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Esta mañana amaneció lloviendo. En días como este pienso en Jesús y en nuestra bella amistad. Y sonrío por sus ocurrencias.
Algunos lo ven como alguien muy serio, pero en realidad tenía muchos sentimientos y los mostraba en público, como hacemos nosotros.
En la Biblia lo vemos rezar muchas veces en lugares solitario, llorar ante Jerusalén y ante la tumba de Lázaro, indignarse, sorprenderse, admirarse, alegrarse, festejar y celebrar una boda…
He aprendido a conocerlo en mis visitas al Sagrario y he descubierto a un Jesús inocente, puro, tierno, al que le nace una gran sonrisa de alegría cuando nos ve cruzar el umbral de la puerta de ese pequeño oratorio donde se encuentra.
A veces, cuando llego y lo encuentro solo, siento que me dice ilusionado:
—Llegaste Claudio.
Y se pone tan feliz al saberse amado, acompañado.
—Aquí estoy Jesús, por ti y para ti.
Es un gran amigo, el mejor de todos
Siempre está dispuesto a perdonar, abrazarnos, llenarnos de gracias y mostrarnos el camino. Por eso cada vez que alguna persona se me acerca a comentarme una situación difícil, o me escribe un lector de Aleteia pidiendo un buen consejo suelo decirles igual, una y otra vez:
1. Busca un buen sacerdote que te oriente y guíe como Director Espiritual. Tienen la sabiduría que dan los años y gracias abundantes, dones del Espíritu Santo.
2. Haz una buena confesión sacramental. Restaura tu amistad con Dios.
3. Visita a Jesús en el Sagrario. Hazle compañía, cuéntale todo y pídele la fortaleza y sabiduría que necesitas para seguir adelante y encontrar una solución a esa situación tan difícil que ahora vives.
4. En los tiempos oscuros y difíciles pide al Espíritu Santo, "suave alivio del alma", el coraje y la convicción de perseverar en la fe.
Diálogos con Jesús
A veces imagino largos diálogos con Jesús, cuando lo visito en el Sagrario. Me gusta mucho hablar con Él. Nada más escribir estas palabras, escucho en mi alma con una fuerza inusitada su dulce voz que me llama. Sientes que Jesús tiene necesidad de nuestro amor y compañía. ¿Te ha pasado alguna vez?
—Claudio, ven a verme.
—Termino de escribir este articulo e iré a verte buen Jesús.
Le hablaré de ti, amable lector.
En cierta ocasión me encontraba en adoración, visitando al Santísimo, y tuvimos este diálogo que jamás he podido olvidar.
Experimentaba su presencia que todo lo inunda y su amor que nos mueve al amor. Y le dije impulsado por este amor suyo:
—Jesús, en ti confío.
Sentí su mirada amorosa atravesando mi alma. Me encontraba ante Aquél que es la verdad y la vida. Él lo sabía todo de mí.
—¿Confías Claudio? ¿De verdad confías?
Me quedé de una pieza. Hice un rápido examen de conciencia, me vi en diferentes situaciones en las que mi confianza fue muy pobre y confiar en Él habría marcado la diferencia… y comprendí.
—La verdad Señor, es que no confío como debiera.
Inmediatamente le dije:
—Quiero confiar en ti. Ayúdame.
¿Confías en Jesús?
Me di cuenta de cuán diferentes serían nuestras vidas si tan solo confiáramos un poquito más. Viviríamos sin tantos temores ni estrés ni angustias, sabiendo que Jesús nos cuida y estamos en buenas manos.
Te invito a repetir conmigo en voz alta esta hermosa jaculatoria:
Jesús, yo confío en ti. Jesús, en ti confío.
¿Puedo pedirte un favor amable lector? Cuando vayas a verlo en el Sagrario dile: “Claudio te manda saludos”.
¿Te gustaría compartir con nosotros tus vivencias con Jesús? Te dejo mi email personal: cv2decastro@hotmail.com
¡Ánimo! ¡Dios te ama!