Los monjes y las monjas que abrazan esta vocación buscan la unión con Dios e interceden continuamente por el mundo, lo cual implica renunciar a muchas cosas que para otros son normales o necesarias. Pero, ¿quién fue el primero en vivir de esta manera? ¿Quién inició esta tradición que se ha mantenido a lo largo de los siglos?
La respuesta es: san Antonio Abad. Este santo es considerado el padre de los monjes y el pionero de la vida contemplativa. Nació en Egipto, en el año 251, en una familia cristiana y acomodada.
Cuando tenía 20 años, al escuchar el Evangelio que decía: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven y sígueme" (Mateo 19,21), decidió dejarlo todo y retirarse al desierto, donde vivió como ermitaño, dedicado a la oración, a la penitencia y la lucha contra las tentaciones del demonio.
San Antonio Abad fue el primero en practicar la vida eremítica, es decir, la vida solitaria en un lugar apartado, donde se busca el silencio, la soledad y la austeridad. Sin embargo, no fue el único, pues pronto muchos otros cristianos, admirados por su ejemplo y su santidad, lo siguieron y se establecieron cerca de él, formando así las primeras comunidades monásticas. San Antonio Abad se convirtió así en el maestro y el guía de estos primeros monjes, a quienes enseñó la doctrina y la práctica de la vida espiritual.
A pesar de que san Antonio Abad no escribió ningún libro, sus enseñanzas fueron recogidas por sus discípulos y por san Atanasio, obispo de Alejandría, quien escribió su biografía, titulada Vida de Antonio. En este libro se narra la historia y las aventuras de este santo, que -por ejemplo- fue visitado por muchos personajes ilustres, como el emperador Constantino; además, intervino en la defensa de la fe ortodoxa contra la herejía arriana. También se describen sus milagros, visiones y combates espirituales contra el maligno, que lo atacaba de diversas formas y con engaños.
Un legado para la humanidad
San Antonio Abad murió a los 105 años, en el año 356, dejando un gran legado para la Iglesia y para la humanidad. Fue el fundador de la vida monástica, que ha dado origen a numerosas órdenes y congregaciones religiosas, que han enriquecido la vida de la Iglesia con su oración, trabajo y testimonio.
El modelo de la vida contemplativa ha inspirado a muchos santos y místicos, que han alcanzado la unión con Dios y han iluminado al mundo con su sabiduría. El ejemplo de la santidad de este santo, y de sus hijos -los contemplativos-, ha atraído a muchos fieles, que han buscado imitar su entrega, humildad y amor a Dios y al prójimo.
San Antonio Abad es venerado como el primer santo contemplativo de la historia, y su fiesta se celebra el 17 de enero. Su iconografía lo representa con un hábito marrón, un bastón en forma de T, una campanilla y un cerdo, que simboliza la victoria sobre la carne y el demonio. Su intercesión es invocada contra las enfermedades de la piel, especialmente el fuego de san Antonio, una forma de ergotismo causada por el consumo de centeno infectado por un hongo. Su lema es Ora et labora et lege (Reza y trabaja y lee).