Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
«Estoy profundamente agradecida por ser parte de esta iniciativa, es una satisfacción enorme ayudar a nuestros hermanos que muchas veces no tienen nada y nosotros somos su única fuente de alimento. Yo soy la cocinera y preparo la comida con el mismo amor y los ingredientes que uso en mi casa, entrego un plato como debe ser y al ver las caras de felicidad de todos los que llegan, es un pago enorme para mí», expresa Teresa, voluntaria del comedor San Gaspar Bertoni, de la parroquia Divino Redentor, La Florida.
Las vivencias de Teresa y de muchos voluntarios, que forman parte de la red de comedores parroquiales apoyados por la Vicaría Pastoral Social de la Arquidiócesis de Santiago, fueron recopiladas en las «Recetas de Solidaridad», un documento que destaca la enorme labor de estas iniciativas, especialmente durante la pandemia.
«El recetario, surge a raíz de una idea de recopilar el trabajo de los comedores parroquiales que nacieron en los ‘80 con mucha fuerza, en medio de la crisis económica y que retomaron un protagonismo importante durante la pandemia del COVID-19, donde miles de personas lograron tener alimentación diaria en distintas partes de la región Metropolitana», indica Alejandra Pulgar, coordinadora de la línea gestión territorial, de la Vicaría Pastoral Social.
«Al realizar el catastro de la cantidad de comedores que funcionaron, la entrega realizada durante todo este tiempo y todas las personas beneficiadas, nos dimos cuenta de la importancia de seguir relevando la labor de los cientos de voluntarios que han trabajado, reunir su testimonio y terminar con un recetario que permita ayudar a otros a cocinar con pocos recursos y entregar comida de calidad», agrega la profesional.
Más que un plato de comida
Teresa cuenta que se sumó a la iniciativa al inicio de la pandemia, cuando estaba de coordinadora de la pastoral Vida y Salud: «Recibí la invitación a poner en marcha el comedor y comenzamos con las puras ganas, buscando el apoyo de donaciones que nos dieron en un principio los domingos, en la misas y luego los aportes que se fueron sumando de distintas personas ligadas a la parroquia».
Al respecto Alejandra Pulgar comenta: «En 2020 muchas personas no tenían alimentación, incluso muchos de nuestros voluntarios fueron afectados al ver cómo sus propias familias enfrentaban situaciones difíciles, incluso enfermando y perdiendo a seres queridos, eso nos llevó a reafirmar la necesidad de fortalecer nuestro apoyo. Muchos se quedaron sin trabajo y por ello nuestro apoyo a los comedores fue esencial, aportamos para que pudieran hacer esta entrega de alimentos desde la mirada del Evangelio».
«Además de dar la comida, intentamos escuchar y conocer parte de la vida de las personas que llegan, hay muchos que sienten vergüenza por tener que pedir. Hay una historia que me marcó mucho, era el inicio de la pandemia cuando vi llegar a un joven muy bien vestido, que entró a rezarle al Cristo, lo estuve observando hasta que terminó y venía llorando», indica.
«Me acerqué a preguntarle si lo podía ayudar y me contó que él y su mujer habían perdido el trabajo, que tenían dos hijos y estaba muy triste, con una enorme impotencia porque no tenía nada que llevar a la casa, ni siquiera comida. Entonces yo me puse en su lugar, soy madre y entiendo lo que pudo sentir. Le ofrecí que durante el tiempo que estuviera sin trabajo volviera cada día a buscar las raciones para él y su familia. Todas nos emocionamos con su vivencia», relata Teresa.
La voluntaria agrega: «También hemos recibido a muchas personas solas, adultos mayores que comparten historias que llegan al alma, personas en situación de calle, abandonadas, sin redes, siempre me pongo en el lugar del otro, parte de la labor que cumplo en el comedor, además de cocinar es escuchar y dar una palabra de aliento al hermano que sufre».
El impacto de un servicio
Solo durante el 2020, en la Arquidiócesis de Santiago llegaron a ser 113 los comedores que se mantuvieron activos, movilizando cerca de 1.000 voluntarios, atendiendo a más de 15. 300 personas, con cerca de 50 mil raciones de alimentos por semana.
«Seguimos con el mismo fervor, si bien la crisis sanitaria se ha extinguido, el trabajo con los comedores sigue por el gran contexto de vulnerabilidad que vivimos, la crisis social, la numerosa gente de calle, adultos mayores, todas personas que necesitan del alimento diario que les podamos brindar, muchos comedores siguen funcionando porque es un aporte muy necesario», señala la coordinadora de la Vicaría.
Sobre este punto, Teresa Beltrán, señala: «Ahora el desafío que tenemos es buscar los recursos necesarios, las donaciones que nos permitan seguir con esta entrega durante todo el año. Para mí entregar mi servicio ha pasado a ser una razón de vida. Cada día que estoy en el comedor es como devolver todo lo que Dios me ha dado. He sido muy bendecida, tengo una hermosa familia, hijas, nietos. Cristo siempre ha estado presente en mi vida, mis padres me criaron con mucha fe y desde siempre he formado parte de la iglesia y mi parroquia. Por eso el cocinar para el que lo necesita, es caminar de la mano del Señor dando gracias por todo lo que me ha dado, acompañando al que más sufre y viendo como con mi comida, reciben cariño y acogida».
Receta de Teresa
Al revisar las «Recetas de la solidaridad», se encuentran diversas preparaciones típicas chilenas que buscan nutrir rescatando ingredientes locales y lo más importante, haciendo un uso efectivo de los recursos que se tienen, considerando que son donaciones. Dentro de este variado menú, Teresa cuenta que uno de los platos que disfruta cocinando son los ‘Porotos con riendas´.
«Los preparo igual que en ni casa. Realizo un buen sofrito con todos los aliños, cebolla, longaniza y además de los tallarines, le agrego acelga, para que quede bien contundente y alimenticio, cuando llegan a buscar las raciones se los pelean», comenta satisfecha.