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“Mansfield Park” o la formación del carácter

mansfield park

El clásico de Jane Austen

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Manuel Ballester - publicado el 27/12/22
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Un clásico de Jane Austen que vale la pena releer

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Siempre hay alguien que está en mejor situación que nosotros. Da igual que hablemos de talento, dinero, posición social o cultura.

Y eso le ocurre a Fanny Price, la pariente pobre de los Bertram en la novela Mansfield Park (1814) de Jane Austen (1775-1817).

Fanny es caritativamente adoptada por los Bertram para proporcionarle un estatus y una educación que sus padres no pueden permitirse. Vive así con su tía (con un carácter muy similar al de su madre) y su tío (con un carácter muy distinto al de su padre que, por eso mismo, genera un entorno familiar muy diferente). El cuadro familiar se completa con dos primas y dos primos, frecuentemente visitados por tía Norris (hermana de la madre y tía de Fanny pero con un carácter muy distinto al de sus hermanas).

Fanny valora la oportunidad que sus tíos le proporcionan. Se siente agradecida pero siente también que todo («su situación… su necedad, su torpeza») hace que «nunca podrá tener importancia para nadie».

Es la pariente pobre objeto de la caridad. Su posición inferior permite a los demás tratarla como ellos deseen (bien o mal). Fanny es, es verdad, la pariente pobre pero hacérselo sentir y hacerla sufrir por ello es una verdadera mezquindad de la que algunos hacen gala. En ese sentido, Fanny es develadora de espíritus: en función de cómo deciden tratarla descubrimos cómo es cada uno; en sus acciones se muestra el interesado, el descuidado, el egoísta, el afectuoso; en fin, cada cual descubre lo que es al tratar con quien nada puede reclamar.

La vanidad y el escándalo

Gracias a la posición de Fanny, Austen nos muestra un mundo donde cabe todo. Hay personas cuyo universo es una «bulliciosa sucesión de naderías», con gente «tan entusiasta de sus diversiones como para cerrar los ojos a la verdad», que «había aprendido a pensar que nada importa salvo el dinero».

Y hay gente así y mundos así, mundos en los que «un clérigo no es nadie». Porque entre los personajes centrales Austen sitúa un clérigo que vive en ese ambiente, con esa familia y amigos pero lo mira desde una perspectiva profunda y es consciente del atractivo de las naderías. Lo expresa así: «Son los hábitos de la opulencia los que temo». Juzga y es juzgado; y tentado también, claro.

En una familia amplia no podía faltar un escándalo. La transgresión corre por cuenta de un individuo pero afecta a toda la familia, del mismo modo que el comportamiento digno de uno solo reporta honor a la familia. Es verdad que, en cierto sentido, somos individuos aislados pero no es menos real nuestra condición de miembros de una familia.

Hay quien se duele de la falta y hay quien se lamenta de la falta de astucia que ha permitido que la falta haya sido conocida. El escándalo también es develador de espíritus. El distinto modo de enfocarlo por parte de unos enamorados pone de manifiesto que viven en mundos distintos y eso es una dificultad con la que hay que contar… para dejar que el amor prospere, cambiando actitudes, o detener una historia que acabaría mal, como tantas.

La verdadera superioridad

Siempre hay alguien que está en mejor situación que nosotros. Y siempre hay gente que está en peor situación que nosotros. Da igual que hablemos de talento, dinero, posición social o cultura.

La encantadora Fanny era, recordémoslo, la pariente pobre que ha vivido de prestado en el mundo de sus primos. Ha forjado su sensibilidad, su cultura, su visión del mundo, en contacto con gente cuyos medios eran superiores.

Cuando vuelve con sus padres y sus hermanos no es ya la pariente pobre sino todo lo contrario. Ahí Fanny se hace consciente de que su nueva situación, sus modales, sus intereses, su visión del mundo, la ponen en una posición superior, en condiciones de humillar (voluntaria o inconscientemente) a su familia. Y eso develará también su espíritu, claro.

El diverso carácter de los personajes, las distintas posibilidades que se les abren, las concretas decisiones que adoptan. Todo eso queda brillantemente enfocado por la maestría de Austen en una obra de la que cabe afirmar que merece lo que las grandes obras: sucesivas relecturas.

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