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1Brígida: esposa y contemplativa
Brígida, nacida en 1303 y fallecida en Roma, en 1373, además de patrona de su país natal, Suecia, es una de las patronas de Europa. Estuvo unida en matrimonio durante 28 años con Ulf Gudmarsson, gobernador de una importante provincia del reino de Suecia. Del matrimonio nacieron ocho hijos, la segunda de los cuales, Karin (Catalina), es venerada como santa.
Al quedar viuda, vendió sus bienes y se retiró a la vida contemplativa en un monasterio, fundando después la Orden del Santísimo Salvador, que hoy día mantiene viva su herencia espiritual. Las religiosas de este instituto son conocidas como brigidinas del Santísimo Salvador (las de vida contemplativa) o brigidinas (las de vida activa) y sus monjes como brigidinos.
2Las “Revelaciones” de Jesús
Al abrazar la vida monástica, Brígida comenzó a experimentar revelaciones divinas, que la acompañaron durante todo el resto de su vida. Brígida las dictó a sus secretarios-confesores, que las tradujeron del sueco al latín y las recogieron en una edición de ocho libros, titulados Revelaciones.
San Juan Pablo II, en la carta Spes aedificandi, aclara el valor que tienen todavía hoy para los cristianos estas Revelaciones: “Al reconocer la santidad de Brígida, la Iglesia, sin pronunciarse sobre cada una de las revelaciones que tuvo, aceptó la autenticidad global de su experiencia interior”.
Brígida sigue siendo maestra de oración para miles de cristianos todavía hoy en el mundo gracias a sus dos grandes legados espirituales.
En el marco de sus experiencias místicas, Brígida contempló los “Siete Dolores” de la Virgen María, devoción que consiste en rezar siete avemarías diariamente, meditando las lágrimas y los dolores de la Madre de Dios. Una sencilla práctica espiritual capaz de infundir auténtica paz interior y unión con Cristo a través de María.
3Las 15 oraciones de Santa Brígida
Por otra parte, según testimonió Brígida en sus “Revelaciones”, Cristo le compartió quince oraciones que pueden ayudarte a contemplar a Dios, las que escribió como fruto de sus visiones sobrenaturales.
Las presentamos a continuación. Pueden ser precedidas por esta oración introductoria:
“Dulce Jesús mío. Hiere mi corazón, para que las lágrimas de penitencia, dolor y amor sean mi pan, día y noche. Conviérteme enteramente a Ti, que mi corazón sea tu morada perpetua, que mi conversación te sea agradable, y que el final de mi vida te sea tan loable que después de mi muerte pueda merecer tu paraíso y alabarte por siempre con todos tus santos. ¡Que así sea!”