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Durante mucho tiempo, a la compositora italiana Maddalena Casulana se la reconoció como la primera mujer en publicar su obra en Europa. Cierto es que la publicación de un volumen exclusivo de todas sus composiciones en 1566 fue algo único en su tiempo. Pero escasos nueve años antes, en una compilación musical publicada en Alcalá de Henares, aparecía el nombre de otra mujer.
"Gracia Baptista, monja". Así presentaba en su obra, el Libro de cifra nueva para tecla, arpa y vihuela, Luis Venegas de Henestrosa. Este era un ilustre compositor del Siglo de Oro quien, además de crear su propia obra musical, dedicó parte de su vida a recopilar y honrar la obra de otros grandes músicos de su tiempo.
La obra de Venegas, publicada en 1557, incluía nombres de reputados compositores de su tiempo, entre ellos, el gran compositor ciego Antonio de Cabezón, músicos de gran renombre tanto de España como del resto de Europa y miembros de algunas de las mejores capillas reales del momento. Todos hombres. Excepto Gracia Baptista.
Es un gran misterio el hecho de que Venegas incluyera a esta mujer que, a buen seguro no era una persona conocida en su tiempo, pues mientras a los demás compositores no los citaba más que por su nombre, junto al de ella apuntó que era monja.
Gracia no fue una excepción en el mundo medieval y renacentista. Entre los miles de conventos femeninos que se fundaron en la Vieja Europa, muchísimas mujeres dedicaron su vida religiosa a la oración y desarrollaron algún talento artístico. Iluminadoras, escritoras, científicas, como Hildegarda de Bingen o Herrada de Landsberg . Y, por supuesto, compositoras.
Además de la propia Hildegarda, conocemos otros nombres en el ámbito de la música religiosa, como Kassia, que vivió en el principio de la época medieval, en el siglo IX.
Además del puñado de nombres propios que llegaron hasta nuestros días, junto con sus hermosas obras, fueron muchas más las que ensalzaron su amor a Dios a través de las teclas de un órgano u otro instrumento musical. Sobre todo en las clausuras, las mujeres tocaban en las celebraciones religiosas y muchas desarrollaron un amplio talento musical. Es más que probable que, además de interpretar, compusieras sus propias obras, hoy desaparecidas o esperando pacientes a ser descubiertas.
La obra de Gracia Baptista podría ser una de las pocas piezas publicadas que se conservan de una compositora española en aquellos siglos renacentistas. Su composición lleva por título Conditor alme y es una pieza polifónica, compuesta para tres voces, la primera de este tipo que se atribuye a una mujer en España y en Europa. Es una versión del himno de Adviento Conditor alme siderum, aeterna lux credentium, una obra atribuida a San Ambrosio.
De la persona de Gracia Baptista no conocemos nada. Sus fechas de nacimiento y muerte, sus orígenes, en qué convento vivió y desarrolló su talento artístico... nada. Solamente algunos estudiosos apuntan que podría haber tenido sus orígenes en Ávila. La vinculación de Luis Venegas con la Iglesia podría dar una pista de su interés por la obra de Gracia. Además de clérigo, Venegas fue durante un tiempo miembro del séquito del cardenal Tavera, por lo que es probable que en algún momento de su vida conociera personalmente a la monja compositora o, simplemente, en sus círculos religiosos, llegara a saber de su talento musical. Sea cual sea el origen de su interés, lo cierto es que, gracias a este destacado mecenas, sabemos de la existencia de Gracia Baptista y de su hermosa pieza polifónica.