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El poder de la cruz, título español de Do You Believe?, no tuvo demasiada repercusión en su estreno, allá por 2015, pero con el tiempo se ha convertido en pieza de culto para los católicos. Lo que llama en seguida la atención es lo heterogéneo de su reparto, donde se mezclan desde estrellas en horas bajas hasta intérpretes que durante años han subido y bajado en esa montaña rusa de éxitos y fracasos que es Hollywood: Sean Astin, Mira Sorvino, Lee Majors, Cybill Shepherd, Brian Bosworth, Delroy Lindo (en un papel testimonial, casi un cameo) y Ted McGinley (ganador de un par de premios por este filme y a quien recordamos por su simpático papel secundario en la serie Terapia sin filtro, protagonizada por Harrison Ford).
Su director es Jon Gunn, productor de Jesus Revolution, de la que Aleteia ya ha publicado, y director de cintas en las que no falta el elemento religioso, como La calle del perdón, Deseos al viento y El caso de Cristo, y de quien pronto se estrenará Ordinary Angels, otro largometraje de temática similar.
A cualquier cinéfilo con un poco de bagaje la trama y la estructura de Do You Believe? le recordará en seguida a Crash, la película de Paul Haggis de 2004. Es decir, un puñado de vidas cruzadas en entornos cotidianos que incluyen, como centros neurálgicos del argumento, la iglesia y el hospital del distrito, lugares donde trabajan o desempeñan ayuda varios de sus protagonistas o donde otros acaban recalando.
Sitios públicos por los que el norteamericano medio pasa tarde o temprano: el hospital para tratarse, curarse o acompañar a quienes están enfermos o a punto de extinguirse; la iglesia para rezar, asistir a la homilía o refugiarse en una noche de apuro. El hospital donde se muere y la iglesia donde se ofician los funerales.
Un total de unos 12 personajes marcan el ritmo del argumento. Entre ellos, una viuda desahuciada que acude al sanatorio con su hija; un ex convicto que ha descubierto su fe y trabaja en la parroquia aunque se encuentra muy enfermo; el Pastor de esta congregación, a quien las preguntas de un predicador callejero que arrastra una enorme cruz de madera por las calles ("¿Tú crees en la Cruz de Cristo?" y "¿Qué harás al respecto?") motivan para su próximo sermón, al que acuden muchos de los protagonistas; un joven delincuente que empieza a retractarse de sus pasos y comienza a leer la Biblia; o un tipo que ha regresado de la guerra y, atormentado por las muertes y los fantasmas, tiene impulsos de suicida.
Una especie de parábola para estos tiempos
Hay que ver El poder de la cruz como si fuera una especie de parábola imposible para estos tiempos, dado que muchos de los personajes harán un sacrificio para obtener el perdón y la redención o para socorrer a otros. Son 12 existencias al borde de la quiebra (decisiones arriesgadas en su empleo, falta de un hogar, caminos que conducen al crimen, duelo por una pérdida, enfermedad, crisis de valores…) que, como afirma el Pastor al principio, están buscando el sentido de sus vidas. Acercarse a la Cruz con arrepentimiento, sostiene el hombre en su sermón, significa cambiar la forma de vivir.
Durante su metraje asistimos a este cruce de caminos y la película se ve con complacencia y a ratos con incredulidad. Sin embargo, es el final lo que plantea algunas dudas: sin desvelar demasiado para quienes no la hayan visto, podemos avanzar que hay un lugar de la ciudad en el que se juntan casi todos los personajes, en los que desembocan de una manera inverosímil y que le resta fuerza y credibilidad a la cinta.
Si en Crash había un accidente, y eso empujaba a colisionar vidas y a que muchos personajes se conocieran entre sí, en El poder de la cruz se trata de hacer lo mismo en sentido inverso, lo cual, insisto, le resta verosimilitud al asunto. A pesar de estas objeciones, el espectador católico se sentirá cómodo, reconfortado, con una película que seguramente le resulte inspiradora y de la que apuntará algunas frases del guión. Por cierto, la produce Pure Flix, compañía dedicada al cine con historias sobre la fe, la familia y los valores humanos.