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A veces sientes que la paciencia se escapa de tu interior. Tratas de cultivarla pero no logras guardarla. Como todas las bondades de este mundo, la paciencia es un regalo de Dios. Por eso Carlos de Foucauld y tantos santos, sencillamente, se la pedían.
"Esperad aquí y velad conmigo", pidió Jesús a los discípulos que lo acompañaban en el Huerto de los Olivos poco antes de morir. Y san Carlos de Foucauld estaba convencido de que también se lo decía a él, y a todos.
Cuando sentimos, sin embrago, que nos vence el sueño, o cualquier otra tentación nos aleja de nuestro "camino", la oración nos ayuda, decía Foucauld.
"Cuanto más sufrimos y más somos tentados, más necesario nos es orar: en la oración está nuestro socorro, nuestra sola fuerza, nuestro solo consuelo", explica en un comentario al capítulo 23 del Evangelio de San Lucas.
Cuando cuesta mantenerse fiel, en los momentos en que no se encuentran fuerzas para seguir luchando, Foucauld aconsejaba rezar.
"¿De modo que no habéis podido velar conmigo una hora?", resuenan en san Carlos las palabras que Jesús dirigió a Pedro al ver que se había dormido en Getsemaní. Y entonces Foucauld reza una oración que puedes hacer tuya cuando flaqueas:
"¡Yo también soy de esos seres bajos, viles y groseros que tan a menudo se duermen a vuestros pies y son perezosos para luchar contra el sueño, cuando podría orar con Vos!
¡Perdón, perdón! ¡Socorredme, Dios mío, a fin de que yo no recaiga jamás en una tan detestable frialdad, en una tan indigna infidelidad! ¡Yo he caído tantas veces, yo detesto mi falta, la tengo horror!… ¡Perdón, Dios mío, con toda mi alma!"
Foucauld muestra también la importancia de mirar e imitar a Jesús. San Lucas describe que en ese huerto Jesús "lleno de angustias oraba más insistentemente". Y el "hermano universal" le dirige esta oración:
¡Dios mío, hacedme esta gracia, la gracia de seguir vuestro ejemplo, cumpliendo un deber tan imperioso y tan suave!”
La paciencia es una virtud muy propia del Adviento, tiempo de espera. Foucauld dejó también una oración para prepararse espiritualmente para la Navidad.
Y escribió algunos valiosos consejos para vivir bien la Navidad, también en familia, en una carta dirigida a su hermana, recogida en el blog de José Luis Vázquez Borau:
"Confío que harás a tus hijos un nacimiento y un árbol… Son dulces recuerdos que se tienen durante toda la vida… ¡Todo lo que conduce a amar a Jesús, todo lo que hace amar el hogar paterno es tan saludable…! Estos goces de la infancia, en donde en la religión se une lo que hay en ella de más dulce con lo que tiene mayor ternura en la vida de familia, causa un bien que dura hasta la vejez…
Pero habrá Navidades más hermosas todavía: serán las del cielo… Querida mía, haz a tus hijos un hermoso nacimiento y árbol y un buen regalo, y haz todo lo posible para que sus fiestas de Navidad sean dulces y suaves, dejándoles ese recuerdo inefable, de una suavidad infinita… Pero, sobre todo, prepáralos un buen regalo de Navidad en el cielo, santificándote lo más posible y educándoles para ser santos; educándoles, no para ser del mundo, eso no vale la pena; el mundo pasa rápidamente; por otra parte, no es digno de nosotros, no merece nuestro aprecio, ni aun nuestras miradas. Estamos destinados para algo mejor que eso; nuestro corazón tiene sed de más amor que el que el mundo puede darnos; nuestro espíritu tiene sed de más verdad que la que el mundo puede mostrarnos; todo nuestro ser está sediento de una vida más larga que la que la vida puede hacernos esperar; no eduques a tus hijos para lo que es despreciable…"