Santa Mónica, llevada a los altares mayores por su estilo de vida en santidad y oración, fue dada en matrimonio muy joven a un hombre pagano llamado Patricio, de quien tuvo varios hijos, entre ellos Agustín, cuya conversión alcanzó de la misericordia divina con muchas lágrimas y oraciones. Sin duda es un modelo perfecto de madre cristiana.
Hoy queremos compartirte cinco datos de la vida de santa Mónica con los que te puedes identificar y pedir su intercesión.
1Punto de referencia
En una época en la que la mujer estaba siempre y en todo caso relegada a un papel subalterno, obligada a vivir a la sombra de su marido, condenada al olvido y sin consideración por sus verdaderos talentos y capacidades, esta mujer excepcional supo sublimar el papel que le ha asignado la historia y la sociedad, convirtiéndose en un punto de referencia y símbolo para las mujeres y madres de todas las épocas.
2Mujer aguerrida
Imaginemos a una madre, una mujer cristiana, que se quedó viuda temprano, con tres hijos que cuidar y todo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Parece una historia como muchas otras, una que podemos escuchar todos los días, o que quizás incluso hemos vivido muy de cerca en nuestra familia.
3Pilar de familia
En la cultura antigua, en casi todas las sociedades, ser esposa y madre representaba la máxima aspiración y la plena realización de una mujer; en muchos casos, era inevitable estar sometida al marido.
En este caso seguramente seremos capaces de darnos cuenta de cuánto coraje y fuerza necesita una madre para sacrificar su propia vida para emplear cada momento de su existencia, sola y exclusivamente, para el cuidado y el bienestar de su hijo.
No pensemos solo en el bienestar del cuerpo, sino también y sobre todo en el del espíritu y el alma; que sobre todo en los más jóvenes, está constantemente perturbado por pensamientos y estímulos que no siempre son comprensibles para ellos mismos.
4Mujer de oración y fe
Después de casarse según los deseos de la familia, tuvo tres hijos que crecieron en el fervor de su fe. Una fe tan ardiente e inquebrantable que hasta su marido, un pagano, se contagió a tal grado que se convirtió al cristianismo.
Nadie como San Agustín entiende la fuerza de la oración de una madre por su hijo; pues durante veinte años su madre, santa Mónica, rezó por su conversión y lo consiguió. Él mismo lo cuenta en su libro Confesiones.
Él dijo que su madre iba tres veces al día frente al Sagrario, en Hipona, y le pedía a Jesús que su Agustín se volviera “un buen cristiano”.
Era todo lo que ella quería. No pedía que él fuera sacerdote, obispo, santo, doctor de la Iglesia y uno de los mayores teólogos y filósofos de todos los tiempos; solo que creyera.
San Agustín dijo que las lagrimas de su madre frente al sagrario eran como "la sangre de su corazón destilado en lagrimas en sus ojos".
5Madre y abuela entregada
Durante sus años paganos, Agustín tuvo una concubina con la que tuvo un hijo llamado Adeodato. El hijo permaneció bajo su custodia y ambos vivieron con santa Mónica; su nieto falleció con 16 años y vivió lo suficiente como para ser testigo de la muerte de su abuela. Santa Mónica tuvo un profundo impacto, no solo en su hijo, sino también en su nieto.
Gran intercesora
Una vez que San Agustín se convirtió, en los últimos días de su madre, tuvieron un hermoso diálogo; la conversación más santa entre una madre y un hijo, después de las que Jesús tuvo con la Virgen María.
«Hijo, en cuanto a mí, ya no encuentro ningún atractivo por esta vida. No sé qué sigo haciendo aquí y por qué me encuentras aquí. Este mundo ya no es un objeto de deseo para mí. Solo había una razón por la que quería quedarme un poco más en esta vida: verte como un cristiano católico antes de morir. Dios me ha concedido más allá de todas mis expectativas, me ha concedido verte a su servicio y liberado de las aspiraciones de felicidad terrena. ¿Qué estoy haciendo aquí?».
«Enterrarás este cuerpo, dijo, donde más te guste, no quiero que te molestes. Solo por esto te ruego que estés donde estés, te acuerdes de mí en el altar del Señor».
Santa Mónica es la santa patrona de las mujeres casadas, madres, abuelas y viudas; también es la santa patrona de las personas que viven matrimonios difíciles, de las que tienen hijos problemáticos, y de las conversiones de familiares.
Ella es la amiga que nos consuela desde el cielo. Entiende bien la desesperación de los padres frustrados y confundidos al ver a sus hijos alejarse de la Iglesia.