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San Charbel Makhlouf, primer santo libanés perteneciente al rito maronita y canonizado el 9 de octubre de 1977, es ampliamente venerado en México, en donde es común encontrar imágenes de él dentro de las iglesias, siempre con una lluvia colorida de listones que cuelgan de sus brazos y dan testimonio de la gran devoción que le tienen sus fieles.
El origen de los listones a San Charbel
Esta tradición, ahora extendida a diversos países del mundo, se originó en la catedral de Nuestra Señora de Balvanera, conocida como la catedral maronita de la Ciudad de México, ubicada en el centro histórico de la ciudad.
Un día acudió una mujer a este recinto a pedirle a san Charbel que intercediera por su salud. Al encontrarse tan necesitada de la gracia de Dios, decidió escribir su petición para que a san Charbel «no se le olvidara» interceder por ella. Buscó entre sus cosas un papel para escribir su petición y, a falta de papel, lo hizo en un listón que había comprado en una de las muchas mercerías que rodean la catedral.
Amarró el listón a la imagen del santo y días después recibió la gracia que había pedido. Esta mujer, como gesto de gratitud, regresó a dejar otro listón a san Charbel y, a partir de ahí, la tradición comenzó a extenderse, primero dentro del país y después en algunos lugares del extranjero.
¿De qué color poner mi listón a san Charbel?
Dentro de la tradición se contempla usar los listones de color para realizar la petición y, posteriormente, un listón blanco para agradecer a Dios y a san Charbel por el milagro recibido.
Aunque en ocasiones se ha promovido el uso de un color en particular para cada tipo de petición (ya sea salud, asuntos económicos o protección, por ejemplo) resulta importante señalar que esta práctica debe entenderse como una manera de expresar y vivir la fe sin acercarse a la superstición o magia.
Más allá del color del listón, lo principal es acudir a Dios en medio de nuestras necesidades para pedir su intercesión y el aumento de nuestra fe en medio de las pruebas que presentamos.
Un acto devocional, no una magia o superstición
Colgar un listón para expresar nuestras peticiones o gratitudes no debería, en ningún caso, suplir la oración que dirigimos a Dios y a cualquier santo al que nos encomendemos; mucho menos, convertirse en un acto supersticioso o mágico que nos lleve a concebir nuestra relación personal con Dios como una especie de «trueque» o hechizo que llevamos a cabo para obtener aquello que necesitamos.
La Iglesia católica reconoce que las expresiones de piedad popular tienen mucho que enseñarnos. El Catecismo señala que «estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituyen» pues «la vida cristiana se nutre de formas variadas de piedad popular, enraizadas en las distintas culturas. Esclareciéndolas a la luz de la fe, la Iglesia favorece aquellas formas de religiosidad popular que expresan mejor un sentido evangélico y una sabiduría humana, y que enriquecen la vida cristiana». (1675, 1679)