba a un trabajo creado para personas con síndrome de down. Apenas nos percatamos, algunos de ellos preguntaron ¿Por qué nos robaron a nosotros, si nosotros trabajamos bien? Seguimos funcionando pese al robo, somos católicos y mantenemos la esperanza, nos pusimos de pie y seguimos».
Sobre este fuerte episodio, la administradora comenta: «Para mí ha sido muy triste porque esta es una fundación sin fines de lucro, aquí el daño es para este grupo de personas, trabajadores, lo que se gana se invierte en capacitarlos, en uniformes, máquinas, todo lo necesario. Esto es un golpe muy fuerte y duele ver cómo se han perdido los valores. Sé que vamos a repuntar, tengo mucha fe».
Un llamado a sumarse y replicar
Sobre el impacto que la Lavandería 21 tiene en sus trabajadores y familias, Maite expresa lo significativo que es para ellos el ir creciendo en lo laboral:
«Nuestro gran objetivo es lograr la inclusión laboral de personas con capacidades diferentes, que tienen el derecho de vivir en una sociedad que los dignifique, que les permita acceder a un trabajo con las mismas condiciones de igualdad que todos, esto no es caridad, es un derecho».
Finalmente, Jenny llamó a los empresarios nacionales a «conocer, prepararse, interiorizarse sobre las enormes cualidades que estos trabajadores tienen». «Espero a que más se sumen y lleven a los jóvenes que están preparados. Se les forma como trabajador, se les califica, se les enseña un oficio, para que se puedan desenvolverse en otras labores y lugares, hay que darles alas y dejar que vuelen», agrega.