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No, no se trata de visitar un museo. El Convento Santa María del Real de Toledo, al abrir sus puertas de par en par, ofrece algo totalmente inédito. Ahora es posible penetrar en esos muros que durante setecientos años preservaron la clausura de monjas descendientes de santa Clara de Asís, fundadora – junto a san Francisco – de las monjas clarisas franciscanas.
Si usted no tiene la suerte de poder trasladarse a la «ciudad imperial», no se preocupe, de nuestra mano le permitiremos disfrutar de un tour virtual en el que podrá descubrir no solo el arte, sino también la fe y la espiritualidad que durante siete siglos han irradiado estas mujeres que han dedicado su vida a la contemplación de Dios.
La experiencia de descubrir la clausura
La idea de abrir de par en par las puertas de uno de los conventos franciscanos más históricos de España, e incluso de Europa, surgió espontáneamente, cuando su exigua comunidad de monjas decidió unirse a otra comunidad de clarisas franciscanas de Toledo, las hermanas de Madridejos, para optimizar espacio y recursos, ante la disminución de las vocaciones.
Las monjas podrían haber vendido el convento. Empresas hoteleras hubieran saltado sobre la oportunidad para abrir un hotel de lujo histórico. Otra posibilidad, hubiera sido deshacerse de esta responsabilidad, y cederlo a las autoridades locales para que lo convirtieran en museo.
Las hermanas, sin embargo, han sido valientes y han decidido mantener su presencia para que la visita a este lugar no sea simplemente una experiencia histórica y artística, sino que se pueda convertir también en una vivencia espiritual para sus visitantes.
Una comunidad que se remonta a Santa Clara de Asís
Pero hagamos un poco de historia. Las monjas clarisas franciscanas llegaron a Toledo en vida de su fundadora, santa Clara de Asís (1194-1253).
Tras años de presencia en la ciudad, surgió el proyecto de fundación del actual convento. Documentos históricos testimonian que comenzó a gestarse en torno al año 1340, por voluntad de una dama de la nobleza toledana, María Meléndez; ésta pertenecía una familia mozárabe.
El 27 de junio de 1371, el papa Gregorio XI promulgó en Aviñón la bula Piis devotorum, por la que autorizaba a María Meléndez a fundar el convento de monjas clarisas; estableciendo que debería dotarle de todo lo necesario para que en él pudieran vivir treinta religiosas.
En esas fechas, Inés Enríquez y su hermana Isabel, que eran hijas ilegítimas del rey Enrique II de Castilla, profesaron como religiosas en este convento; que ya era uno de los más destacados de la ciudad. Por ese motivo, desde 1372 el convento comenzó a llamarse de «Santa Clara la Real».
El hogar de las clarisas
La visita al convento comienza por un portón típico de los palacios toledanos del siglo XIV. Dentro, la clausura se organiza alrededor de dos patios o claustros, el del Naranjo y el de Los Laureles. En torno a ellos se articulan las principales estancias conventuales: la iglesia y el coro, la Sala Capitular, la Sala de Profundis... Junto a otras de uso cotidiano.
El visitante puede, además, contemplar importantes muestras de arte mudéjar (el estilo artístico de los reinos cristianos de la península ibérica de esa época; que incorporaba influencias de estilo hispano-musulmán), así como pinturas, esculturas y orfebrería de incalculable valor.
La belleza de ambos claustros, lugares entonces cerrados a los ajenos al convento, pero abiertos a la bóveda celeste, nos permite sumergirnos en la vida de comunidad que durante siete siglos vivieron en este lugar las sucesoras de santa Clara de Asís.
Por el Claustro del Naranjo se puede acceder a la Sala Capitular, que corresponde con la antigua casa islámica del alfaquí (doctor en la ley musulmana) Hamete Xarrafi, adquirida por el monasterio en 1395, como recoge la documentación conventual.
En la Sala Capitular se reúne la comunidad de monjas para hacer el Capítulo, es decir, recordar las escrituras, la regla de Santa Clara de Asís y discernir sobre asuntos concernientes al monasterio.
Junto a la Sala Capitular, con un techo de espectacular decoración en estilo gótico-mudéjar, se encuentra una segunda estancia, en la que se ha instalado una selección de la colección histórica de Niños Jesús, propiedad del convento.
La iglesia es el corazón del convento. Se comenzó a construir entre finales del siglo XIV y principios del XV. Su planta resulta muy original debido a que está constituida por dos naves rectangulares gemelas y paralelas, pero de desigual altura, comunicadas por un arco apuntado.
Esta iglesia ha sido testigo durante 700 años de los momentos más importantes de las monjas clarisas: en ella han hecho su profesión religiosa, consagrando totalmente su vida a Dios; en ella se han congregado para participar diariamente en la santa misa; en ella se ha celebrado de cuerpo presente la Eucaristía en sus funerales.
El coro se sitúa a los pies del templo y separado de este por las características rejas de clausura. Desde aquí se elevaron durante siglos las oraciones y los cantos de las monjas.
Por último podemos visitar la Sala de Profundis, lugar en el que las religiosas se reunían para rezar por los difuntos. Entre otras cosas, se puede admirar una antigua copia del célebre cuadro del Entierro de Cristo de Tiziano, conservado en el Museo del Prado). Como se puede apreciar por la foto sucesiva, tiene una decoración muy original, marcada por influencias islámicas.
Las religiosas explican que el convento puede visitarse los sábados o, si se prefiere en otro día de la semana, estableciendo una cita previa, llamando por teléfono a los números aquí indicados o rellenando este formulario http://www.santaclaratoledo.es/#formulario
Al abrir el convento, reconocen las clarisas, se pretende «mantener viva la imagen de santa Clara y san Francisco, a través de una joya histórica, que es este convento». De este modo, la comunidad se pone «al servicio de la belleza y del arte, de la cultura y de la fe».
¿Un milagro?
Las monjas clarisas no ocultan su deseo más profundo. Rezan por un pequeño o gran milagro: «ofrecemos este precioso monasterio a hermanas clarisas que deseen hacer una fundación en él», afirman.
Por tanto, es posible que este convento, en un futuro, pueda acoger nuevamente a hijas de santa Clara, en caso de que mujeres quieran consagrar su vida a Dios en estos muros, en comunidad, dando nueva vida a los siete siglos de presencia franciscana que custodia este lugar.