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En "Deconstruir el antijudaísmo cristiano" (Cerf), la Conferencia Episcopal de Francia ofrece un recorrido sencillo y práctico en torno a una veintena de preguntas a las que la Iglesia ha respondido para fomentar el diálogo. Entre estas, quizás la pregunta más provocativa presentada por el padre Christophe Le Sourt, quien editó la obra: "¿Son los judíos responsables de la muerte de Jesús?"
"El Dios del Antiguo Testamento es violento, mientras que el del Nuevo Testamento es amor, la nueva Alianza ha reemplazado a la antigua, los judíos son deicidas”: tantos clichés transmitidos durante siglos que han alimentado sentimientos hostiles y despectivos hacia los judíos, lo que se llama antijudaísmo cristiano.
Desde los inicios del cristianismo, aparece el término "deicidio" para calificar al pueblo judío: término que se mantendrá en la terminología de la Iglesia hasta el siglo XX. El punto de inflexión de los años 60 y el papel decisivo de Jules Isaac cuya gran preocupación, que compartió el 13 de junio de 1960 con el Papa Juan XXIII, en Roma, fue hacer comprender a los cristianos que no es "justo" atribuir la muerte de Jesús al "pueblo judío" que, en su mayor parte, escuchó a Jesús de Nazaret hasta el final.
No hay justificación en las escrituras
"Lo cometido no puede ser imputado indistintamente a todos los judíos que vivían entonces, ni a los judíos de nuestro tiempo", escribe el Concilio Vaticano II (Nostra Aetate, 1965), que se limita a repetir una enseñanza del Concilio de Trento, en el siglo XVI: "La Iglesia sostiene que es por el pecado de todos los hombres que Cristo, en su inmenso amor, se sometió a su pasión y a su muerte para que todos obtengan la salvación"…
En 1973, el Comité Episcopal para las Relaciones con el Judaísmo especifica que "además, los cristianos pecadores son más culpables de la muerte de Cristo que los pocos judíos que participaron en ella -éstos en realidad no sabían lo que hacían- ¡y nosotros lo sabemos demasiado bien!".
En 2012, el mismo Benedicto XVI escribió en su Jesús de Nazaret (Palabra y Silencio), que las palabras "Su sangre sea sobre nosotros" (Mt 27,25) "de ninguna manera pueden leerse como una incitación a oponerse a los judíos: la sangre de Jesús habla otro idioma que el de Abel (HE 12, 24): no pide venganza ni reconciliación". Por lo tanto, es comprensible que la acusación de "deicidio" no encuentre justificación en las Escrituras y no pueda aplicarse a los judíos de hoy. Esta es una verdad que debe repetirse incansablemente” (cf. Deconstructing Christian Anti-Judaism, cap. 7).
Trabajo de claridad
Es para responder a otras representaciones caricaturescas e indignas de los cristianos que el servicio nacional para las relaciones con el judaísmo de la Conferencia de Obispos de Francia ha querido realizar este trabajo de claridad para proporcionar puntos de referencia. Con un prólogo de Monseñor Éric de Moulins Beaufort, presidente de la Conferencia Episcopal de Francia y prologado por el Gran Rabino de Francia, Haïm Korsia, el libro Deconstruyendo el antijudaísmo cristiano es una nueva etapa en el diálogo entre judíos y católicos.
La Iglesia reafirma con determinación que el vínculo que la une espiritualmente a la línea de Abraham es único.
Este libro, en 150 páginas, reúne veinte capítulos que presentan los clichés más difundidos, lamentablemente aún hoy. Dichos clichés, a lo largo de la historia, han nutrido abundantemente el antijudaísmo cristiano que, a su vez, sirvió de caldo de cultivo para el antisemitismo.
La lucha contra estos flagelos es una batalla continua. ¡Un imperativo moral y espiritual! Los títulos de los capítulos de este libro se presentan en forma de preguntas que, en un principio, pueden parecer un poco provocativas: "¿Es la Iglesia el nuevo pueblo de Dios?", "¿Tienen los cristianos la misión de convertir al pueblo judío?"… Precisamente buscan suscitar una reacción para promover la reflexión y la formación.
No se trata de compartir opiniones, sino de dar puntos de referencia basados, esencialmente, en los textos oficiales de la Iglesia Católica, publicados desde el Concilio Vaticano II. Porque sí, durante más de medio siglo, desde la declaración conciliar Nostra Aetate de 1965 hasta la declaración de los obispos de Francia en 2021, la Iglesia ha reiterado con determinación que el vínculo que la une espiritualmente a la línea de Abraham es único, que los judíos son "nuestros amados hermanos" y que es urgente combatir los clichés y malentendidos que dañan esta hermandad. Fomentar el diálogo entre judíos y cristianos les permitirá estar juntos "una bendición para el mundo".