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El debut de ChatGPT por OpenAI conmocionó al mundo de la tecnología y cautivó a audiencias de todo el mundo. En el mundo católico, todos estamos tan desconcertados como los demás.
Para aquellos que no están familiarizados con ChatGPT, es una tecnología de inteligencia artificial (IA) que posee la capacidad de generar respuestas de texto notablemente similares a las humanas.
En su nivel más básico, ChatGPT se construye usando una tecnología llamada aprendizaje profundo. Es un tipo de IA que intenta imitar la forma en que funciona nuestro cerebro. Así como nuestros cerebros tienen millones de neuronas interconectadas, los modelos de aprendizaje profundo como ChatGPT tienen millones de neuronas artificiales, llamadas redes neuronales artificiales.
Pero no "sabe" nada.
El proceso de "enseñarle" algo se denomina "entrenamiento". El proceso de entrenamiento de ChatGPT implica alimentarlo con mucho texto de varias fuentes. Pueden ser libros, artículos, sitios web o cualquier otra información basada en texto disponible en Internet. Al exponer ChatGPT a una gama tan amplia de textos, aprende patrones, asociaciones e incluso reglas gramaticales. Este conocimiento acumulado se denomina conjunto de datos.
Innovador
En un movimiento innovador, Fivable, una empresa de tecnología con sede en Carolina del Sur, tomó la tecnología que impulsa ChatGPT, una API llamada GPT 3, y la entrenó utilizando únicamente el Catecismo de la Iglesia Católica. ¿El resultado? "Catholic.chat", una plataforma interactiva que permite a los usuarios interactuar con el Catecismo en un formato de conversación natural.
A medida que la popularidad de la IA sigue aumentando, su potencial para facilitar la evangelización y la educación en la fe parece prácticamente ilimitado. ¿Podríamos sentir que estamos "conversando" con Santo Tomás de Aquino al transformar sus escritos y trabajos académicos en un conjunto de datos? ¿O con el Dr. Peter Kreeft, autor de innumerables libros y ensayos sobre una amplia gama de temas?
La IA también podría utilizarse para traducir documentos de la Iglesia a una variedad de idiomas, lo que permitiría una accesibilidad más amplia y analizar datos de organizaciones católicas para obtener información más profunda sobre sus necesidades, tendencias y desafíos.
Naturalmente, como con cualquier avance tecnológico, existen riesgos inherentes asociados con el uso de IA dentro de la Iglesia. Necesitamos saber qué queremos lograr al usarlo. Es crucial garantizar que todas las tecnologías se empleen de manera que se alineen con los valores y las enseñanzas católicas. Al hacerlo, la IA puede convertirse potencialmente en un instrumento formidable para el bien.
El advenimiento de Catholic.chat podría ser un punto de inflexión significativo, creando un espacio donde la tecnología y la tradición se entrelazan, lo que podría dar forma al futuro de la educación religiosa y la evangelización.