Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
"No se puede ocultar una ciudad que está en la cima del monte" (Mt 5, 14). Desde donde Jesús de Nazaret pronunció estas palabras, el monte de las Bienaventuranzas, se veía una esplendorosa ciudad, en la otra orilla del Mar de Galilea.
Mientras el Hijo de Dios pronunciaba estas palabras, animando a sus discípulos a ser testigos y a no ocultarse, se veían brillar a la luz del sol columnas, palacios y techados, descollando desde la altura, al otro lado del lago.
Se trataba de Hippos, una de las diez florecientes ciudades de la región conocida como Decápolis, hoy repartida entre el este de Israel, Siria y Jordania. Una región que, sobre todo gracias a Marcos, sabemos que Jesús recorrió en más de una ocasión. Eran ciudades grecorromanas, erigidas entre 300 (Alejandro Magno) y 70 años antes (Pompeyo) para "civilizar" a los pueblos semitas de la zona. Eran ricas y poderosas, acuñaban su propia moneda y tenían sus templos y anfiteatros. Nada que ver con las aldeas judías de Nazaret o Cafarnaúm.
En la Decápolis se verifica al menos un milagro de Jesús, y no uno cualquiera. En la aldea de Gerasa, a apenas dos kilómetros de distancia de Hippos, el Maestro libra a un hombre poseído por una legión de demonios. Estos se mudan a una piara de cerdos, que se arroja al mar de inmediato. El impactante suceso es difundido en "la ciudad" (según los expertos, Hippos, de donde el ex poseso sería originario).
Dice Marcos que el hombre liberado en seguida difundió el milagro "por toda la Decápolis". Históricamente, estas diez ciudades fueron un foco de expansión cristiana desde el principio de la era apostólica.
La ciudad perdida y reencontrada
"No se puede ocultar una ciudad en lo alto de un monte". Por increíble que parezca, fue esto precisamente lo que sucedió a Hippos: un tremendo terremoto la devastó en el año 749 de nuestra era. Sucedió apenas cien años después de la llegada del Islam a Palestina, que había vaciado la zona de presencia cristiana.
Deshabitada la región durante siglos (apenas por tribus beduinas), la ubicación cayó en el olvido, según explica a Aleteia Nissim Mezig, director de los yacimientos arqueológicos alrededor del Mar de Galilea.
Fue durante la guerra de 1967, explica Mezig, cuando el ejército israelí, al tener que ocupar la zona fronteriza con Siria de los Altos del Golán, redescubrió la ciudad. Su cercanía a la frontera es lo que precisamente ha impedido que durante décadas se pudieran realizar excavaciones arqueológicas.
El parque, que abrirá sus puertas el 15 de marzo, estará dotado de lugares de descanso y restauración, rincones de oración, itinerarios y un centro de interpretación. Ofrecerá también facilidades para personas con discapacidad o movilidad reducida. Está gestionado por la Israel Parks and Nature Authority, la entidad gubernamental dedicada a la conservación y restauración del patrimonio.
Primeros cristianos
A partir del año 2000, y gracias sobre todo al apoyo de la Universidad de Haifa, se han llevado a cabo quince campañas que han sacado a la luz poco a poco la antigua ciudad. Según explica Nissim Mezig, el estado de conservación de Hippos, debido precisamente a su repentina destrucción, puede compararse a yacimientos como los de Pompeya o Herculano.
Hippos constituye hoy un interesantísimo ejemplo del esplendor de los primeros siglos del cristianismo. Hoy entre sus ruinas se hayan una catedral y siete iglesias bizantinas, además de una basílica, baños y una importante necrópolis en la falda del monte.
Según adelantó a Aleteia Yosi Bordowicz, director del Departamento de Patrimonio de la Israel Parks and Nature Authority, está previsto proponer que el parque arqueológico de Hippos se incorpore a rutas de peregrinación existentes. Ayuda a esto su cercanía a Kursi y a Cafarnaúm, y a otros destinos alrededor del lago de Genesaret.
El yacimiento de Hippos ayuda, explica, "a comprender la difusión del cristianismo mucho antes de que se convirtiera en religión oficial del Imperio". Una expansión que comenzó alrededor de este lago hace dos mil años, y que es, por desgracia, poco conocida por los mismos cristianos.