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En el colegio Altas Cumbres, ubicado en Bajos de Mena -uno de los sectores de mayor vulnerabilidad de la región Metropolitana- se desarrolla el proyecto Biósfera Lab, que tiene como principal objetivo aportar a la educación ambiental, formando agentes de cambio desde la primera infancia para el cuidado de nuestra Casa Común.
La iniciativa, ejecutada por la Fundación Biósfera Mía, se desarrolla en la Vicaría de la Zona Maipo y forma parte del programa Incubadora de Proyectos Sociales de la Vicaría Pastoral Social Caritas del Arzobispado de Santiago, que brinda apoyo a comunidades para el desarrollo de proyectos sociales e iniciativas de solidaridad con el fin de responder de manera efectiva, protagónica e innovadora, junto con sus redes locales, a las problemáticas sociales identificadas en su entorno.
Así nació la implementación de Biosfera Lab, con estudiantes de 2° a 6° básico (8 a 12 años): “El colegio está en una de las comunidades más empobrecidas, con gran hacinamiento en los hogares. Los alumnos carecen de áreas verdes y presentan serias dificultades en su aprendizaje, la privación del contacto con la naturaleza les impide desarrollarse integralmente. Por ello, esta iniciativa es tan importante, porque repercute directamente en la mejora de las condiciones y calidad de vida, tanto de ellos como de sus familias”, señala Karina Sandoval, gestora territorial de la zona del Maipo.
En tanto, Rafael Sotomayor, Director de la Fundación Biósfera Mía, expresa que: “Distintos estudios dan cuenta que la interacción con la naturaleza genera una mayor creatividad, disminuye las probabilidades de enfermar, mejora la salud mental y física entre muchos otros beneficios. Creemos que la educación ambiental es un pilar básico en la formación, ayuda a entregar herramientas, conocimientos y aptitudes a quienes la reciben”.
Conexión integral
“Para nosotros es muy importante el cuidado de la Casa Común y el promover instancias para que los niños, niñas y jóvenes puedan ser parte de estos procesos. El proyecto se enfocó en el desconocimiento que la gran mayoría tiene sobre la importancia de la naturaleza en nuestras vidas, pese a vivir muy cerca de un gran pulmón natural, como lo es el Cajón del Maipo, muchos no tienen acceso a visitarlo y carecen de nociones básicas sobre la temática medioambiental”, afirma Karina.
“Con Biósfera Lab, buscamos crear un laboratorio vivo, que promueva la vinculación entre el aprendizaje curricular y la ecología y la recuperación de los espacios verdes. Aplicamos el Método Miyawaki, con el cual generamos mini ecosistemas nativos, proceso en el que todos tienen participación y que son acompañados de información sobre las características de cada especie, que pueden ser descargadas a través de un código QR. En el trabajo se integra a toda la comunidad pedagógica, a los apoderados, y se genera una nueva forma de aprendizaje integral”, explica Sotomayor.
En paralelo, se realiza capacitación docente a través de juegos creados especialmente para este proyecto, con información y varias materias ligadas al currículo nacional para facilitar la tarea de los profesores y la conexión con los planes diseñados para impartir sus clases. Todo este "kit pedagógico", queda en el colegio para que pueda seguir aplicándose a toda la comunidad educativa.
Un cambio de vida
El objetivo de este proyecto, que se realiza por primera vez, es generar un impacto positivo en la comunidad, que sea replicable en otras zonas y sirva de modelo. Así lo confirma Karina:
“Es muy emocionante que los niños tengan este acceso, permitir esta conexión, que según las mismas docentes no habían tenido antes. Nunca se había desarrollado una actividad que los involucrara de esta forma; es increíble ver cómo, con algo tan simple, se ha logrado tanto. Hemos visto a padres y madres compartiendo con sus hijos, enseñándoles como plantar, a usar la pala, mover la tierra y así aprender juntos”.
En tanto, Rafael Sotomayor señala: “Gracias a mi abuela, profesora de Religión, que me acercó a la iglesia y a mi carrera como docente, Dios ha estado siempre presente en mi vida, sintiendo un profundo amor por el prójimo y la creación. Sin duda, la fe guía mis pasos en la labor social y ambiental que realizamos dedicando nuestro tiempo al otro, porque creemos que es el camino correcto. El entregar herramientas a jóvenes vulnerables para que tengan una valoración distinta de la naturaleza y sepan enfrentar los desafíos del cambio climático, siendo más activos en su comunidad, es lo que nos mueve”.
“Tenemos muchos planes para seguir creciendo, en el futuro soñamos con ampliar esta entrega a niños, niñas y jóvenes no videntes con material en Braille y así seguir mejorando la calidad de vida de más personas cada día”, concluye Rafael.