El ayuno es una disciplina de Cuaresma que la mayoría de nosotros no disfrutamos o abrazamos por completo. No nos gusta sentir dolores de hambre y preferimos llenar ese vacío con comida rica y deliciosa.
Sin embargo, el ayuno es una disciplina espiritual importante que puede ayudarnos a ser menos egoístas y más abiertos a otras personas.
El papa Benedicto XVI destacó este aspecto del ayuno en su mensaje de 2011 para la Cuaresma.
"El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
Es tentador pensar en el ayuno como algo opresivo y completamente innecesario, pero puede tener un efecto espiritual sorprendente si lo aceptamos por completo.
La clave es dejar que el ayuno nos abra los ojos a los pobres entre nosotros y reconocer cuánto nos ha dado Dios.
Esta comprensión debería inspirarnos a servir a los pobres en nuestra comunidad local y hacer lo que podamos para retribuir a los menos afortunados.
Siempre que ayunemos durante la Cuaresma (o en otras épocas del año), permitamos que la gracia de Dios penetre en nuestros corazones y nos ayude a ser menos egoístas en nuestras vidas.