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La evolución de los manuscritos escritos, en particular de los códices, se entrelaza con el fascinante desarrollo de los marca páginas, esos instrumentos tan esenciales que nos ayudan a marcar nuestro progreso a medida que leemos un texto. El estudio de la historia de los marca páginas revela sin duda su importancia funcional, pero también arroja luz sobre el papel fundamental que desempeñaron los monjes en su invención y uso generalizado.
Investigaciones recientes han demostrado que los marca páginas existen -al menos- desde el siglo I d.C.. El más antiguo que se conserva data del siglo VI. Se trata de un objeto excepcional. Fabricado en cuero con intrincados adornos y forrado de vitela en su reverso, este artefacto se descubrió bajo las ruinas del monasterio de Apa Jeremías, en Sakkara (Egipto). Su sujeción a la cubierta de un códice copto (Códice A, MS 813 Chester Beatty Library, Dublín) con una correa de cuero acentúa su conexión funcional e integral con estos antiguos manuscritos, y demuestra que los monjes ya utilizaban estas sencillas pero importantes herramientas.
El desenterramiento de otros marca páginas y sus restos en códices coptos de los siglos I al XI, así como en códices carolingios de los siglos VIII al XII, demuestra el uso generalizado de este sencillo pero noble instrumento de marcado.
A lo largo de la Edad Media, los marca páginas se fabricaban principalmente a partir de pequeñas tiras de pergamino que se fijaban al borde del folio o mediante un trozo de cordón que se ataba a la cabezada -muy parecidos a los que se encuentran en nuestras Biblias contemporáneas-.
Es bien sabido que los monasterios surgieron como centros eruditos de conservación del saber durante la época medieval. En estos recintos, escribas y monjes dedicaban sus vidas a la meticulosa transcripción y conservación de textos de valor incalculable, sentando las bases para la proliferación de marca páginas.
La asociación intrínseca entre los monasterios y la evolución de los marca páginas puede atribuirse a la dedicación de los monjes a los manuscritos. A medida que copiaban y estudiaban meticulosamente estos textos, se hizo imperiosa la necesidad de navegar por largos volúmenes de forma eficiente y volver a secciones específicas.
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La necesidad pragmática de estas ayudas en la navegación por los manuscritos se vio agravada por las prácticas religiosas predominantes en la vida monástica.
Las lecturas periódicas de las escrituras, como la Liturgia de las horas, que sigue horarios específicos y exige lecturas concretas, requerían mecanismos eficientes para marcar y reanudar la lectura en los puntos designados. Como resultado, los monjes idearon y utilizaron ingeniosamente marca páginas como herramientas indispensables, que facilitaban el retorno a pasajes, oraciones o textos específicos dentro de sus extensas colecciones de manuscritos.
La ingeniosa creación y el uso sistemático de marcapáginas en los monasterios significaban una convergencia de sentido práctico y reverencia por el conocimiento. Su innovación es un testimonio del ingenio de los eruditos medievales y subraya su compromiso con el estudio meticuloso y la conservación de los textos. El legado perdurable de estas herramientas humildes pero fundamentales ha dado forma a la historia de la literatura, ya que los lectores modernos siguen empleando y apreciando los marca páginas como compañeros indispensables en sus búsquedas literarias.