La oración es una actividad cotidiana de los seres humanos de todo el mundo. Sería lógico que la comunidad científica se interesara por la oración e intentara analizarla.
El problema es que la oración va más allá del ámbito de la ciencia y no puede explicarse completamente mediante el razonamiento natural.
El Catecismo de la Iglesia Católica señala este error en su sección sobre la oración:
"También debemos afrontar el hecho de que ciertas actitudes derivadas de la mentalidad de 'este mundo presente' pueden penetrar en nuestras vidas si no estamos vigilantes. Por ejemplo, algunos pretenden que solo es verdad aquello que puede ser verificado por la razón y la ciencia; sin embargo, la oración es un misterio que desborda tanto nuestra vida consciente como inconsciente".
La oración no encaja en el molde de la investigación científica moderna. No se puede captar ni examinar con un microscopio. Tampoco puede someterse a pruebas médicas o radiografías.
Cuando la oración se considera solo una actividad humana, no permite la presencia de Dios.
Fe y ciencia
San Juan Pablo II advirtió contra esa visión del mundo en un discurso que pronunció ante científicos en el año 2000:
"En los siglos pasados, la ciencia, cuyos descubrimientos son fascinantes, ha ocupado un lugar preponderante y a veces ha sido considerada como el único criterio de verdad o camino hacia la felicidad. Una reflexión basada exclusivamente en elementos científicos intentó acostumbrarnos a una cultura de la sospecha y la duda. Se negaba a considerar la existencia de Dios o a contemplar al hombre en el misterio de su origen y su fin, como si esta perspectiva pudiera poner en entredicho a la propia ciencia. A veces consideraba a Dios como una mera construcción mental que no resistiría el conocimiento científico. Estas actitudes han alejado a la ciencia del hombre y del servicio que está llamada a ofrecerle".
En cambio, rogó a los científicos que se abrieran a la obra misteriosa de Dios en el universo:
"Dedicad todas vuestras energías a desarrollar una cultura y un enfoque científico que permitan revelar siempre la presencia y la intervención providencial de Dios".
Si esperamos que la ciencia pueda explicarnos todo sobre la oración, nos llevaremos una gran decepción.
La oración implica ciertamente al cuerpo, pero también al espíritu, una parte de la persona humana que la ciencia por sí sola no es capaz de fijar en una mesa de examen.
La oración siempre tendrá un aspecto misterioso, y ahí es donde entra en juego la fe. Si queremos rezar, tenemos que tener fe en que Dios está con nosotros y nos llama hacia sí.