Creo firmemente que corren vientos favorables para determinados ámbitos de la sociedad que afectan directamente a las familias. Y aquí quiero hablar en concreto de uno: la televisión.
Hace unos años, era "la caja tonta", como diría mi abuela. El nuevo aparato que venía a sustituir a la chimenea como elemento aglutinador de los hogares. Con apenas dos canales y muy pocas horas de emisión, reunía a toda la familia, contando historias a través de sus series, películas y concursos.
Así, poco a poco, consiguió hacer reír a todo el país con los mismos chistes, llorar con los mismos dramas, y que todas las familias disfrutaran o descansaran de la misma forma.
Los lunes, en el recreo, hablábamos de los concursantes del mítico concurso Un, dos, tres, o comentábamos la película que habíamos visto todos el sábado por la tarde. Series como Médico de familia pasaron a formar parte de la memoria colectiva y, poco a poco, hora a hora, episodio a episodio, iban esculpiendo un sentido común, un criterio de lo bueno y de lo malo parecido en todos los clanes familiares.
Sin embargo, desde hace unas décadas, no logro entender por qué, las cadenas de televisión han llenado sus tardes con programas eternos, donde se despelleja a las personas y se habla de ellas sin ningún respeto ni caridad.
Bajo el amparo del "periodismo" (que no lo es), confunden la libertad de expresión con la ilegítima impertinencia. Una prensa que se ha transformado de rosa en amarilla. Y han hecho falta casi veinte años para que, ¡por fin!, comiencen a bajar sus índices de audiencia. Reconoceréis conmigo que estos son vientos muy favorables para todos.
¿Por qué pierden audiencia (por fin)?
Pero, ¿por qué empiezan a perder audiencia? Porque las plataformas, los nuevos canales, nos han hecho más selectivos. Ya no tenemos por qué soportar las horas de hiel a cucharadas que nos quieren dar.
Ahora podemos ver una serie, una película, o un documental, sin necesidad de que otros elijan por nosotros.
Y, en el caso de las familias, tenemos más opciones que nunca: hay plataformas y canales que se preocupan de que todo el contenido ofertado, no sólo no sea malo, sino que además apoye la formación que intentamos dar en casa.
Son plataformas y canales que aportan vitaminas a las conciencias, frente a la telebasura que adormece la sensibilidad de la caridad, del respeto y del honor. Plataformas y canales que, a lo mejor, no conocemos como deberíamos, pero que ya están ahí.
Por ejemplo, los usuarios de Movistar Plus, Vodafone Televisión, Orange TV, Telecable, R, Euskaltel o Jazztel, pueden disponer del canal Enfamilia, con una programación que cubre las necesidades de todos los miembros de la familia, asegurándose minuciosamente de que en los dibujos animados no se cuele ningún sapo indeseable.
El martes pasado, con la cooperación del CEU, este canal celebró un evento organizado con el gusto y el toque exquisito de Charadas, en el que familias enteras disfrutaron de Enfamilia.
En esa misma línea, y fortaleciendo la temática religiosa, está la plataforma Famiplay que, desde 2019 y bajo el amparo de la Fundación Telefamilia, ofrece una opción viable a quienes buscan contenidos con los valores que han aprendido desde pequeños en casa y en el colegio.
Hay también otras alternativas, como Trece TV, la televisión de Madre Angélica – EWTN, etc. Nunca ha sido tan fácil disponer de las mejores opciones en el televisor.
Este es un tema sobre el que deberíamos reflexionar.
¿Cuál es nuestro canal de televisión de base? Porque, de la misma manera que no invitaríamos a cualquiera a quedarse solo en casa con nuestros hijos, no podemos dejarlos solos delante de una televisión que no nos garantice que el contenido de sus dibujos, series, documentales o películas sea acorde con el que buscamos para nuestra familia.
¿Vamos a dejar que un desconocido forme, día a día, episodio a episodio, las conciencias de nuestros hijos? ¿Tienes un canal o plataforma familiar de confianza que te permita dejarlos solos delante de la televisión? Why not?