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Durante tres siglos, la única visión que en Europa existió sobre China fue la proporcionada por el mercader veneciano Marco Polo. Y era ciertamente fascinante. Pero su ‘Libro de las maravillas’ (1298) estaba lleno de inexactitudes, exageraciones y omisiones que dos religiosos españoles, dos agustinos, se encargaron de corregir, proporcionando al mundo la primera información fiable sobre el gigante asiático.
El mercader veneciano quedó impresionado por la urbanización y el ímpetu del comercio en el país, aspectos que los religiosos españoles también recogieron en sus crónicas y libros, "pero aparte de eso Marco Polo no estaba interesado en el pueblo chino, ni en sus costumbres, de las que no dijo nada, sino en el emperador mongol Kublai Khan y su corte, cuya dinastía gobernaba entonces el territorio", explica a Aleteia Juan José Morales, un abogado español que está considerado uno de los mayores expertos del mundo respecto a China.
Los españoles, por el contrario, sí que escribieron por extenso del pueblo chino y sus costumbres en la dinastía Ming que les correspondió por época. "Describieron su organización administrativa y política, su gestión de los impuestos, ofreciendo una impresión más cabal y empírica, contrastable, genuina información sobre China que difunden al resto de Europa, con un sesgo positivo y hasta laudatorio".
Ello ocurrió en 1585, casi tres siglos después de publicarse la obra de Marco Polo, cuando el agustino Juan González de Mendoza publicó ‘Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reino de China’, la primera aproximación verdaderamente rigurosa al país.
Otro religioso de la misma orden, Martín de Rada, había sido años antes el primer europeo en identificar la Catay mencionada por Marco Polo con la China que ya conocían los europeos, un sorprendente equívoco del que nadie se había percatado hasta entonces.
"El libro de las maravillas’ del mercader veneciano está lleno de anacronismos y evidentes exageraciones, crea confusión a menudo, y llama la atención por sus extrañas omisiones. Pero es un libro que continuará produciendo fascinación precisamente por los enigmas que encierra, aunque no es, desde luego, un libro fiable".
El nombre de China se lo dieron a aquellos territorios los portugueses que arribaron a sus costas a principios del siglo XVI, pero ellos no contribuyeron a un mejor conocimiento del país. "Los portugueses escribieron poco, apenas publicaron nada, y nada se tradujo hasta la irrupción, o intervención, de los españoles, que tendrán un papel estelar en la difusión del conocimiento sobre China a Europa. Un conocimiento empírico, basado en testimonios fiables, y de primera mano". Y esos españoles eran, principalmente, religiosos.
Morales lleva más de 30 años de residencia en Hong Kong, donde fue presidente de la Cámara de Comercio, y es coautor con Peter Gordon del libro ‘La plata y el Pacífico’ (Siruela), sobre el muy trascendente comercio hispano chino que se desarrolló durante 250 años, de 1565 a 1821, entre los siglos XVI al XIX, a través del Galeón de Manila.
Desde su conocimiento afirma sin pestañear que los religiosos y los misioneros "son los principales puentes culturales: transmiten la cultura occidental y relatan lo que ven a la audiencia europea. Todavía hoy sus relatos son las principales fuentes de estudio".
"Sobre los religiosos en general es obligado destacar su encendida defensa de los pueblos indígenas frente a los abusos de los encomenderos y la pasividad de las autoridades, su aprendizaje de las lenguas vernáculas, su velar por escuelas y hospitales", añade Morales.
Algunas de las contribuciones de los misioneros tuvieron una importancia trascendental ya en su tiempo, aunque otras no. Pero todas "aportan importantes lecciones, modelos para generaciones jóvenes, y puntos de reflexión para entender la China de hoy", afirma.
De los numerosos ejemplos que podrían mencionarse, Morales resalta la labor desarrollada por cinco figuras especialmente relevantes: las dos citadas -Martín de Rada y Juan González de Mendoza- y otras tres más: Juan Cobo, Diego de Pantoja y Francisco Varo. De su mano conoceremos sus aportaciones y algunos datos de su biografía.
Martín de Rada
El primero de ellos, Martín de Rada, es un agustino navarro, nacido en 1533. Uno de los cinco agustinos seleccionados por Andrés de Urdaneta para la expedición que descubriría el ‘tornaviaje’, esto es el modo de regresar desde Filipinas hasta América aprovechando las corrientes de vientos del Pacífico. Ese descubrimiento sería la piedra angular que permitiría poner en marcha el comercio hispanochino.
Pero es que, además, Martín de Rada lideró la primera embajada española a China, a la provincia de sureña de Fujian, en 1575, durante 3 meses, donde fue muy bien recibido y se le abrieron muchas puertas. Coleccionó 70 libros chinos sobre muy diferentes materias que tenía intención de traducir, pero su muerte por epidemia lo impidió.
"Martín de Rada alabó ciertos aspectos de la civilización china pero tuvo una negativa impresión de la astronomía y las matemáticas de los chinos pues estos creían que la Tierra era plana, cuadrada, y cubierta por una bóveda" explica Juan José Morales.
Sus objeciones estaban bien fundadas, pues el agustino había estudiado en las Universidades de París y Salamanca y era considerado por sus contemporáneos como un gran matemático, geómetra y astrólogo, uno de los más importantes del mundo.
"Por su altura intelectual y su perspicacia, sus escritos son, en su conjunto, los más completos e inteligentes sobre la China de la época, pero muy poco se publicó (tan sólo una parte fue recuperada en el libro de Mendoza). Sería interesante conseguir editar esa obra".
