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Niños que cursan el catecismo de la parroquia de Santo Tomás Moro en Tulsa (Oklahoma, Estados Unidos) realizaron miniofrendas a sus difuntos que son familiares directos de ellos para honrarlos y ponerlos en las intenciones de la Santa Misa a realizarse el 2 de noviembre en la misma parroquia.
Guiados por sus catequistas y con sus pequeñas manos, pusieron su creatividad para mostrar la inculturación de la fe católica en las raíces mexicanas. Así crearon hermosas ofrendas al más puro estilo tradicional.
Su sentido católico
Saben que esto es un homenaje a sus seres queridos ya fallecidos y que tienen que orar por ellos para que pronto lleguen al cielo por medio de los sufragios que marca la Iglesia católica como son las Santas Misas por el ya fallecido o el rezo del santo rosario, entre otras prácticas.
Ellos saben -porque así se lo han enseñado sus catequistas- que sus seres queridos no vienen, no bajan, no los visitan. Estas ofrendas más bien son el cariño que ellos sienten por sus seres que aman y extrañan y los ponen en las manos de Dios.
Las miniofrendas son tan hermosas, tan creativas, que demuestran el amor por sus seres queridos fallecidos, entre tíos, abuelitos, hermanos y otros familiares más.
Los niños saben que la misericordia de Dios y la intercesión de la Santísima Virgen María, puede liberarlos del purgatorio y llegar a la Gloria Eterna, a la Luz Perpetua.
Hay que aclarar que las calaveras que pueden aparecer, no es en ningún momento con la intención de darle devoción a la mal llamada santa muerte. En realidad es un adorno, como las tradicionales flores y el papel picado que son parte de la tradición prehispánica que aún perdura en las raíces y en las costumbres de los mexicanos y centroamericanos, pero los altares y ofrendas tiene como centro a Dios Resucitado y su misericordia.
Algunas de las miniofrendas o minialtares incluyen algo que les hubiera gustado a sus difuntos: algún detalle, objetos que guardan relación con ellos... Son un homenaje. Algunos incluyen sus fotos. Y otros más se centran en algún santo. La Iglesia nunca ha condenado este tipo de prácticas ya que las consideran religiosidad popular.