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‘Los que se quedan’: un cuento sobre personajes heridos

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José Ángel Barrueco - publicado el 10/01/24
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La nueva película de Alexander Payne, "Los que se quedan", acaba de recibir 2 Globos de Oro este domingo

Aunque estrenado en cines en la semana de Reyes, The Holdovers (Los que se quedan), es un cuento navideño ambientado en 1970 en el que encontramos a unos personajes escritos a la manera de la tradición clásica de Charles Dickens. Incluso el protagonista es un trasunto del Señor Scrooge de Canción de Navidad: un hombre hosco, huraño, solitario, que presume de vivir en soledad y de no necesitar a nadie; pero su realidad, como veremos a medida que avanza la trama, es muy diferente de cuanto proclama. 

Quizá la Navidad sea la temporada en que los humanos necesitan con mayor intensidad la compañía de sus semejantes. Incluso los tipos duros, como el profesor Paul Hunham (Paul Giamatti en un papel magistral, recién galardonado con un Globo de Oro), tarde o temprano anhelan estar junto a alguien en esa fecha.

A Paul le encomiendan una tarea que nadie quiere: permanecer durante las vacaciones en el campus de Nueva Inglaterra en el que imparte clases de Historia; su cometido es el de vigilar a los alumnos que se quedan en el recinto porque sus familias no pueden ir a buscarlos. En el último momento solo permanecerá allí Angus Tully (Dominic Sessa), un alumno con problemas de conducta, hastiado del régimen de estudio, deporte y lecturas obligatorias que impone Hunham. Para alimentarlos, la cocinera también debe residir en el edificio: Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph, a cargo de un personaje memorable igualmente recompensado con un Globo de Oro).

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Paul Giamatti, Da'Vine Joy Randolph y Dominic Sessa

Pronto comprobamos que esos personajes son muy diferentes entre sí, pero los tres arrastran heridas que los terminarán uniendo. Paul es un hombre de mediana edad, solitario, sin familia ni amistades que, según dice, no pensaba salir del instituto durante las vacaciones; es incapaz de relacionarse con mujeres, enhebra citas de Cicerón y Marco Aurelio y tiene una fama merecida de cascarrabias. Angus es un muchacho que ha sido expulsado de varios centros pero cobija un gran potencial como estudiante; su padre está en una residencia psiquiátrica y su madre ha rehecho su vida junto a otro hombre que al chico no le agrada. Mary es una viuda que recientemente perdió a su hijo en la guerra de Vietnam y soporta el duelo entre ollas, sartenes y tragos nocturnos de whisky. 

"Todos deberían estar con su gente durante Navidad"

A los tres les falta la compañía de una familia. Saben que tendrán que asumir el trago de la soledad mientras, en sus hogares, otros disfrutan con los suyos. Mary es el personaje con más cordura del filme, que comprende tanto al profesor irritable como a los chavales díscolos; ella es quien dice: "Todos deberían estar con su gente durante Navidad". Es el personaje más católico de la película, que se incomoda cuando Paul, ateo, afirma que en las "Meditaciones" no hay ninguna referencia a la divinidad.

Hay una escena de comunión visual entre Mary y Angus: es temprano, el muchacho está sentado en un banco de la iglesia del campus, compungido y estudiando la fotografía de Curtis, el hijo muerto de la cocinera; y entonces ella entra para rezar y se miran comprendiéndose uno al otro. No hay palabras y no hacen falta.

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Poco a poco los personajes irán conociéndose, limando asperezas. Porque incluso Scrooge tenía su corazoncito. Y Paul Hunham no será diferente, sobre todo cuando, en su último tercio, el guión apueste por uno de esos giros que les permitirán alcanzar su redención. Puede que el espectador intuya durante el metraje lo que va a suceder, pero eso no le quita interés ni fuerza al filme. Lo que le importa al director, Alexander Payne, es reconciliarnos (y reconciliarlos a ellos) con personajes ásperos, a veces antipáticos, y garantizarnos que hay humanidad y ganas de afecto bajo esas capas de ira e inconformismo.

Pensemos en sus películas más celebradas, A propósito de Schmidt, Entre copas, Los descendientes o Nebraska: repletas de personajes heridos, fracasados, en duelo, con malas relaciones familiares que, sin embargo, logran subsanar, recomponer, estableciendo lazos de nuevo con aquellos que, como en Los que se quedan, se convierten en una familia aunque sea improvisada y temporal.

Los que permanecen, en fin, se necesitan unos a otros. Y hacernos comprender esto constituye la grandeza de un filme que se ha convertido en uno de los cuentos cinematográficos a los que habrá que volver cada año por estas fechas.     

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