Cuando se trata de llevar un mejor orden, tendemos a buscar herramientas cada vez más eficaces, y ciertamente, en esta época de carrera por la productividad son cada vez más variadas. Sin embargo, antes de hablar de "herramientas, sistemas de organización o listas de tareas", es importante dar sentido a nuestra organización, volviendo a conectar con el objetivo último de nuestra vida como bautizados.
1CONOCER TU RAZÓN DE SER
El propósito de nuestras vidas no es nuestro ego. Tampoco es ser productivos o realizar multitud de tareas. La productividad no nos dará un propósito en la vida. Si vivimos para nuestra gloria, nuestra fama, nuestra comodidad, seguramente nos perderemos la razón de ser de nuestra existencia.
Al comienzo de sus Ejercicios Espirituales, San Ignacio de Loyola expone el "principio y fundamento" de los mismos: "El hombre ha sido creado para alabar, respetar y servir a Dios nuestro Señor, y así salvar su alma, y las demás cosas que hay sobre la faz de la tierra han sido creadas para el hombre, y para ayudarle en la consecución del fin para el que ha sido creado". Servir a Dios y darle gloria en todos los ámbitos de nuestra vida, y en la más pequeña de nuestras acciones cotidianas, debe ser, por tanto, nuestra razón de ser. El apóstol Pablo nos anima en este sentido: "Así pues, tanto si coméis como si bebéis o hacéis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios" (1 Co 10,31).
2DESARROLLA TU MAGNANIMIDAD
"La magnanimidad es la virtud de quien se considera digno de grandes cosas, de quien es consciente de su dignidad y de su grandeza, y afirma esta dignidad y esta grandeza en la acción" (Coaching con Juana de Arco, Ediciones Le Laurier, 2020). A lo largo de nuestra educación cristiana, hemos aprendido la importancia y el valor de la humildad, es decir, de ser fieles a nosotros mismos.
Hay otra virtud, igual de importante, de la que oímos hablar con menos frecuencia: la magnanimidad. El escritor Alexandre Dianine-Havard, creador del "Sistema de Liderazgo Virtuoso", le ha devuelto el lugar que le corresponde. Es esencial si queremos comprender la grandeza de nuestras almas y la elevada misión a la que cada uno de nosotros está llamado.
La magnanimidad del cristiano se basa en su dignidad de "hijo" o "hija" de Dios. No hay mayor dignidad que ésta. En lugar de aspirar a la "autoestima" (que el autor define como una "sensación psicológica"), deberíamos desarrollar esta gran virtud de la magnanimidad. Al honrarla, nos damos permiso para soñar, para pensar en grande, para imaginar las misiones más nobles para nosotros mismos y para los demás.
3HONRAR EL DESCANSO DOMINICAL
Una vida ordenada implica discernir las propias prioridades. Afortunadamente, la Biblia arroja luz sobre este tema gracias al mandamiento del shabbat establecido en los libros del Deuteronomio (5, 12-15) y del Éxodo (20, 8-11). "Santificad el día de descanso, como el Señor, vuestro Dios, os ha mandado". El tiempo de un judío se estructura así en torno a este día de descanso y alabanza a Dios, que ilumina todos los demás días de la semana. El shabbat (que los judíos celebran el sábado) orienta la vida judía hacia su verdadera finalidad: vivir en la presencia y la amistad de Dios, en comunión con la Creación, obra sublime de Dios.
Como cristianos, estamos llamados a cesar nuestras actividades los domingos y dedicar este día a "descansar en Dios". Es cierto que ya no tenemos que seguir al pie de la letra el ejemplo judío de cesar todo trabajo (los 39 trabajos enumerados en la Mishná judía). Sin embargo, para santificar el domingo, vamos a misa; también podemos dedicar tiempo a estudiar la Biblia, rezar, alabar a Dios, recordar sus obras, incluida su Creación, y a nuestra familia, y abstenernos de ir de compras o trabajar.
La teóloga Sylvaine Lacout ha escrito un libro sobre El shabbat bíblico (Ediciones des Béatitudes, 2009). Para ella, más que un simple rito es un "arte de vivir" que "hunde sus raíces en Dios, en una imitación de Dios, en una memoria viva de su obra creadora".
