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"El paganismo ‘renace’ en Egipto impulsado por los retiros espirituales". Este titular reciente encabezaba una crónica de la agencia Efe, mostrando lo que cada vez está más claro. En la mayoría de las ocasiones, los grupos y "maestros espirituales" que aseguran ser depositarios de una sabiduría o de una técnica milenaria no son más que hábiles personajes del entorno de la Nueva Era (New Age). Han tomado elementos sueltos de alguna religión o cultura antigua para inventarse su propia enseñanza (o legitimar la que ya tenían).
La reciente publicación de Efe informaba de cómo crece el turismo de grupos que acuden a los restos arqueológicos del antiguo Egipto para meditar y reflexionar con himnos que suponen la adoración a los dioses de aquella civilización: Amón, Ra, Horus, Isis, Osiris… Estos retiros, según su publicidad, hará que los participantes puedan ser "testigos de los milagros y poderes de los antiguos".
Egipto, la Grecia clásica… ¡y hasta la prehistoria!
Aunque pueda parecer extraño, es algo cada vez más habitual si tomamos una perspectiva global. Si hay otra religión de la Antigüedad sobradamente conocida es la griega, cuya mitología ha sido fundamental en la historia y la cultura de Occidente.
Y resulta que también hay una versión contemporánea del antiguo culto helénico: el "dodecateísmo", es decir, la creencia en los 12 dioses principales del Olimpo. Aunque, en este caso, para muchos de sus creyentes, esas deidades no serían más que la representación simbólica de valores y fuerzas de la naturaleza.
La imaginación de algunos va mucho más allá, y se atreven a presentarse como los herederos de la espiritualidad de la Prehistoria. Recientemente, un espacio cultural que regentan los Dominicos en Madrid fue el escenario de una conferencia sobre "el método de meditación intuitiva Arka Dhyana".
Su gurú, Tina Lindhard, asegura conocer "cómo contactar con nuestro Ser interior a través de nuestros corazones y así obtener una guía intuitiva en nuestras vidas". Se basa supuestamente en los conocimientos del ser humano prehistórico.
Cuando el "neo" aporta demasiada novedad
Algo semejante podemos observar en la Wicca, que es la versión más extendida del neopaganismo contemporáneo, en su línea de brujería. Aunque sus practicantes se presentan como una continuidad lineal con algunos cultos precristianos anglosajones, lo cierto es que su inicio está a mediados del siglo XX, con la figura de Gerald B. Gardner.
Como explica Vicente Jara, investigador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), no hay ninguna prueba de la existencia de los cultos que practican los adeptos de la Wicca anterior a la década de 1930. Frente a lo que dicen al exponer sus doctrinas y prácticas, "no ha habido ninguna continuidad de prácticas ocultistas, brujeriles o paganas durante tanto tiempo de manera establecida, coordinada y lineal".
Lo mismo con la otra gran vertiente del neopaganismo que conocemos como "neochamanismo", sobre todo en lo relativo a la supuesta recuperación de las espiritualidades de los pueblos indígenas iberoamericanos previas a la evangelización del continente.
Sustancias tóxicas
En este contexto, multitud de gurús, a un lado y otro del océano Atlántico, se autodenominan chamanes, "taitas" o facilitadores de experiencias sobrenaturales de origen ancestral.
Este fenómeno está cobrando más importancia en la actualidad, cuando vamos conociendo la gran cantidad de grupos que ofrecen retiros y talleres. Éstos incluyen el consumo de diversas sustancias alucinógenas de origen natural, ya sea vegetal (la ayahuasca, sobre todo, y el peyote) o animal (con venenos de anfibios como el Bufo alvarius y el kambó).
Aparte de los riesgos para la salud que supone la ingesta de estas sustancias, y muy especialmente para la salud mental –hasta llegar a la muerte de algunos de sus "practicantes". Así lo muestra el blog que publica un grupo de españoles afectados–, normalmente se llevan a cabo dinámicas de tipo sectario.
Algunas operaciones policiales recientes en España lo ponen de manifiesto (véanse aquí un ejemplo y otro).
Poca seriedad, mucho negocio… y sectas
El reclamo de lo antiguo, de lo ancestral, de lo originario… es muy atractivo. Y es algo que encuentra un fácil acomodo en la llamada Nueva Era (New Age). Pretende ofrecer al ser humano contemporáneo una espiritualidad "auténtica", válida para todos. Sin los añadidos nocivos que supondrían las religiones históricas (especialmente el cristianismo, claro).
Como ya se ha dicho, en la mayor parte de los casos, las referencias a cuestiones del pasado (creencias, divinidades, prácticas espirituales, etc.) sobrepasan con mucho lo que conocemos a través de la investigación histórica y arqueológica.
Los gurús de los movimientos neopaganos hacen una hábil labor de invención y recreación sobre la base, en ocasiones, de nombres de dioses y textos antiguos. Debemos recordar que muchas de estas religiones desaparecieron.
¿Son los continuadores o los herederos de aquellos cultos ancestrales? En algunos casos de neochamanismo, es posible rastrear un cierto hilo a través de los chamanes de algunos pueblos originarios. Pero en el resto del fenómeno, hablamos de advenedizos que se autoproclaman los conocedores difusores de aquella sabiduría. Como siempre, en la Nueva Era se juega con ese sentimiento de ser "alguien especial", propio del esoterismo.
Junto a esto, debemos tener cuidado porque en muchas ocasiones estamos ante verdaderas sectas. Sus líderes atraen a personas interesadas por la espiritualidad, las culturas antiguas, el papel de la mujer, un mayor contacto con la naturaleza y una vuelta a lo esencial… Para generar dependencia en sus adeptos, presentándose como sus únicos salvadores.