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Fray Manuel Ubeda: ¿Por qué recordarlo en pleno Siglo XXI?

Fray Manuel Ubeda
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Pablo Cesio - Aleteia Uruguay - publicado el 14/06/23
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El investigador uruguayo Oscar Padrón Favre reflexiona en Aleteia sobre un sacerdote un tanto olvidado que llegó al Río de la Plata -de forma involuntaria- a comienzos del Siglo XIX desde el reino de Valencia (España) y que dejó huella como fundador y pastor

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«El 4 de mayo de 1823 era sorprendido por la muerte, en la Villa de San Pedro, el sacerdote Fray Manuel Ubeda, de destacada actuación por dos décadas en la región central de la antigua Banda Oriental, habiendo participando de forma decisiva en el nacimiento de la Santísima Trinidad de los Porongos, en la revolución oriental y en los orígenes de la Villa del Durazno, siendo el primer sacerdote con que contaron ambas poblaciones».

Así comienza un reciente trabajo de divulgación realizado por el investigador uruguayo Oscar Padrón Favre sobre la figura de fray Manuel Ubeda –nacido alrededor de 1760 en el pequeño caserío de Ubeda (antiguo reino de Valencia, España, aunque muchas veces se ha confundido con la población de Ubeda de la actual provincia de Jaén, en Andalucía)- en el marco del bicentenario de su fallecimiento en la zona uruguaya conocida actualmente como Durazno.

Es que la figura de este sacerdote ha dejado una huella indeleble no solo como personaje fundamental para el nacimiento de localidades como Santísima Trinidad de los Porongos (actual capital del departamento de Flores), sino también como un referente para los pobladores rurales en medio de las vicisitudes (algo que curiosamente de alguna manera también lo asemeja con lo que ha sido la misión del beato monseñor Jacinto Vera).

Entre las particularidades de Ubeda, prosigue Favre, se destaca, precisamente, su vínculo con la orden religiosa de La Santísima Trinidad y de los Cautivos, «nacida en la Edad Media con el propósito de rescatar prisioneros cristianos en manos de los musulmanes, denominados moros».  

También que Ubeda ha tenido que experimentar una compleja travesía hacia América ya que la fragata que lo transportaba fue capturada por los ingleses y estuvo como prisionero durante nueve meses hasta que llegó al Río de la Plata en 1801.

Lo propio con respecto a otra faceta llamativa: su importante educación musical, algo que derivó en la partitura de una «Misa para Día de Difuntos» hallada en Montevideo en la década de 1950 por el musicólogo Lauro Ayestarán.

«La historia de la música en el Uruguay dentro del orden de los compositores, se abre con la figura de Fray Manuel Úbeda», recordó ese profesor, tal cual reproduce el trabajo de Favre.

Finalmente, Favre recuerda que el fallecimiento de Ubeda «provocó profunda consternación entre los feligreses», algo que solo puede entenderse tras conocer mejor la figura de un sacerdote un tanto olvidado cuya figura vale la pena ser recordada en pleno Siglo XXI.  

A continuación la entrevista que Aleteia mantuvo con Favre, quien reflexiona sobre la figura de Ubeda:

–¿Por qué es importante rescatar la figura de fray Manuel Ubeda hoy?

Creo que la recordación y estudio de la acción de esas figuras pueden valorarse por lo menos desde dos perspectivas. La primera, el de ser fundadores de nuevos centros urbanos. El de haber sido catalizadores de las aspiraciones de los pobladores campesinos para el nacimiento de nuevas poblaciones, reuniendo y convenciendo a vecinos dispersos en los campos y al propio Estado de que era conveniente agruparse y formalizar el embrión de un pueblo, una Villa.

En la antigua Banda Oriental, como en el resto de América, fueron varios los sacerdotes que jugaron ese rol de fundadores de pueblos tan importante. Rol que no se redujo a un momento o un acto, sino que, en el caso de fray Manuel Ubeda, acompañó los orígenes de Trinidad por casi dos décadas.

En segundo término, ratifica el fundamental papel civilizador jugado por la Iglesia en el Nuevo Mundo, pues brindó a la sociedad seres humanos con una educación superior, calificada, que además de ser activos evangelizadores fueron promotores de mejores condiciones de vida para los pobladores de entonces siendo los más relevantes líderes de sus respectivas comunidades.

–Además de su origen europeo, Ubeda guarda otra característica especial que tiene que ver con la orden religiosa de La Santísima Trinidad y de los Cautivos. Una presencia no tan común en aquel entonces en el Río de la Plata. ¿Qué podría comentar al respecto?

Efectivamente, el protagonismo evangelizador en América estuvo dado por órdenes como dominicos, franciscanos, jesuitas y otras. No sucedió lo mismo con la orden de los trinitarios. Singularmente participaron bastante en los primeros viajes de los españoles y acciones de colonización. Sin embargo, por distintas razones no contaron con el favor real de Felipe II y entonces no fue una orden de presencia masiva en el Nuevo Mundo. Incluso al parecer el propósito del propio fray Ubeda no era establecerse en el Río de la Plata, pues él se embarcó como capellán de la marina española. Pero su nave fue capturada por los británicos y después de varias vicisitudes llegó a estas tierras. Y lo que tal vez fue una llegada no voluntaria se transformó en su destino definitivo hasta el final de sus días.

