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Bebo Valdés fue un destacado músico de música cubana y jazz afrocubano, pianista principal del famoso Tropicana Club de los años 40. Nació un 9 de octubre de 1918 en Quivicán y luego de formarse musicalmente, en su pueblo natal primero y en La Habana después, comenzó su carrera profesional a los 20 años.
Fue pianista, pero también compositor, arreglista y director de orquesta. Es considerado una de las figuras centrales de la época dorada de la música de su país. En 1960 abandonó su país por discrepancias con el gobierno cubano, lo cual significó también abandonar a su familia.
Viajó a México, luego a Los Ángeles, España, realizó giras por toda Europa y finalmente se estableció en Suecia en 1963, donde formó una nueva familia. Falleció en Málaga en marzo de 2013.
Chucho Valdés, hijo de Bebo, también nació en Quivicán y también un 9 de octubre, pero de 1941. También se destacó como pianista dedicado especialmente a la música afrocubana. Es además compositor, arreglista docente y director de grupo.
Sus estudios, naturalmente, comenzaron en casa bajo la influencia de su padre y de su madre, Pilar Rodriguez, que era profesora de piano y cantante. Con una loable trayectoria internacional, Chucho ha sido ganador de doce Grammy´s (entre ellos, cinco Latin Grammy´s) y ha recibido el Premio a La Excelencia Musical de La Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación.
También fue iniciado en el Salón de la Fama de los Compositores Latinos. En 2006 fue declarado Embajador de Buena Voluntad de la FAO ante la ONU en una ceremonia realizada en la Ciudad del Vaticano y, desde entonces, da conciertos en La Habana cada mes de octubre, por el Día Mundial de la Alimentación. Desde el 2009 está casado con Lorena Salcedo y tienen seis hijos.
Bebo y Chucho interpretando juntos “Tres Palabras”
Padre e hijo en Calle 54
Un piano ¿providencial?
Antes de fallecer, el padre Bebo le había dicho a su hijo Chucho que él siempre había querido que él tuviese un piano en particular: un Steinway Modelo D, piano de concierto de la célebre marca, por muchos considerada la mejor en lo que a pianos se refiere.
Un año después de la muerte de Bebo, Chucho recordaba este deseo del padre, de modo que, estando en Málaga, decidió ir a comprar el tan preciado instrumento en cuestión. Habiendo encontrado una tienda en la que había diez de estos pianos, Chucho decidió probarlos todos.
Naturalmente todos sonaban muy bien, sin embargo, se encariñó particularmente con uno de ellos y es el que marcó como elegido para la compra.
Lamentablemente el vendedor indicó que, de todos los Steinway Modelo D que había allí, ese es el único que no estaba disponible para la venta. Se trataba de un piano usado -el único de todos- que ya estaba prometido a un concertista austríaco, quien además había pagado ya un adelanto.
Ante la encaprichada insistencia de Chucho para con ese piano puntual, el vendedor le abrió la posibilidad de que superara la oferta del otro comprador. Con esta chance, el pianista le solicitó al vendedor probarlo una vez más, pero esta vez con la tapa abierta, a lo cual el comerciante accedió.
Al abrir la tapa, el hombre no pudo salir de su asombro, llamando la atención de Chucho, quien decidió acercarse para ver qué es lo que había causado tal reacción en el hombre de la casa de instrumentos. Dentro del piano logró divisar un garabato y al acercarse más y enfocar la vista, pudo descubrir que se trataba de nada menos que de una firma: "Bebo Valdés".
Chucho Valdés narrando la curiosa historia
¿Casualidad? ¿Destino? ¿Providencia? ¿Un regalo desde el más allá? Quedará a criterio del lector… Lo cierto es que Chucho tiene en su casa el mismísimo Steinway que había sido utilizado por su padre.
Chucho Valdés interpretando en su hogar el piano firmado por Bebo