¿Qué es lo más difícil de la paternidad? Sin lugar a dudas, asumir la libertad de nuestro hijo o hijos. Cuando son pequeños, llevamos nosotros la batuta: si hay errores, son esencialmente culpa nuestra, y en nuestras manos está también la opción de rectificar. Pero, cuando crecen, perdemos la voz de narrador y tenemos que aprender a estar en segunda fila, viendo las jugadas, atados de pies y manos, con la impotencia reinando a sus anchas en nuestras almas.
Esta situación de impotencia se da con gran virulencia cuando ves que tu hijo o hija se equivoca en la elección de la novia o el novio. ¿Qué hacer en esos casos? Lo primero, mantener la calma: si aún no están casados, nada es definitivo. Lo segundo, invitar a comer o a cenar en casa a ese novio o a esa novia. Esta es una recomendación del gran escritor y conocedor de la familia, Leopoldo Abadía.
Observar y conocer al prospecto
El autor recomienda que tu hijo o hija vea si ese novio o novia encaja con todos los suyos. En su libro 36 cosas que hay que hacer para que tu familia funcione bien, narra cómo, en una ocasión, uno de sus hijos invitó a una novia a comer; al terminar la comida, el matrimonio intuía que no volverían a ver a esa chica por casa, y así fue. Una segunda lección que cuenta en esa anécdota, y no menos importante, es que tampoco preguntaron por ella: simplemente, dejaron pasar el asunto.
Esta opción de conocer a los novios también da crédito a nuestras opiniones. No podemos criticar ni desaconsejar basándonos en apariencias, o en los comentarios de terceras personas. Cuando hablemos con nuestros hijos sobre la conveniencia de una pareja, tenemos que argumentar con hechos concretos, y no los tendremos si no conocemos al que ha robado su corazón.
Habla con tu hijo
Si nuestro hijo o hija sigue encandilado, es bueno hablar con él o ella y darle, serenamente, nuestros argumentos de por qué no vemos con buenos ojos la relación. Si se diera el caso de que -debido a una ofensa grave o a una falta de respeto por su parte- esa pareja no fuera bien recibida en casa, tenemos que explicar a nuestro hijo o hija cuál es el motivo, y cómo hemos llegado a tomar esa decisión, dejando meridianamente claro que él o ella será siempre uno de los nuestros. Y, después, hemos de dejar la puerta abierta de par en par, y el contador de la memoria a cero, como en la casa de los Abadía, sin pedir explicaciones.
La oración de los padres nunca puede faltar
Y, como siempre, lo mejor es rezar. Rezar para que el Espíritu Santo les haga ver las razones objetivas de por qué esa relación no es buena. Muchos hogares han encomendado esa tarea al matrimonio formado por Tomás y Paquita Alvira, expertos en ir al Cielo de dos en dos. Serán el apoyo perfecto para que nuestros hijos e hijas encuentren y escojan a esa novia o novio que les ayude a subir al cielo.