Al cesar voluntariamente nuestras actividades los domingos, aunque no hayamos terminado nuestra "lista de tareas" de la semana, nos ponemos límites sanos y santificadores. Afirmamos nuestra independencia frente a la productividad demencial, el frenesí de una sociedad que quiere ser cada vez más "eficiente" y la ansiedad de nuestros contemporáneos. Sacamos fuerzas de Dios y le entregamos la dirección de nuestra vida y de "nuestro" tiempo. Reservando un día para Dios, estamos seguros de establecer las prioridades correctas y fomentar la paz de espíritu.
4DEFINIR los PRINCIPALES ÁMBITOS DE RESPONSABILIDAD
Solo disponemos de 168 horas a la semana. Nuestro tiempo es limitado y, por tanto, precioso. Para evitar sobrecargarnos con tareas inútiles puede ser saludable definir nuestras principales áreas de responsabilidad. Es lo que nos aconseja el pastor Tim Challies en su libro Hacer menos. Mejor (Ediciones Blf, 2022).
La parábola de los talentos, explica, nos enseña una lección: Dios recompensa a quienes administran fielmente los bienes que se les confían (Mt, 25, 14-30). Así que podríamos preguntarnos: ¿qué bienes me ha confiado Dios? ¿Qué responsabilidades me ha dado?
El autor nos propone un pequeño ejercicio para responder a estas preguntas y organizar nuestras prioridades. Se trata de enumerar nuestras principales áreas de responsabilidad, por ejemplo:
- Personal (cuidar de mi cuerpo, mi alma, mi crecimiento espiritual)
- Familia (mis responsabilidades familiares, la gestión del hogar, las finanzas y la educación de mis hijos)
- Trabajo (mis responsabilidades en el trabajo, los proyectos que quiero desarrollar)
- Trabajo para la Iglesia y evangelización (difundir la Buena Nueva, servir a la Iglesia, participar en una obra de caridad)
- Amigos y entorno (cuidar de mis amigos y de los que me rodean)
Cada uno de nosotros puede definir sus propias áreas de responsabilidad, las misiones vinculadas a ellas, y luego afinar las tareas y proyectos que corresponden a cada una de estas áreas. Si tomamos el ejemplo del área de responsabilidad "personal", podría ser: "Personal: mi misión es crecer espiritualmente, cuidar mi cuerpo y mi alma, aspirar a la salvación; las tareas para cumplir esta misión son ir a Misa, leer la Biblia, confesarme, leer libros edificantes, etc".
A continuación, el autor nos invita a hacer balance y preguntarnos: ¿están mis actividades en consonancia con mis misiones? Del mismo modo que nuestros armarios acaban llenos de ropa que nunca nos ponemos, podemos acabar con papeles, tareas e incluso proyectos que no corresponden a nuestra misión. Por tanto, es necesario separar las tareas que son necesarias, las que hemos aceptado por mala gestión (propia o ajena), o las que hemos aceptado "por miedo a los hombres" o para impresionarles. Estas tareas pueden delegarse, eliminarse o asumirse. Lo importante es ser conscientes de nuestras elecciones y vivir plenamente nuestras responsabilidades, sin tener la desagradable impresión de tener la "cabeza bajo el agua".
5SELECCIONAR LAS HERRAMIENTAS DE ORGANIZACIÓN
Una vez establecido este marco, las herramientas son útiles para estructurar nuestros rituales diarios, nuestra disciplina de rutinas y domar así nuestra tendencia a la pereza o la procrastinación. Existen multitud de herramientas que nos ayudan a gestionar mejor nuestras tareas, planificarlas en una agenda y clasificar la información que necesitamos en nuestro trabajo o vida personal. Entre ellas están Todoist.com, Google Calendar, Evernote y Obsidian. Lo importante es encontrar tus propias herramientas, unas que disfrutes utilizando de forma habitual.
Tim Challies comparte una de sus rutinas, que ha denominado "Coram Deo" (En presencia de Dios). Tras un tiempo de oración, el autor discierne y decide las tareas a realizar durante el día o la semana, organiza las prioridades y planifica las que se dejarán para más adelante.
Todas estas herramientas, utilizadas sobre una base sólida, nos permiten llevar una vida cristiana tranquila y ordenada. Sin embargo, hay que añadir dos últimos ingredientes igualmente esenciales: la indulgencia con nosotros mismos (¡porque solo Dios puede completar nuestra lista de tareas diarias!), y la apertura a lo inesperado, para poder acoger plenamente la acción de Dios en nuestras vidas, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37).
Aliénor Strentz es fundadora del blog "Chrétiens heureux" (Cristianos felices) y Misionera del Inmaculado Padre Kolbe. También es doctora en etnomusicología y profesora de educación de adultos.