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El 19 de marzo de 1999 murió el poeta mexicano: Jaime Sabines. Nació en Tuxtla Gutiérrez (Chiapas) en 1926. Estudió Filosofía y Letras en la Ciudad de México, y publicó su primer poemario, “Horal”, a los 23 años.
Su poesía, que fue un canto a las fuerzas del amor, de la naturaleza y a la vida, fue de gran repercusión, sobre todo en la generación de los años setenta y ochenta en México. Su poesía y su prosa fueron informales, poco apegadas al verso clásico, pero de una gran fuerza de imágenes.
Quizá uno de los poemas más bellos que se hayan escrito en México durante el Siglo XX fue “Algo sobre la muerte del mayor Sabines”, su padre. El mismo Jaime Sabines relató así la historia interna de su poema:
En el año 1961, en mayo, después de un viaje a Chiapas, el Viejo empezó a esputar sangre. Lo llevamos al hospital y se le descubrió en un pulmón un tumor canceroso del tamaño de una bola de billar. El 15 de junio le hicieron una operación de caballo. Escribí el poema a medida que descubrimos que mi padre estaba enfermo, que se vio que tenía un cáncer pulmonar, que fue operado e internado en un hospital, que le dieron radiaciones.
Al final, al morir el padre, Sabines completa un poema extenso, no alejado de reminiscencias religiosas en las que se vuelca el lirismo del poeta:
Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma, tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío,
saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme y tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!
Ha sido quizá el poeta más leído de los jóvenes en México en los siglos XX y XXI. Su poema "Los amorosos" ha pasado a formar parte de todas las antologías de poesía mexicana que se editan desde fines del siglo pasado. Y es recurrente entre los jóvenes su lectura:
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan…
Y, desde luego, uno de sus poemas religiosos en prosa ha sido parte de varias antologías de poesía religiosa en México: “Me encanta Dios”. Esta es una de sus estrofas:
Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.