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Las familias católicas enfrentan muchos retos cuando se trata de educar cristianamente a sus hijos, pues las distracciones que tiene son más numerosas que nunca; a eso se añade el cambio de intereses de los adolescentes y jóvenes, que viven con el teléfono móvil siempre en la mano. ¿Qué se puede hacer para que la situación mejore?
Para buscar una solución, Aleteia platicó con Sor Andrea Ruvalcaba, Misionera Catequista de los Pobres, con 43 años como religiosa, y esto fue lo que compartió con nosotros.
El ejemplo arrastra
Sor Andrea menciona que actualmente nos enfrentamos a un resquebrajamiento de las estructuras sociales, y la familia no está fuera de eso. Los jóvenes viven en un mundo digital como si fuera real, por eso buscan la inmediatez.
Además, se enfrentan a una falta de testimonios creíbles y una ausencia de apoyo moral y espiritual por parte de la familia; a ello se suma una catequesis débil y la falta de una comunidad cristiana significativa.
«Los jóvenes ya no quieren discursos, ni de los papás ni de nadie. Entonces, es un reto para los padres y la familia vivir una vida cristiana», asegura sor Andrea.
Dios existe
La religiosa continúa diciendo que «los padres de familia tienen que convencer, en primer lugar a los niños y a los jóvenes, de que existe Dios y de que no es lo mismo vivir creyendo en Dios que sin Él».
Para ella, el segundo paso es presentarles al Jesús histórico del que nadie les ha hablado. Además, la experiencia de la catequesis no puede concentrarse en las formas; por ejemplo, si van a Misa solo para que les marquen una tarjeta o si se aprenden el Credo para poder hacer la primera comunión. No se trata solo de cumplir, sino de anunciarles que Dios los ama, "porque por eso estamos perdiendo a los jóvenes", remarca.
Hacer preguntas inteligentes
Sor Andrea recuerda que el cardenal José Cobo Cano les decía en un encuentro de catequistas: «Háganles muchas preguntas a los jóvenes. Pregúnteles a los niños». Y les puso un ejemplo: en una ocasión, una catequista le presentó a un niño que iba solo a Misa, sin papá, sin mamá, sin abuelos. Él le preguntó entonces por qué no faltaba a la Eucaristía y el niño respondió: «Porque aquí me dan muchos besos».
¿De qué se trata entonces? de acompañar a los jóvenes y a los niños. De abrirnos a lo que quieren, de meternos en su mundo y escucharlos, respetando sus respuestas y amándolos inteligentemente. Además, tenemos que prepararnos más para pode transmitirles nuestra fe.
Podemos resumirlo en cuatro puntos:
1 | Escucharlos
2 | Respetarlos
3 | Hacerles preguntas inteligentes
4 | Darles testimonio creíble
Y por supuesto, imprimir en sus corazones a Jesús, lo que se logrará teniendo una vivencia completa de un cristianismo real, junto a sus padres y familia. Entonces sí irán gustosos al encuentro del Señor Jesucristo, que los ama y los espera en Misa.