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Se ha estrenado directamente en Netflix una película familiar muy adecuada para espectadores infantiles: Orión y la oscuridad, que se inspira en el libro para niños de Emma Yarlett. Se trata del primer largometraje de Sean Charmatz, especializado en los guiones gráficos y las ilustraciones de algunas series (Bob Esponja, Trolls) y de varias películas (Angry Birds, Los pingüinos de Madagascar, la secuela de La Lego Película, etcétera); es lo que en Estados Unidos se conoce como el creador de los storyboards.
La historia se centra en los miedos de un niño de unos 11 años, esa suma de temores que son equiparables a los de todos los muchachos en la infancia aunque con diferencias: algunos tienen más miedos que otros. Y se centra en cómo afrontarlos gracias a la visita de un ser muy especial: Dark, es decir, Oscuridad.
El primer gran acierto del filme, sin duda, es el diseño visual de Oscuridad, que en seguida conquista a los niños y les hace querer un muñeco del personaje. Oscuridad es la forma corporal, mutable y etérea, que adquiere la negrura, la tiniebla, la ausencia de luz. Es la representación de esa oscuridad que atemoriza a los pequeños y a menudo también a los adultos: toma la forma de un gigante encapuchado, con túnica negra, sonrisa propia de gato de Cheshire y una voz cavernosa y sin embargo entrañable (de la que se encarga en el doblaje original Paul Walter Hauser, gran actor a quien Clint Eastwood dio la oportunidad de ser protagonista absoluto de Richard Jewell).
Orión, con la voz de Jacob Tremblay, es un niño que dibuja a menudo en su diario las cosas que le suceden y los miedos que padece. La lista de sus miedos es larga: miedo a las alturas, a que le piquen las abejas, a que los matones del colegio le peguen, al rechazo, a los payasos, al océano… Pero su mayor miedo es a la oscuridad. En ese cuaderno dibuja esos temores para tratar de gestionarlos.
Afrontar los miedos y añadir una dosis de sacrificio
Una de esas noches en las que sus padres apagan la luz de su dormitorio y dejan la puerta entreabierta, se le aparece Oscuridad. Viene a quejarse de los lamentos diarios de Orión. Le parecen hirientes. Así que está dispuesto a mostrarle, en un viaje por el exterior, las virtudes de la noche y de la oscuridad. Oscuridad sabe que podrá vencer sus miedos si los afronta.
El segundo gran acierto ha sido dejar el guión en manos de Charlie Kaufman. Recordemos que Kaufman escribió varias maravillas: Cómo ser John Malkovich, Adaptation. El ladrón de orquídeas, ¡Olvídate de mí! (Eternal Sunshine of the Spotless Mind) o Synecdoche, New York, que dirigió él mismo.
Su guión despliega pequeñas referencias culturales que un niño no entenderá pero que entusiasmarán a los adultos: Werner Herzog, David Foster Wallace, el Pennywise de Stephen King, el nihilismo… Son breves guiños que no impiden que los muchachos comprendan la película. Kaufman también introduce en la historia la metanarrativa: pronto descubriremos que la historia que estamos viendo es la que, en el futuro, el propio Orión (ya convertido en padre y adulto con la voz de Colin Hanks) le narrará a su hija Hypatia para que pierda sus miedos. Es la transmisión del saber a través de la oralidad, de padres a hijos.
En otra pirueta temporal veremos también a esa hija cuando es madre de un niño y a su vez le relata la historia. Cada descendiente irá añadiendo nuevas piezas a la trama, de tal manera que el cuento sobre Oscuridad siempre será un “work in progress”.
El tercer acierto consiste en ayudar a que los niños comprendan que la mejor receta para vencer los miedos consiste, a menudo, en enfrentarse a ellos; pero esto requiere cierta dosis de sacrificio. A que asuman esta verdad: la noche es tan necesaria como el día. Ambos se complementan y sostienen el equilibrio. El miedo, le explican, forma parte de la vida y sin él no se entendería.
También hay un mensaje educativo sobre la necesidad de la familia, y cómo los padres y las madres construyen y reconstruyen los cuentos familiares para que sus hijos los aprendan y se los transmitan a su vez a sus descendientes. Se aconseja verla con los pequeños de la casa, a partir de 6 y 7 años.