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"East of the Mountains", mal titulada aquí "La última aventura", obra de la directora S. J. Chiro, es una de esas películas modestas que sólo ha encontrado hueco en las plataformas de streaming.
Podríamos situarla en esa lista a la que pertenecen por derecho propio "Una historia verdadera" (con Richard Farnsworth), "Lucky" (con Harry Dean Stanton) o "Cry Macho" (con Clint Eastwood), es decir, historias sobre hombres crepusculares que tratan de afrontar soledad y enfermedades tras su entrada en la tercera edad, y que buscan algo: perdón, o redención, o en cualquier caso respuestas.
Aunque "La última aventura" no es tan buena como aquellas, contiene el poso adecuado, y ese recurso al género de hombre en ruta y en la carretera que conoce a otras personas y, sobre todo, el protagonismo de un Tom Skerritt bregado ya en mil batallas y rodajes, que ofrece aquí la que es sin duda una de sus mejores interpretaciones.
Basada en la novela del célebre autor David Guterson, en ella Skerritt encarna a Ben Givens, un cirujano viudo y jubilado, padre de una hija emancipada (Mira Sorvino) y dueño de un perro que supone su única compañía. A Givens le detectan un cáncer terminal. Como conoce por experiencia los sufrimientos que comporta, al principio de la película coge su rifle de caza y está a punto de volarse los sesos.
Entonces recapacita, se echa atrás y decide emprender otro camino: junto a su mascota, y un poco de equipaje, viaja a las montañas. Dice que quiere cazar. Nunca sabemos exactamente qué busca porque es hombre de pocas palabras. Tal vez morir con las botas puestas al enfrentarse a los peligros de la naturaleza. O quizá un poco de ayuda o hacer las paces consigo mismo y con otros (igual que sucedía en "Una historia verdadera", hay en su vida un hermano con el que hace años que no se trata).
La vejez, la soledad y la enfermedad
El caso es que, algo habitual en los filmes de viajes por carretera, las cosas no le salen como había previsto y el coche se avería y les deja tirados y todo empieza a cambiar a partir de ahí. En ese periplo conocerá a algunas buenas personas y a un mal tipo, y llamará a la puerta de su hermano para darle la noticia de su enfermedad. También rememorará los mejores tiempos de su noviazgo, cuando él y su mujer eran jóvenes, y los últimos días de ella, cuando agonizaba en el hospital, secuencias que veremos en forma de flashbacks.
Lo interesante de "La última aventura" es que, a pesar de ser una película pequeña y correcta, nos empuja a reflexionar sobre cómo enfrentarse a la vejez, la soledad y la enfermedad. Sobre cómo perdonar a aquellos que dejaremos atrás. Sobre cómo mantener cierta perspectiva de lucha, de esperanza. No hay que rendirse. El rifle en la boca no es una opción, esto lo acaba asumiendo Ben. Se requiere valentía, se requiere aceptación. Como dijo un crítico norteamericano, hay que estar atento al personaje de Skerritt para saber por qué "La última aventura" es tan especial.
Y ahora espero que los lectores me perdonen por introducir un par de pinceladas sobre las circunstancias en las que, el otro día, vi la película en casa. Porque algunos filmes se mezclan con nuestras vidas y es inevitable eludirlos.
Horas antes de ver "East of the Mountains" había concluido la lectura del último libro de un poeta amigo mío, casi podríamos decir un hermano. En ese libro él asumía su enfermedad (un cáncer), y la afrontaba con valentía, sin rendición, haciendo las paces con algunas personas. Como digo, horas después me puse la película, en torno a otro hombre con cáncer, y cuando estaba terminando de verla (faltarían unos quince minutos) me avisaron de la muerte de mi amigo, casi hermano: el poeta.
De tal manera que se mezclaron en mi cabeza el libro, la película y la realidad, que siempre se encarga de golpearnos cuando menos lo esperamos. Fue un mal día, un lunes terrible, pero al menos me quedó el alivio de ver cómo algunos hombres (en este caso uno real y otro de ficción) suponen un ejemplo de entereza para los que quedamos atrás, aquí.