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Los participantes de la JMJ no volverán a casa como antes

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Cyprien Viet - Isabella H. de Carvalho - published on 06/08/23
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Tras dos semanas cargadas de emoción, los más de un millón de participantes en la JMJ de Lisboa volverán a casa con la fe renovada. Muchos de ellos dan testimonio de su deseo de vivir una vida comprometida al servicio de los demás, libres de las garras del mundo virtual

"Puedo vivir mi vida sin miedo ni dudas", dijo Adela, una surcoreana de 34 años, al final de la JMJ de Lisboa. "Recibí mucho valor y poder del Papa Francisco. Fue increíble", explicó la joven, cuyo país acogerá la próxima JMJ dentro de cuatro años.

Muy conmovida por la benevolencia de los portugueses, "muy amables, puros y bendecidos", Adela aseguró que tiene "muchas ganas" de que llegue la JMJ de Seúl. "Espero que veamos a mucha gente de todo el mundo venir a nuestro país con gratitud y alegría y con un ambiente como este", dijo, indicando a los peregrinos acampados a su alrededor. Adela señaló los retos a los que se enfrentan los jóvenes en su país, como una cultura especialmente competitiva para conseguir diplomas y empleos, con el alcohol y las redes sociales como salidas.

Adela peregrina JMJ
Adela, peregrina surcoreana

"Los jóvenes compiten entre sí", lamenta Adela, a quien le gustaría que la Iglesia fuera más acogedora con ellos. "Creo que esto debe venir no solo de otros jóvenes, sino también de sacerdotes, monjas y laicos. Tenemos que ayudarnos unos a otros y centrarnos en los problemas sociales", explica.

Romper con los móviles

Johannes, un joven alemán de 17 años, estaba entusiasmado por vivir su primera JMJ en Lisboa. "Fue muy bonito, participé en muchos actos en los que rezaban personajes famosos, y me dieron mucha inspiración para mi vida futura, y eso me ayudó mucho a motivarme para mi graduación".

"Voy a cambiar mi vida cuando vuelva a Alemania porque era muy adicta a los móviles. Espero que las cosas mejoren y vea el mundo de otra manera", subraya.

La juventud "transfigurada a imagen de Cristo"

Céline, una mujer de 44 años que acompaña al grupo procedente de la diócesis de la Guayana Francesa, terminó la JMJ con una rodilla dolorida, encapsulada en una rodillera. A lo largo de las avenidas y calles de Lisboa, los equipos médicos atendieron a un gran número de jóvenes aquejados de agotamiento por el calor, esguinces y dificultades físicas debidas a la larga caminata hasta el lugar donde se celebraron los actos finales.

Pero, a pesar de todo, prevalecen la fe y la alegría. "Nuestros cuerpos están magullados, pero estamos transfigurados a imagen de Cristo. Han pasado muchas cosas en estas dos semanas, mucha curación, mucho avance hacia los caminos de Dios… ¡Eso es lo importante! Después ya veremos lo del cuerpo", aseguró Céline.

"Comprender la importancia del compromiso"

François-Léopold, un joven de París, ya había participado en la JMJ de Cracovia en 2016 como peregrino. Quería vivir estas JMJ en Lisboa de otra manera y decidió servir a personas con discapacidad, con la asociación "A Bras Ouverts" ("Con los brazos abiertos"). "Fue más intenso, ¡pero muy bonito! Das mucho de ti, de tu energía y de tu tiempo, pero también recibes mucho más", explicó.

El joven al que acompañó durante toda la JMJ, Gabriel, que tiene un impedimento en el habla, se resiste a responder a cualquier pregunta. "Me voy a casa más contento que antes. Es todo lo que puedo decir", afirma, mientras sus compañeros le miran con diversión y admiración. "Gabriel me enseñó mucho y me ayudó a aprovechar al máximo cada momento", explica François-Léopold. "Me ayuda a comprender la importancia del compromiso. Para los jóvenes, el compromiso es fundamental", insiste el joven parisino.

Su amigo Pierre-Louis explica que el "ambiente festivo" de la JMJ 2016 ya le había "hecho tomar conciencia de la catolicidad de la Iglesia", pero esta vez ha venido con más madurez. "Ahora, estoy más en la lógica de devolver, de devolver lo que he recibido. Lo sorprendente de esta JMJ es la cantidad de trabajo que ha costado preparar el evento. Lo que hemos recibido, se lo debemos a otras personas. Y ahora, al volver a París, tenemos que transmitir este regalo. Creo que vamos a tener que recordar a los jóvenes franceses que el mensaje de alegría que recibieron en la JMJ tendrá que ser transmitido y transformado, a través de compromisos y vocaciones", explicó.

Sophie, que también acudió con la asociación "A Bras Ouverts", dice que le "asombró el tiempo pasado en oración con las personas discapacitadas". "Su manera de dar gracias a Dios quedará grabada en mi memoria. Volveré a casa con el corazón más ligero y con la convicción de que la fe entra en todos los corazones", afirmó.

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