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El 22 de julio de 2013, lejos de la atmósfera silenciosa de la sala de prensa de la Santa Sede, el ambiente en el centro de prensa de la JMJ en Río bullía. Lágrimas y gritos de alegría de los periodistas brasileños e internacionales presentes acompañaron las imágenes del primer aterrizaje del Papa Francisco fuera de Italia, cuatro meses después de su elección.
De regreso a su continente natal, el Papa llegó a un país que tradicionalmente ha sido rival de Argentina. "El Papa será argentino, pero Dios es brasileño", dijo con humor la entonces presidenta brasileña Dilma Rousseff con motivo de la elección del pontífice en marzo de 2013. Eso no le impidió recibir con orgullo al Papa en su primer viaje al extranjero.
Recibido con todo el protocolo que se espera de los jefes de Estado, el Papa se dirigió después a la pista en un modesto Ford Focus, y observó con palpable melancolía a los fieles congregados cerca del aeropuerto, fuera del perímetro de seguridad y a los que, por tanto, no pudo dirigirse directamente.
El atasco providencial
La escolta emprendió entonces la ruta que debía llevarle al centro de Río, pero unos instantes después la comitiva papal se equivocó de camino. El Papa, acostumbrado al transporte público en Buenos Aires, se vio atrapado en un atasco. Los guardias suizos y los gendarmes vaticanos encargados de su protección se pusieron nerviosos, se oyeron voces entre los distintos miembros de la escolta, que se gritaron alrededor del coche del Papa, y la policía brasileña fue humillada en vídeo. El incidente no hizo ninguna gracia a los servicios de seguridad de un país entonces sumido en violentos disturbios.
Pero el Papa argentino bajó la ventanilla y se mostró encantado con el incidente, que le permitió volver a entrar en contacto con la «gente real». Automovilistas, motociclistas y transeúntes corrieron a su encuentro. El Papa pidió a sus guardaespaldas que les dejaran acercarse a él, e incluso regaló su solideo a un transeúnte. Estas imágenes surrealistas marcaron el tono de una visita, y luego de un pontificado, centrado en el contacto directo con la gente, aunque ello supusiera saltarse el protocolo y las instituciones.
Papa Francisco: modesto y cercano
El corresponsal del diario Libération tomó nota de su actitud y del pequeño coche que se convertiría en una marca de sus viajes, señalando que «a través de este signo, el Papa envía un mensaje, el de una modestia asumida y una cercanía a la gente de abajo».
A lo largo de esta asombrosa semana, el encuentro improvisado del Papa Francisco en la catedral con sus enérgicos compatriotas argentinos, o su oración con pastores evangélicos en una favela de Río, fueron también los eventos «fuera de programa» que marcaron esta JMJ brasileña. El primer Papa latinoamericano de la historia abrió así una década, a veces sorprendente y desconcertante, pero llena de vida, alegría y contacto con la gente sencilla, los pobres, el seguimiento de Jesús.
No cabe duda de que, también en Portugal, el Papa Francisco encontrará las palabras y los gestos que le permitirán «tocar» —literal y figuradamente— a este pueblo marcado por un profundo apego a la fe católica y a la figura del Papa. Así, de Río a Lisboa, la JMJ trazará un bucle lleno de fantasía y de lo inesperado, pero también de coherencia; mostrando la fuerza de un pontificado que escribe recto con líneas curvas... incluso a través de la torpeza de su escolta.