Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Desde fines de 2015, Chile cuenta con una nueva oferta turística, se trata del «Turismo religioso» que tiene como uno de sus destinos destacados «La Ruta Patrimonial Padre Pancho: Misionero de la Araucanía», párroco de Pucón y primer obispo de Osorno. Y es que la huella que dejó este sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos en ese sector de la zona lacustre, es impresionante.
La invitación es a adentrarse en uno de los parajes más hermosos del sur del mundo y seguir la huella de un misionero que caló hondo en la comunidad, no solo por su potente rol evangelizador, sino que también, por las maravillosas obras de arte, creadas por sus manos y que forman parte de los distintos hitos de conforman esta ruta.
Llevando la palabra de Dios, sin descanso hasta los rincones más apartados, el padre Pancho destaca por su cercanía con las personas, especialmente los campesinos y mapuches. Fue el impulsor de importantes obras para la comunidad, entre las que se encuentran el primer Hospital de Pucón, el Monasterio de las Clarisas, la Gruta de Lourdes, el Cristo de Antumalal, varios colegios, capillas y el Cristo de Tromen. A esto se suman diversas pinturas y esculturas, que forman parte de este valioso recorrido que se invita a conocer.
«Vivo en la memoria de la gente»
Al preguntar a los feligreses de la zona por el «Padre Pancho”, apodo que ellos mismos le pusieron, la palabra cercano, sencillo y humilde, se repite como una descripción clara y precisa de su persona. Quienes lo conocieron relatan que era habitual verlo caminar descalzo, con sus sandalias en la mano, «para no gastarlas».
Así da cuenta el padre Juan Baguer, capuchino, presidente de la Fundación Francisco Valdés Subercaseaux: «En Pucón, lo destacan como un gran párroco, muy cercano a la gente y que visitaba lugares alejados en el campo. Entre las anécdotas que se cuentan, varios campesinos relatan que cuando lo alojaban en su casa, le preparaban la mejor pieza y cama, sin embargo, al despertar del otro día, se daban cuenta que no la había usado».
«Esto coincide con una anécdota que me contó un diácono, estudiante capuchino que vino a apoyarle en la construcción de la Cruz en la frontera (Cristo del Tromen). En su relato, me señaló que trabajaban con fuerza en el día y por las noches el padre Pancho dormía sentado apoyado en un árbol», prosigue Baguer.
«Esta característica es reconocida también por el historiador Rodrigo Rodríguez, quien ha citado que: "Era muy apegado a las reglas franciscanas de la pobreza y bienes materiales. Su cama, por ejemplo, era un camastro de tablas y sacos rellenos con paja. Creía que un colchón era un lujo innecesario"», expresa el sacerdote.
Ante esto el padre Bauer también indica: «La entrega y sencillez de este sacerdote que llegó a ser el primer obispo de la diócesis de Osorno, ha llevado a que el padre Pancho viva en la memoria de la gente».
Sin duda que sus características personales, sumadas al impacto de su legado para la comunidad, llevó a iniciar su proceso de canonización, diez años después de su muerte, el que tuvo un gran hito en 2014 cuando monseñor Francisco Valdés Subercaseaux fue declarado venerable para la Iglesia, por las virtudes heroicas del «Siervo de Dios».
La paz es posible
Son 18 los hitos que componen la ruta del padre Pancho, que finaliza en las cercanías del límite con Argentina. Es en el Paso Internacional Mamuil Malal, que se encuentra el «Cristo de Tromen», otra de sus obras, erigida como una forma de fomentar la paz entre ambos países, la cual fue inaugurada en 1950.
Es en ese emblemático punto, donde cientos de fieles se dan cita para participar de la «Misa por la hermandad entre Argentina y Chile», la que se realiza desde hace 73 años, en conjunto entre los obispos de Villarrica y Neuquén.
«Este año, la misa fue el primer domingo de marzo y se usó la frase ´La Paz es posible´, del papa Pablo VI, como símbolo también del mensaje que pregonaba el padre Pancho cuando intervino en el conflicto entre Chile y Argentina, logrando la mediación del papa Juan Pablo II», comenta el padreJuan, refiriéndose al anhelo de paz entre ambos pueblos, por el que el capuchino luchó sin descanso hasta el final de sus días.
Obras que maravillan
La ruta religiosa se distribuye en cerca de 160 kilómetros que pasan por cuatro comunas del sur. Los 18 hitos se dividen en los tramos: «El camino de las capillas», «La obra de sus manos» y «El camino de la Paz».
El presidente de la Fundación Francisco Valdés señala que debido a la pandemia y también a la pérdida de la capilla de Curarrehue, afectada por los incendios forestales, la invitación hoy es a recorrer principalmente la Casa Museo de Pucón, destinada a conservar y exhibir los testimonios de su obra y perpetuar su legado. En ella se encuentran colecciones compuestas en su mayoría por material fotográfico y objetos personales de este sacerdote capuchino.
Imperdibles son también sus pinturas, de cruces y ángeles, entre otras. «Antes de pintar, él buscaba algún lugar y rezaba, luego de eso realizaba sus obras», comenta el padre Baguer, quien es el encargado de recoger los testimonios y vivencias que le van relatando cada uno de los visitantes que recorren la ruta, con ello va confirmando el impacto que sigue provocando.
Es así como a 40 años de su partida de esta tierra, el padre Pancho sigue vivo como testimonio de fe, cuyo legado perdura en las comunidades donde participó y en cada obra que creó y ayudó a construir. De ahí la invitación a visitar esta zona de Chile y seguir la ruta de un gran misionero.