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Cuenta la tradición cristiana que, tras el nacimiento del Niño, en su huida a Egipto, la Sagrada Familia tuvo que hacer constantes paradas para cuidar del recién nacido. Muy cerca de la Basílica de la Natividad se encuentra uno de aquellos lugares en los que María alimentó al pequeño con su leche. Unas gotas se derramaron y el lugar pasó a la historia como la Gruta de la Leche.
Esta imagen de la Virgen amamantando a Jesús se ha reproducido muchas veces a lo largo de la historia en forma de frescos, manuscritos, tablas, lienzos o esculturas.
Las primeras representaciones
En las catacumbas romanas de Priscila se conservan las representaciones más antiguas de la Virgen de la Leche. En una de ellas, aparece María, Jesúso y el profeta Balaam, señalando con el dedo una estrella. Este gesto podría hacer referencia al texto bíblico de Números 24, 15-17: “Oráculo de Balaam, álzase de Jacob una estrella, surge de Israel un cetro”. En las mismas catacumbas, existen otros frescos con la misma escena.
Galaktotrophoussa
En el esplendor de Bizancio, los cristianos de Oriente popularizaron la imagen de la Galaktotrophoussa. Esta denominación proviene del griego “Gala”, que significa leche, y “trophein”, que viene a significar algo así como nutrir o alimentar.
Esta tradición de representar en forma de icono a la Virgen de la Leche se ha mantenido hasta nuestros días en muchas imágenes ortodoxas.
Nuestra señora de la leche
La Edad Media vivió el apogeo de la adoración a la Virgen María. Infinidad de iglesias se erigieron a lo largo y ancho del Viejo Continente en honor a Nuestra Señora. Su representación como madre de Jesús dándole el pecho al Niño apareció en aquellos siglos en muchos lugares, desde pequeños formatos, en los libros de horas, hasta grandes tablas reservadas para altares o capillas.
En el Salterio de Amesbury de mediados del siglo XIII, custodiado en Oxford, aparece una hermosa miniatura en tonos azules de la Virgen de la leche.
En estilo gótico encontramos distintos ejemplos, como la hermosa tabla gótica que Ambrogio Lorenzetti (1285–1348) que se conserva en la Pinacoteca Nacional de Siena. Bernabé de Módena (1328-1386), Jacobello del Fiore (1370 - 1439) o Lorenzo Zaragoza (1363-1406) realizaron varias tablas recreando a la Virgen de la Leche.
El pintor belga Hans Memling (1433-1494) realizó también distintas recreaciones de la Virgen de la Leche a lo largo de su carrera.
Vírgenes renacentistas
Los grandes genios del Renacimiento no se olvidaron de dar su propia imagen de la Virgen de la Leche, también conocida como Virgo Lactans.
Leonardo da Vinci (1452-1519) hizo varias representaciones del tema. Una de 1510, que se conserva en la National Gallery de Londres o la más conocida, “Madonna Litta”, que se encuentra en el Museo del Hermitage de San Petersburgo. Esta Virgen recibió el nombre de los Litta, la familia noble de Milán a la que habría pertenecido la obra durante siglos hasta que fue adquirida en el siglo XIX por el zar Alejandro II.
Conocido como “Retablo de Bardi”, esta hermosa tabla de Sandro Botticelli (1444-1510) muestra a la Virgen de la Leche custodiada a ambos lados por Juan el Bautista y Juan Evangelista. El retablo fue un encargo de Giovanni d'Agnolo de Bardi, un banquero florentino, para su capilla familiar en la iglesia del Santo Espíritu de la ciudad del Arno.
Fue en la última etapa de su larga carrera que Tiziano (1477-1576) realizó una sobria Virgen dando el pecho a Jesús en una sencilla escena intimista.
Entre los pintores flamencos de la época renacentista, destaca Joos van Cleve (1485 -1541) quien realizó varias pinturas de la Virgen, no solo él sino también artistas de su círculo. Roger van der Weyden (1400-1464) también hizo hasta cinco representaciones distintas de la Virgen de la Leche.
Alberto Durero (1471–1528) el artista alemán más famoso del Renacimiento, utilizó esta temática para realizar algunos de sus más bellas obras. Una se encuentra en el Kunsthistorisches de Viena y otra en la National Gallery de Londres.
En un estilo típicamente manierista, El Greco (1541-1614) realizó su famosa “Sagrada Familia con Santa Ana”, conservada en el Hospital de Tavera de Toledo. En ella, no solo aparece María y el Niño, ambos están abrazados por el calor de San José y Santa Ana.
Vírgenes en claroscuros
En el Barroco se experimentó una amplia producción artística religiosa con el fin de avalar la Contrarreforma católica. Escenas bíblicas, personajes de la Historia Sagrada y, por supuesto, la recreación de la Virgen de la Leche.
Una de las pocas mujeres con nombre propio del arte barroco, Artemisia Gentileschi (1593-1656), tuvo en la historia del cristianismo una importante fuente de inspiración. Hasta en dos ocasiones convirtió a la Virgen María en una poderosa madre abrazando a su hijo mientras lo alimenta. En una de esas ocasiones, es probable que Artemisia reflejara su propio amor maternal por una madre desaparecida cuando ella era una niña.
Otra mujer, la escultora española Luisa Roldán (1652-1706), supo igualmente plasmar la fuerza del amor maternal en distintas piezas, todas impecablemente modeladas.
“Descanso en la Huida a Egipto” es el título que eligió Francisco de Zurbarán (1598-1664) para un lienzo en el que toda la Sagrada Familia aparece representada. En una escena íntima, San José observa con ternura cómo su esposa da el pecho al Niño. No fue la única vez que representó a la Virgen de la Leche. Existe una imagen que se conserva en Moscú donde se muestra todo el talento del genio español.
Pedro Pablo Rubens (1577-1640) hizo una María Lactans siguiendo su propio estilo de mujeres robustas. Fechada a principios del siglo XVII, la luz ilumina con fuerza el cuerpecito del Niño y el pecho con el que le alimenta María.
En una escena que parecía el interior de una casa barroca, Rembrandt van Rijn (1606 – 1669) puso en la piel de una familia de su tiempo la escena sagrada. Imagen que repitió en varios lienzos.