La Organización Mundial de la Salud define la dependencia química como los cambios conductuales, fisiológicos y cognitivos que se desarrollan tras el consumo repetido de ciertas sustancias como el tabaco, alcohol, medicamentos o drogas ilícitas. En otras palabras, la drogadicción es un término para describir el uso continuado de ciertas sustancias cuando surgen problemas relacionados con su consumo.
En 2021, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) publicó un informe en el que se afirmaba que más de 36 millones de personas sufrían trastornos por consumo de drogas. Este mismo informe afirmaba que entre 2010 y 2019, el número de personas que consumían drogas aumentó un 22%. Cifras que han empeorado con la pandemia, ya que se ha informado de un aumento del 42% en el consumo de cannabis (marihuana) y el abuso (no médico) de medicamentos durante ese período de aislamiento social. Como sabemos, la drogadicción causa graves problemas en la vida del individuo, que pueden extenderse a los familiares del adicto.
A menudo, el problema, en sus primeras fases, no es percibido por el adicto y/o sus familiares, que confunden la adicción con "hábitos sociales normales", como beber una lata de cerveza cada noche para relajarse o tomar pastillas para mejorar la concentración antes de estudiar.
Los principales signos de alerta:
Es importante conocer los principales signos de adicción a las drogas. Según una publicación de la Universidad John Hopkins, éstas son las principales señales:
- Necesidad de cantidades cada vez mayores de la sustancia para conseguir un efecto (tolerancia)
- Síntomas (como temblores, fiebre, dolor de cabeza, etc.) que ocurren cuando la persona disminuye o deja de consumir la sustancia (síndrome de abstinencia)
- Pasar mucho tiempo obteniendo, consumiendo y recuperándose de los efectos del consumo de drogas
- Abandono de las actividades sociales y/o recreativas
- Consumo continuado de la sustancia aunque la persona sea consciente de los problemas físicos, psicológicos y familiares o sociales que le causa este consumo.
Causas y prevención de la drogadicción
Los factores que llevan a una persona a contraer una drogadicción son variables, incluyendo presiones sociales, problemas psiquiátricos, genética, y también podemos incluir factores culturales como el fácil acceso al alcohol y a los cigarrillos, como en situaciones en las que los padres ofrecen alcohol a sus hijos adolescentes o fuman en presencia de los niños.
Los síntomas de la drogadicción son muchos y a veces graves. Por eso, padres, educadores y profesionales de la salud deben estar atentos a signos como pérdida de peso, ojos rojos, fatiga constante, cambios de comportamiento, ansiedad e insomnio. Si se confirma un caso de drogadicción, debe indicarse tratamiento lo antes posible.
Existen muchas estrategias para prevenir y combatir la drogadicción, todas ellas basadas sobre todo en la aceptación. Como se ha descrito aquí, son muchos los factores que conducen a la drogadicción, por lo que el tratamiento también es complejo y requiere un equipo multiprofesional formado por psicólogos, médicos y trabajadores sociales, entre otros. En algunas situaciones más graves, puede ser necesaria la hospitalización.
El papel de la fe y la espiritualidad
En este contexto de tratamiento y prevención de las drogodependencias, es importante destacar la importancia de la fe y la espiritualidad, tanto en la estructuración de los servicios de tratamiento, como en su carácter de componente auxiliar en la terapia.
Un estudio publicado en 2019 por el Journal of Religion and Health mostró que el 73% de los programas de tratamiento de adicciones en Estados Unidos incluyen un elemento basado en la espiritualidad, como se observa en los famosos 12 pasos desarrollados y popularizados por Alcohólicos Anónimos (AA), y que los adictos con fe se benefician de estos elementos curándose más rápidamente.
Es más, un estudio publicado en 2018 por la revista Journal of Youth and Adolescence con investigadores de la Universidad de Virginia y la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins, en el que se estudió a más de 27 mil estudiantes de secundaria, concluyó que la espiritualidad está relacionada con un menor abuso de sustancias y una mayor adaptación a situaciones estresantes.
Por tanto, es fácil concluir que la espiritualidad y la inclusión de los jóvenes en la vida religiosa deberían ser una preocupación para los padres y -más aún- considerarse un factor de prevención de la drogadicción. Por otra parte, la disminución del número de personas que dicen pertenecer a una religión pronto no solo será una preocupación para las iglesias, sino que también se convertirá en un problema de salud pública.