Su contribución más importante es que fue el primer europeo en reconocer que China (a la que habían llegado los portugueses primero) y la Catay de Marco Polo eran la misma cosa. "Es sorprendente que hubiera que esperar a 1575 para superar ese malentendido. Esto lo recogió Mendoza en su libro que superaría por fin las fantasías del ‘Libro de las maravillas’ de Marco Polo", explica Juan José Morales.
Juan González de Mendoza
Juan González de Mendoza, nacido en 1545, profesó muy joven como agustino en México y desde allí recopiló nutrida información sobre China a través de testigos directos y manuscritos.
Hay que tener en cuenta que México era el otro extremo del comercio hispano chino, y existía una amplia población oriental en Acapulco.
No llegó a viajar a Manila, ni a China, pero, a instancias del Papa, publicará en Roma en 1585 ‘Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reyno de la China’. "Es un libro muy influyente, un auténtico bestseller de la época, con más de cuarenta ediciones, traducido a los idiomas europeos más importantes", explica Juan José Morales.
"Es con este libro que la audiencia europea conoce China de manera cabal por primera vez. Por ejemplo, Montaigne toma y cita el elogio del sistema judicial chino". En general su visión es positiva, constructiva, reconoce que China es un igual, un país "político", con un alto grado de civilización, pero veladamente Mendoza está criticando las carencias de la administración española.
Juan Cobo
El dominico Juan Cobo llegó a Manila en 1588 y pronto aprendió el suficiente chino como para entenderse con sus habitantes. "Las contribuciones culturales de Juan Cobo son muy importantes, en especial sus traducciones, aunque en aquel momento no tuvieron apenas repercusión. Pero vistas con la mirada de hoy son un ejemplo de puente cultural a seguir", explica el experto español.
Juan Cobo fue el artífice, promotor, o editor de la primera traducción de un texto chino a un idioma europeo (el castellano): el título en chino ‘Beng Sim Po Cam’ será en español ‘Espejo rico del claro corazón’. Se trata de un popular prontuario de máximas confucianas y taoístas, escrito por Fan Liben y publicado en China por primera vez en 1393. Sin duda Juan Cobo se sirvió para la traducción de la ayuda de chinos residentes en Manila, entre ellos del conocido Juan Sami.
La otra traducción importante realiza el camino inverso, del español al chino, y recibe el nombre de ‘Shilu’. Es el segundo texto europeo que se traduce al idioma asiático, después de uno de Ruggieri, pero es el primero que trata un tema filosófico y científico. Y también el primero que introduce a los chinos el cristianismo de forma racional. Por primera vez se introducen ideas científicas de Occidente, incluyendo la esfericidad de la tierra, con pruebas racionales como el eclipse lunar.
Diego de Pantoja
El jesuita Diego de Pantoja fue el primer español en acceder, en 1601, junto con Matteo Ricci, a la Ciudad Prohibida. Pronto quedó al servicio de la casa imperial, residiendo en China hasta su expulsión a Macao, en 1617, donde falleció al año siguiente.
"La figura del jesuita español Diego de Pantoja es extraordinaria por muchos motivos", explica Morales. "Por un lado, fue una excepción al "Padroado" que, fruto del acuerdo entre la Santa Sede y la Corona de Portugal, dejaba la misión china bajo patronazgo portugués, lo que en la práctica excluía a los jesuitas españoles. A su vez, la experiencia de Pantoja hay que entenderla en el contexto de precariedad de las misiones cristianas en China, siempre bajo sospecha y, en su origen, con un carácter semiclandestino".
En cuanto a su legado, al margen de su larga carta al Provincial de Toledo, Luis de Guzmán, pronto traducida a varios idiomas y que resultó fundamental para dar a conocer en Europa la China de la época, el papel de Pantoja ha sido oscurecido por la fama de su colega Matteo Ricci.
Pero nuevas investigaciones han arrojado luz sobre la vida y la obra de Pantoja, sus aportaciones a la geometría, astronomía y cartografía chinas, y sus traducciones y escritos doctrinales en chino, en suma, su contribución al diálogo entre dos culturas diferentes buscando lo que hay en común.
"La experiencia de Pantoja, desde su adopción del hábito y maneras de los letrados chinos, hasta la selección de los regalos para el emperador, hablan de perspicacia y empatía con el otro, lo que se tradujo en estrategias que en el fondo tuvieron una repercusión que sólo ahora se empieza a reconocer", explica el experto español.
Su contribución intelectual más importante es ‘Las Siete Victorias’, escrito en chino y publicado en Pekín en 1614. Con esta obra Pantoja introduce la doctrina sobre las virtudes teologales en los debates sobre pensamiento moral entre los letrados confucianos, una obra que impactó a los intelectuales chinos de la época y que suscitó numerosos comentarios.
Francisco Varo
El dominico Francisco Varo produjo una de las primeras gramáticas chinas en español, ‘El Arte de la lengua mandarina’, siguiendo el modelo de la gramática castellana de Antonio de Nebrija. Fue publicado póstumamente en 1703.
"Es un monumento lingüístico y bibliográfico de la máxima altura filológica", asegura Juan José Morales. "Entre sus virtudes, hay que resaltar que este es el primer texto producido por un europeo donde se dan a conocer con precisión los tonos, un aspecto fonético de vital importancia para conocer el idioma chino".
Francisco Varo lo escribió en parte mientras estuvo preso en una iglesia en Cantón (Guangzhou, Guangdong, sur de China) junto con el resto de los misioneros católicos en China, durante una de las persecuciones en la década de los años 1660s, aunque lo completó poco antes de morir.
El texto, la gramática china, se publicó gracias al franciscano mexicano Pedro de la Piñuela, también excelente gramático y responsable de la edición, prueba de la colaboración entre miembros de órdenes religiosas.