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Una rotura en el Oleoducto Norperuano, el pasado 16 de septiembre, generó un gran impacto en el río Cuninico, en la región amazónica peruana de Loreto (noreste). Según se informó, unos 2.500 de barriles de petróleo terminaron afectando a decenas de comunidades indígenas, daño que derivó en la declaración del estado de emergencia por 90 días en el área afectada por el derrame.
Esta situación, en una zona donde se practica la «pesca artesanal» y región que fue fuertemente afectada por la pandemia del coronavirus, llevó a una reflexión de monseñor Miguel Ángel Cadenas, quien tomó posesión del Vicariato Apostólico de Iquitos en julio de 2021.
Es que Cadenas, obispo español nacido en León el 21 de octubre de 1965 y religioso agustino, conoce muy bien lo que significan los efectos de este tipo de dramas como el derrame de crudo, puesto que se trasladó en la década del 90 a Perú para cumplir su misión.
A continuación la entrevista en Aleteia con un obispo de la Amazonía, zona de la «casa común» (Laudato Sí) inmersa en el corazón del papa Francisco.
–El estado peruano declaró la emergencia en algunas zonas de la Amazonía por el derrame de petróleo. ¿Cómo están viviendo toda esta situación en Loreto?
Contrasta la angustia y rabia que se vive en las comunidades afectadas en el río Marañón con la total apatía e indiferencia en lquitos y Lima. Han pasado más de 10 días y las comunidades siguen sin agua y alimentos, pero no parece preocupar en la ciudad, ni al gobierno. Por otro lado, la declaratoria de emergencia viene sin presupuesto asignado. El derrame del 16 de setiembre de 2022 sucedió en el mismo lugar que otro derrame de iguales características en 2014. Todavía no se han implementado todas las resoluciones judiciales ganadas y viene este nuevo derrame. El impacto es brutal.
El impacto es brutal
–¿Cómo están las comunidades por ahí luego de esto?
Las comunidades están muy molestas. Están acumulando rabia y en cualquier momento puede estallar. El Estado no reacciona. La indiferencia es mala compañera.
–El tema de los derrames de petróleos son recurrentes en Perú, ¿hay manera de ponerle freno a esto?
Sí, por supuesto, pero hay que gastar dinero. No es aceptable que sean las comunidades las que tengan que avisar a las autoridades de un derrame. Se necesitan, al menos, cuatro cosas. Primero, mantenimiento del Oleoducto Norperuano. Es un oleoducto que ya cumplió su tiempo de vida y permanece en mal estado. Segundo, un sistema de alerta y vigilancia temprano: en otros lugares se está haciendo con Inteligencia Artificial y Vigilancia Satelital. Tercero, cumplimiento de las sentencias judiciales ganadas. Cuarto, voluntad política para resolver los problemas de fondo. El contexto debería ser una apuesta decidida por la transición energética (Laudato Si, n° 165. 180; Discurso del Papa Francisco a los participantes en la ‘Conferencia Transición Energética y cuidado de nuestra casa común’, 9 de junio de 2018; Documento final Sínodo amazónico, n° 70).
No es aceptable que sean las comunidades las que tengan que avisar a las autoridades de un derrame
–¿Cuál es el aporte que se puede ofrecer como Iglesia ante este drama?
El aporte de la Iglesia es inmenso. Los agentes pastorales de la parroquia Santa Rita de Castilla llevan décadas liderando, junto con otras personas, este proceso de resistencia a los derrames petroleros. Líderes como Galo Vásquez, presidente de FEDEPCUM (Federación de los Pueblos Cocamas Unidos del Marañón) y Julio Arirua son Promotores de Salud preparados por décadas en la Iglesia. César Mozombite, Elías Pérez y Ángel Díaz son animadores cristianos. Mariluz Canaquiri y Flor de María Parana son agentes pastorales. Todos forman parte de la parroquia Santa Rita de Castilla. Es cierto que también hay otros líderes, pero no se puede entender la resistencia en el Marañón sin la presencia de la Iglesia. Y, en concreto, de estos líderes católicos.
Pero la Iglesia debe hacer más. Los católicos de la ciudad de Iquitos continúan indiferentes al drama de los derrames. Falta trabajo de toma de conciencia. Y a nivel nacional existe un olvido sistemático de la Amazonía.
Pero la Iglesia debe hacer más. Los católicos de la ciudad de Iquitos continúan indiferentes al drama de los derrames
– Hace poco fue publicado un duro mensaje suyo en la web de la Iglesia de Perú donde hizo referencia al concepto de «zona de sacrificio», ¿podría ampliar un poco más esto?
«Zona de sacrificio» es un concepto utilizado por la ecología política con, al menos, tres características básicas: primero, daño medioambiental; segundo, falta de inversión económica; tercero, comunidades con bajos ingresos y racializados (pueblos indígenas). Sacrificio es un término religioso, por tanto, los cristianos tendremos algo que decir. Aunque la muerte de Jesús fue interpretada muy tempranamente como una muerte sacrificial, no es la única interpretación ni la más importante en el Nuevo Testamento. La interpretación de la eucaristía como sacrificio tampoco es la única, ni la más primigenia, ni la más importante. En la carta a los Hebreos se nos indica que el único sacrificio es Cristo (7, 27), de una vez para siempre. Necesitamos un trabajo de purificación y profundización de nuestra fe en un mundo donde se imponen «zonas de sacrificio».
–La pandemia golpeó de manera muy dura a Loreto, ¿cómo han sido estos últimos meses, hay señales de recuperación?
Ciertamente la pandemia nos golpeó muy duro. Pero no parece que hayamos aprendido mucho. Durante la pandemia se intensificó la deforestación y la corrupción. Ahora estamos abocados a un problema serio de inseguridad alimentaria porque muchos de los alimentos llegan a Iquitos desde la ciudad de Lima. Lima es el principal mercado de los productos agrarios del país pero, con la subida de los fertilizantes, los campesinos han sembrado menos. Esto nos convierte en una zona más frágil todavía. Si sumamos el alza de precios tenemos un sector importante de la población con muchas dificultades para llegar a fin de mes.
Por otro lado, este año, en Iquitos, ha surgido un movimiento que niega la existencia de los PIACI (Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial). Lo que está en juego son sus ‘recursos naturales’ (los cristianos los denominamos ‘bienes de la creación’). Esto conlleva su exterminio. Con la explotación de recursos en estos territorios PIACI es probable que salten nuevos virus a la humanidad. Algunos investigadores señalan que el próximo virus puede saltar de la Amazonía si continuamos fragmentando los ecosistemas. La descomposición política que vive Perú, por décadas, tampoco ayuda a resolver las dificultades.
No todo es negativo, la resiliencia de las poblaciones amazónicas es proverbial. Acompañar y apuntalar esta resiliencia también es tarea de la Iglesia. Entre otras cosas, la fe cristiana y el bagaje cultural propio de cada etnia apuntalan esta resiliencia.
el próximo virus puede saltar de la Amazonía