Primera partitura de música culta

–Por otro lado, su figura es relevante en cuanto a la música tras el hallazgo de la partitura de una «Misa Día de Difuntos» con fecha 1802. ¿En qué lugar habría que colocar a Ubeda en cuanto a la historia de la música de Uruguay?

Bueno, no soy para nada un especialista en la historia de la música en Uruguay. Fue el gran musicólogo uruguayo Lauro Ayestarán quien a mediados del pasado siglo XX dio a conocer el descubrimiento de esta partitura desconocida hasta entonces y a la cual le atribuyó el carácter de ser la primera partitura de música culta creada en estas tierras del actual Uruguay.

Hasta donde llegan mis conocimientos aún conserva ese sitial de privilegio. Lo que me he preguntado muchas veces es si ese fray Ubeda músico habrá podido cultivar su arte de alguna manera en un lugar tan desprovisto de todo como era la población de la Santísima Trinidad de los Porongos en sus orígenes.

Tal vez pudo recuperar su vocación en el ocaso de su existencia, pues sin duda cuando participó de la fundación de la Villa de San Pedro del Durazno, desde 1821, entró en contacto con los indígenas misioneros que venían exiliados desde las antiguas misiones de los jesuitas y que tenían muy arraigado acompañar las ceremonias religiosas con sus instrumentos y cantos corales. Es probable, entonces que al final de sus días haya podido tener la satisfacción de escuchar que se interpretara su Misa por esos músicos indígenas.

PARTIDA
Partida de bautismo firmada por fray Ubeda en una iglesia local, algo que puede interpretarse como «testimonio que para entonces el templo había sido inaugurado ybendecido por Fray Ubeda, bajo la advocación de San Pedro», tal cual recuerda Favre.

Un sentido de continuidad entre Ubeda y Jacinto Vera

–Por último, dentro de su legado espiritual aparecen referencias a las necesidades espirituales de estas tierras, de aquellos campos, en el siglo XIX. ¿De alguna manera su trabajo y palabras no enaltecen aún más al beato Jacinto Vera, el encargado de organizar el clero a nivel local, cura gaucho y misioneros y considerado padre de la patria? ¿Se podría hacer una vinculación entre ambos salvando las distancias?

Mucho nos cuesta desde este Siglo XXI imaginarnos lo que era la durísima realidad de los campos en torno al 1800, tierras que algunos documentos de entonces, para mostrar el abandono en que estaban, definían como «Sin Dios, sin Rey y sin Ley». Donde los hombres debían valerse por sí mismos para obtener su sustento y para defender casi cotidianamente sus vidas y las de sus familias de diferentes amenazas.

Por eso los sacerdotes de entonces tenían que estar dotados de un carácter muy especial para enfrentar tan azarosas circunstancias, además de las marcadas limitaciones materiales y de comodidades. Por eso cuando comenzó la Revolución la mayoría de esos sacerdotes rurales acompañaron a sus feligresías en tantos momentos difíciles, como lo hizo fray Ubeda.

Pero el interior del país sufrió mucho esa tan tumultuosa primera mitad del Siglo XIX y por supuesto la vida religiosa también. Entonces fue providencial que surgiera la figura de Jacinto Vera. Surgió desde tierra adentro. Él vivió y presenció el sufrimiento de esas sociedades del interior y también comprobó cómo a pesar de tantas desventuras la fe estaba profundamente arraigada en la población. Entonces asumió interiormente el decidido e irrenunciable compromiso de estar cerca de ellas y de fortalecer la institución Iglesia para ponerla al mejor servicio de esas poblaciones del interior del país.

Sin duda que en ese privilegiar a las sociedades del interior, siempre menos asistidas y cuidadas que las concentradas en las grandes ciudades, hay un claro sentido de continuidad entre las figuras de fray Ubeda y del beato Jacinto Vera. Y también hay un profundo signo de enseñanza y de invitación a imitarlos.

Homenaje a Ubeda

El pasado 4 de junio se realizó en la parroquia de la Santísima Trinidad, en la capital del departamento de Flores, una conferencia y celebración religiosa vinculada a fray Ubeda.

«Fue una ceremonia religiosa presidida por el cardenal Daniel Sturla, con la participación de la Orquesta Juvenil del SODRE, en claro homenaje al fray Ubeda músico, cerrándose con un panel en el cual varios investigadores reflexionaron sobre la figura de fray Ubeda y su época, y donde el cardenal Sturla brindó una reseña biográfica del beato monseñor Jacinto Vera», finalizó Favre su diálogo con Aleteia.

Imágenes del homenaje a fray Manuel Ubeda (hacer click en galería):

Para leer trabajo completo de Oscar Padrón Favre sobre fray Manuel Ubeda hacer click aquí.

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