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A mi esposa, que apenas rebasa los sesenta años, se le acaba de diagnosticar Alzhéimer, hasta ahora una enfermedad incurable y progresiva, que irá minando sus facultades mentales hasta desconectarse del mundo, y finalmente morir – contaba muy triste en consulta tanatológica un señor de edad madura.
Hubiera querido ser yo, y no ella, quien padeciera tan dura enfermedad, y ser el primero en partir – agrego muy apesadumbrado.
– Si hubiera sido usted el enfermo, ¿qué habría sido de su esposa? – le pregunte considerando una probable respuesta.
– ¡Oh, habría sufrido muchísimo, hasta lo indecible! Y… ahora que lo pregunta, me consuela saber que no será así, que seré yo el que sufra, y no ella. En verdad, no lo había visto así.
Sin embargo, no termino por aceptar la cruz de verla padecer una enfermedad que la arrebatara sus años dorados.
Esta incapacidad, ella la conoce, y, por ello, me ha dicho que las personas tenemos algo que viene de Dios, y refleja lo que es Dios, y que, cuando su enfermedad avance, no lo debo de olvidar.
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– Comprendo su aflicción, más le propongo considerar que, lo que su esposa le quiere decir, es que, si bien su conciencia ya no podrá manifestarse, ella conservará su inteligencia y voluntad ocultas e intocables, para presentarse como la persona que es, y será, ante la presencia de Dios.
Que, en lo más duro de su enfermedad, su alma en plenitud seguirá con ella, y que, al morir, partirá a encontrarse con un amor personal, que le dará la vida eterna y una felicidad difícil de comprender desde la tierra.
¿El alma sigue estando presente?
– La verdad es que yo, las palabras: alma o espíritu, no las termino de comprender.
– Bueno, la palabra alma tiene dos formas de interpretarse, y ambas corresponden a la realidad de la persona.
En la primera, es como un principio que anima, que da vida, y que, al dejar de operar, la persona muere físicamente, lo que significa que la parte corporal de la persona, está en el tiempo.
La segunda, corresponde al ser espiritual de la persona, que no está en el tiempo, y, por lo tanto, no muere, pues está hecha por Dios para la eternidad, a eso se refiere su esposa cuando dice que, en su naturaleza personal, hay algo que viene de Dios, y refleja lo que es Dios.
El alma encierra muchos misterios, sobre lo que son nuestras aspiraciones humanas más profundas,;y, sobre todo, de nuestras nostalgias de plenitud, y ansias de salvación, mismas que han de encontrar una luminosa respuesta, cuando hayamos dejado este mundo.
– Sí, me consta que mi esposa que es de una gran fe, siempre ha vivido más atenta de su espíritu que de lo solo corporal; y, pienso, que eso explica que no le teme, ni al sufrimiento, ni a partir de este mundo.
También me ha dicho que jamás dejara de amarme, y seguro estoy de que yo haré lo mismo.
Sobre ello, ella afirma que el amor a las personas, más allá de la muerte, es una aspiración del espíritu humano que Dios hace posible. Que eso explica, que todo amor humano encierra un deseo de eternidad, por lo que amar, es decir: "no morirás jamás".
– Entonces, siguiendo los argumentos de fe de su esposa ¿qué puede concluir acerca de la forma en que asumirá su enfermedad?
– Que ya desde ahora, debo aprender a sentirme muy reconfortado, confiando plenamente en Dios, tal como ella lo hace. Que, de Él, no puede venir nada malo.
Y que, por el bien de mi alma, me esforzaré por aceptar la cruz, con ese esperanzador sentido.
Por Orfa Astorga de Lira
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