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Centenario de Luigi Variara, el apóstol de los enfermos de lepra en Colombia

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Lucía Chamat - Aleteia Colombia - publicado el 20/04/23
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A finales del siglo XIX este misionero italiano, declarado beato por san Juan Pablo II, creó en Agua de Dios, un pueblo estigmatizado por la lepra y la exclusión social, la primera congregación de monjas enfermas por el ‘mal de Hansen’.

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El padre Luigi Variara tuvo el privilegio de conocer en persona, cuando apenas tenía doce años, a Juan Bosco o Don Bosco, el fundador de la Congregación Salesiana. Estaba a punto de ingresar al seminario cuando tuvo la oportunidad de encontrarse brevemente con el santo hacia 1887.

Aquel momento, según relata el portal ANS (Agenzia Info Salesiana), lo recordaba así el padre Variara: «Ese día fue uno de los más felices para mí. Estaba seguro de haber conocido a un santo y que ese santo había leído algo en mi alma que sólo Dios y él podían saber».

A los diecisiete años terminó su noviciado con los salesianos, en Italia, y pocos meses después, en 1894, fue enviado a Colombia, al pueblo de Agua de Dios, a más de 120 kilómetros de distancia de Bogotá, la capital, y conocido entonces como el lugar en donde los enfermos de lepra eran confinados obligatoriamente por orden del Gobierno.

«Ese pueblo caluroso —afirma el periodista Carlos Brand en una crónica publicada por la cadena RCN— era un campo de concentración exclusivo para enfermos de lepra en el que muchas veces, sin criterio científico, eran llevadas también otras personas con defectos o deformidades en la piel como los que tenían labio leporino, dermatitis, artritis o afectados por enfermedades de transmisión sexual como la sífilis».

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El padre Luigi Variara

«La ciudad del dolor»

María Teresa Rincón Sánchez, coordinadora del Museo Médico de la Lepra, en Agua de Dios, en declaraciones a la revista Semana dijo que durante décadas este leprosario fue administrado con criterio policivo y represivo y no enfocado en función de la ciencia y la rehabilitación de los enfermos.

En efecto, los documentos demuestran que el pueblo estaba cercado por alambradas similares a las utilizadas en los campos de concentración de los nazis. Los enfermos recluidos no podían salir nunca del lugar y muchos, para no quedar totalmente marginados, se confinaban con sus familias en el pueblo, pero sin la posibilidad de que ninguno de ellos pudiera volver a salir. En otras palabras, era una muerte en vida y por ello se le llamaba «La ciudad del dolor».  

El pueblo a donde Variara llegó no tenía más de dos mil habitantes, de los cuales ochocientos eran leprosos. Las normas del Gobierno eran claras e intransigentes: ningún enfermo podía tener contacto personal con el mundo exterior porque se consideraba que su enfermedad era contagiosa e incurable.

Como si fuera poco, aparte del estigma de que la lepra era una maldición divina, los residentes del leprocomio tenían su propia moneda, ‘la coscoja’, unas pequeñas monedas de níquel y cobre que solo circulaban allí, pero no se podían utilizar en otros lugares de Colombia porque podían transmitir la lepra. Además, a los leprosos se les prohibía la compra y venta de sus bienes y carecían del derecho a tener un patrimonio.

El régimen sanitario era tan estricto que no había privilegios para nadie y todos los señalados de tener la enfermedad, sin importar su condición social, política, económica o religiosa, debían ir como condenados a muerte a vivir en Agua de Dios.

Dos de los casos más emblemáticos fueron los del famoso músico Luis A. Calvo, llamado el «Chopin colombiano», y Adolfo León Gómez, poeta, político y escritor liberal que se atrevió a criticar la doble moral de la alta sociedad colombiana con los enfermos de lepra.

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El padre Luigi Variara y una huella indeleble en Colombia

Músico y gestor cultural

La llegada del joven Variara se debió a otro italiano, Miguel Unia, un misionero que llevaba años trabajando en el lazareto de Agua de Dios y quien creía, como Don Bosco, que una de las mejores maneras de servir a los leprosos era la educación de los niños y jóvenes.

Unia, según referencia la página web del Vaticano, lo escogió entre 188 salesianos que querían viajar a América para atender a los leprosos, porque Luigi tenía grandes habilidades para la música.   

Una de las primeras tareas que emprendió fue la creación de una banda de músicos, la gran mayoría de ellos hombres caídos en desgracia y llegados a la fuerza desde distintos lugares de Colombia. Otros eran hijos de leprosos, pero como sus padres, obligados a vivir forzosamente el enclaustramiento.

A muchos de ellos el padre Variara les enseñó a tocar instrumentos como la trompeta, el clarinete y la flauta. Otros aprendieron a tocar utilizando el pentagrama. Lo cierto es que la banda musical del padre Luis —como empezaron a llamarlo en lugar de su nombre en italiano—, se convirtió en el único atractivo cultural de un pueblo que a diario padecía el olvido y la discriminación.

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La congregación conocida ahora como Hijas de los Sagrados Corazones cuenta hoy con más de 400 religiosas en doce países

Una congregación especial

Otro de sus grandes retos fue la creación de una congregación de religiosas hijas de personas con lepra o portadoras de la enfermedad. La razón para que se empecinara en este proyecto fue su convencimiento de que no había organizaciones católicas en ninguna parte del mundo que aceptaran a quienes tuvieran alguna relación directa con los leprosos.

La base de su idea fue un grupo de doscientas jóvenes del pueblo que hacían parte de la Asociación de las Hijas de María, varias de ellas con la enfermedad o con parientes enfermos, y que aceptaron su invitación a convertirse en jóvenes consagradas. Su misión era dedicarse exclusivamente a la atención de los enfermos del municipio.

Así nacieron en 1905 las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María, una congregación que fue aprobada por las autoridades salesianas en Italia y la jerarquía eclesiástica en Colombia en 1930, y avalada por el papa Pío XII en 1952.

Diez años después, la Santa Sede aceptó la inclusión de mujeres no leprosas dentro de la congregación. En su biografía se indica que tan pronto tomó cuerpo esta iniciativa el padre Variara expresó: «Nunca como este año me he sentido contento de ser salesiano y bendigo al Señor por haberme enviado a este lazareto, donde he aprendido a no dejarme robar el cielo».

La congregación surgida hace más de un siglo, conocida ahora como Hijas de los Sagrados Corazones, cuenta hoy con más de 400 religiosas en doce países (especialmente de Latinoamérica, Europa y África). Sus 64 comunidades se dedican a la pastoral sanitaria en hospitales y leprosarios, aunque también atienden compromisos educativos en algunas instituciones pedagógicas.

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En Colombia conmemora el centenario de su partida a la Casa del Señor

Beatificación y centenario

El padre Luigi Variara fue incomprendido y criticado por algunas de sus actividades pastorales en Agua de Dios y por ello fue enviado a trabajar en distintas ciudades de Colombia y Venezuela.

Muy enfermo murió en 1923, en Cúcuta, ciudad en la frontera colombo-venezolana. Sus restos fueron trasladados a la capilla de la congregación fundada por él hace 118 años en Agua de Dios. El 14 de abril de 2002 fue beatificado por el papa san Juan Pablo II.

Por estos días, tanto en Agua de Dios como en Cúcuta se conmemora el centenario de su partida a la Casa del Señor.

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