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Hoy os quiero hablar de un matrimonio al que hemos estado acompañando en el Instituto Coincidir, que pese a todo pronóstico (cuando vinieron no tenían ninguna esperanza de recuperar su relación) ha sido capaz de lidiar y superar uno de los grandes venenos que azotan a muchos matrimonios: la pornografía.
Pidieron acompañamiento porque ella había descubierto que él era consumidor de pornografía y estaba afectando perjudicialmente a su relación.
Él había dejado de sentir deseo por ella, no tenían momentos de intimidad y al no hablarlo, esta evidencia estaba generando en la esposa una gran inseguridad personal y baja autoestima: no se sentía atractiva para él.
Pese a todo, le quería y quería apostar por su relación. Estaba dispuesta a perdonarle y a ayudarle a salir de ese agujero. Quería intentar recuperar a su marido.
Él se daba cuenta de lo vacío que estaba. Sus expectativas eran irrealistas, su compromiso como esposo estaba fallando, tenía una imagen irreal de la mujer y no se sentía bien consigo mismo. Así que una vez pusieron las cartas encima de la mesa iniciamos el acompañamiento.
El daño es real
En las sesiones que mantuvimos, él se dio cuenta del daño que esta situación estaba generando en su matrimonio y en consecuencia a su esposa, pero sobre todo se dio cuenta del daño que se estaba haciendo a sí mismo.
Quería volver a ser feliz junto a su esposa, a quererla como ella se merecía y a dejar atrás esa adicción que había empezado como una imagen tonta, como algo sin importancia, pero que poco a poco fue siendo más frecuente, generando un aislamiento que ahora le costaba dejar.
Esto que verbalizaba este hombre es una realidad que muchos matrimonios viven en silencio en su día a día.
“La hipersexualización de nuestra sociedad moderna tiene su causa en una infravaloración de la sexualidad humana. La obsesión con el sexo de la sociedad actual tiene su raíz en el vacío de amor que sufre por haber abandonado a Dios. La gente ha sustituido la búsqueda del verdadero amor (humano y divino) por el placer intenso e instantáneo que proporcionan las relaciones sexuales. Sin embargo, luego queda más vacía que antes, sólo para caer en la misma frustración una y otra vez o, incluso, para caer en los excesos más abominables y absurdos, los cuales conducen a toda clase de enfermedades físicas y psíquicas. Todo ello demuestra que el error de la cultura contemporánea no consiste en una exagerada apreciación del cuerpo y de la sexualidad, sino al contrario, en no caer en la cuenta de que se trata, como ha dicho el propio Juan Pablo II, de un “valor que no es suficientemente apreciado” (Catequesis del 22 de octubre de 1980). En otras palabras, por no apreciar suficientemente el valor que Dios mismo le ha dado a la sexualidad humana, al matrimonio y al amor conyugal, la gente anda como loca buscando el placer por sí mismo, divorciado éste del verdadero amor, del verdadero gozo, de la vida y de la familia”.
El perdón
Poco a poco fuimos trabajando con ella su autoestima, el manejo de la ira al recordar... su dignidad como mujer y el valor de su matrimonio. Pero sobre todo hemos trabajado el perdón.
Con él hemos trabajado no solo el perdón a su mujer, sino a sí mismo, el sentido de la dignidad de la persona y su valor infinito, el compromiso, la confianza y la ternura.
En pareja hemos trabajado las 5 C's, como eje central de toda relación:
- comunicación,
- confianza,
- coordinación,
- complementariedad
- y compromiso.
De estas 5 C's os he hablado alguna vez y podéis leer más en los artículos publicados en Aleteia.
Poco a poco han ido fortaleciendo su núcleo duro, tanto que el otro día me decían:
"Nunca pensamos que podríamos vivir este matrimonio como lo estamos viviendo ahora".
No desaprovechar la oportunidad
Él me reconocía, entre lágrimas, que estaba feliz, que se había dado cuenta del daño que había hecho a su compromiso y que quería querer a su mujer como ella se merecía.
La vida y su mujer le daban una oportunidad y no quería desaprovecharla.
Ella, (tendríais que haber visto su cara, de cuando vino la primera vez a cómo vino el otro día) me decía que lo mal que lo había pasado tenía un sentido: vivir un matrimonio de verdad, en plenitud como jamás pensó. Era un aprendizaje que no la dejaba indiferente y quería trabajar junto a su esposo para conseguirlo.
Como dice el papa Francisco en Amoris Laetitia, n. 232:
"La historia de una familia está surcada por crisis de todo tipo, que también son parte de su dramática belleza. Hay que ayudar a descubrir que una crisis superada no lleva a una relación con menor intensidad sino a mejorar, asentar y madurar el vino de la unión. No se convive para ser cada vez menos felices, sino para aprender a ser felices de un modo nuevo, a partir de las posibilidades que abre una nueva etapa. Cada crisis implica un aprendizaje que permite incrementar la intensidad de la vida compartida, o al menos encontrar un nuevo sentido a la experiencia matrimonial.
De ningún modo hay que resignarse a una curva descendente, a un deterioro inevitable, a una soportable mediocridad. Al contrario, cuando el matrimonio se asume como una tarea, que implica también superar obstáculos, cada crisis se percibe como la ocasión para llegar a beber juntos el mejor vino. Es bueno acompañar a los cónyuges para que puedan aceptar las crisis que lleguen, tomar el guante y hacerles un lugar en la vida familiar. Los matrimonios experimentados y formados deben estar dispuestos a acompañar a otros en este descubrimiento, de manera que las crisis no los asusten ni los lleven a tomar decisiones apresuradas. Cada crisis esconde una buena noticia que hay que saber escuchar afinando el oído del corazón”.
Con paciencia y cariño
Quedan por rematar algunas cosillas, pero creo que esta historia, real, es un soplo de esperanza a tantas encuestas sobre rupturas que se publican después de vacaciones.
Si uno quiere, con ayuda, con paciencia y con cariño las dificultades se pueden superar...
Si lo desea, puede acudir gratuitamente al consultorio de Aleteia: consultorio@aleteia.org