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Un viaje a Israel y Palestina en primavera (la mayoría de los días son soleados y cálidos ya en marzo) es, en mi opinión, la mejor opción. Todavía no hay demasiados grupos de peregrinos, la temperatura es perfecta para hacer turismo (quien sobrevivió a más de 45 grados en el desierto sabe perfectamente que es mejor ir en marzo que en julio), y además se puede admirar la vegetación local floreciente.
En verano, cuando el suelo está seco y agrietado y el sol quema sin piedad, la gente piensa en encontrar al menos un trozo de sombra lo antes posible. A su vez, el invierno (o más bien algo así como la temporada de lluvias-invierno) puede sorprendernos con crecidas periódicas de los ríos, fuertes vientos, o simplemente… nieve.
Esta es una de mis sugerencias para una gira de primavera por Tierra Santa. Conduce no solo a través de los lugares de peregrinación más importantes (incluidos Nazaret, Jerusalén, Belén), sino que también le permite disfrutar del hermoso clima y la exuberante vegetación. ¡Tales vistas solo en primavera!
Aquí te proponemos un recorrido: